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El Pelo Ortiz, sus prácticas con Verón y las cábalas de Bilardo

El puntero tiene 37 años, juega en Albion y dirige en la Liga Universitaria
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21 de octubre de 2019 a las 05:03

En 2004 la familia de Juan Manuel Ortiz solo tenía un celular y el padre del futbolista se lo había quedado porque estaba internado para una operación. Una tarde que el Pelo fue al hospital a visitarlo se llevó una sorpresa:

–Bo, hace cinco minutos llamó Bilardo al celular– le dijo su padre.            

–¿Bilardo?– cuestionó el jugador.          

–Sí, sí. Dice que te vuelve a llamar.

Minutos más tarde volvió a sonar el teléfono y efectivamente era Carlos Salvador Bilardo, el técnico argentino que dirigió la selección argentina campeona del mundo en México 1986 y fue vicecampeona en Italia 1990.

–Venite con nosotros– le dijo el entrenador que en ese momento dirigía a Estudiantes, y quería al puntero uruguayo.

“Era Bilardo, Bilardo”, dice Ortíz a Referí 16 años después, como si todavía siguiera sorprendido por ese llamado. El argentino sabía del futbolista a través del periodista deportivo Jorge Da Silveira, quien es amigo del mediático técnico argentino y lo había recomendado.

Así llegó Ortiz al fútbol argentino, luego de haber jugado un buen semestre en Cerro, donde estaba a préstamo desde Racing. Estuvo un año en Estudiantes, un equipo que, en ese momento, estaba de mitad de tabla hacia abajo.

“El fútbol argentino no tiene nada que ver con el uruguayo. Lo de acá es otro deporte, no jugamos fútbol. Las canchas están divinas y siempre llenas. Acá vas y te pica mal”, compara el jugador.

Ortiz define a Bilardo como un “cabalero impresionante”. Recuerda que el color verde no le gustaba y que ordenaba cruzar los semáforos en rojo cuando iban desde el complejo donde concentraban hasta El Bosque, el estadio donde el pincharrata jugaba de local.

Otro de los recuerdos de Ortiz sobre las costumbres de su entrenador es de cuando fueron a la jugar a la cancha de Lanús y en el banco de suplentes habían tirado sal. “Al tipo le salió caspa. Hizo limpiar todo y traer azúcar. Tiró todo azúcar en el banco y ahí sí nos pudimos sentar. Estaba enfermo de verdad”, cuenta.

Bilardo era de la “escuela de concentrar muchísimo” y de entrenar en doble horario. “Pasás concentrado y más si sos joven y soltero”. A una de las prácticas fue Diego Maradona a hacer un picado, pero ese día a Ortiz no le tocó ir a entrenar por la tarde y se enteró al otro día.  “Yo decía: '¡No puede ser! Me como todas las concentraciones y los doble horarios y el día que viene Maradona…'”, se lamenta.

El mundo en tres semanas

Un día una camioneta Mercedes interrumpió el entrenamiento de Estudiantes y se bajaron dos seguridades –“dos pelados zarpados”–. De lejos, Ortiz ve que estos escoltaban a su ídolo del Chelsea: Sebastián Verón. Enseguida pensó que por lo menos tenía que darse el lujo de saludarlo, pero sus expectativas iban a ser superadas. La “Brujita” se puso a hablar con Bilardo y el utilero le lanzó un chaleco: se iba a sumar al entrenamiento. “No lo podía creer”.

Esa no fue la única vez que se encontró con el hoy presidente de Estudiantes, que se había sumado a las prácticas porque estaba recuperándose de una lesión. “En una práctica giro con pelota, el loco aplaude, dice 'Pelo, Pelo', y se la di”, comenta.  “Después miré a la gente que había afuera como diciendo “me conoce; me dijo Pelo, ¿entendés? Me conoce”, recuerda el puntero que se sentía como “un niño chico”. 

La llegada a Estudiantes tuvo muchas idas y vueltas e incluyó una pelea con Juan Ramón Carrasco. Antes de ir al pincharrata, Ortiz jugó en Cerro –a préstamo desde Racing– y tuvo un muy buen semestre.

Carrasco lo citó a la selección y luego de una práctica en el Complejo Celeste lo llamó para hablar.

–Bo, andá a tu casa y hacé el bolso que te vas a Corea con Nacional– cuenta que le dijo el entrenador celeste, que además le advirtió que firmara contrato antes del viaje.

Eran las 12 del mediodía y a las pocas horas tenía que partir hacia el otro lado del mundo. Ortiz firmó contrato con Nacional, se fue a su casa, se compró un par de zapatos en el shopping de Portones y se fue al aeropuerto para viajar con el que aparantemente iba a ser su nuevo equipo, dirigido por Daniel Carreño.  

Sin embargo, el contrato no se pudo registrar en la institución tricolor y solo podía jugar en Cerro, en Racing o en un club del exterior. “Cuando vuelvo pensé que Carrasco me iba a seguir citando a la selección, pero no. Se enojó porque me dijo que no me fuera sin firmar contrato”, cuenta. Cuando el técnico y el jugador se reencontraron en River Plate, arreglaron el malentendido.

Los no de Matosas

La buena temporada en Cerro había sido de la mano de Gerardo Pelusso como entrenador, que cuando se fue a dirigir a Danubio, lo llevó. En el club de Maroñas jugó de 2004 a 2006 y fue campeón uruguayo.

En el último semestre en el franjeado no tuvo muchos minutos porque hubo un cambio de entrenador: llegó Gustavo Matosas, con quien “prácticamente” no jugó. Entonces se fue a Cerrito, estuvo seis meses y pasó a Peñarol.

Gregorio Pérez fue quien lo llamó para que, ahora sí, jugara en un grande. Ortiz firmó por un año y medio con los carboneros, pero solo jugó seis meses.

Pérez fue cesado por teléfono y llegaría un nuevo entrenador para la siguiente temporada de Peñarol. “Gregorio es otro fenómeno. Más allá de técnico, de si te gusta o no, es tremenda gente. Cuando se va lo llamé para agradecerle porque fue quien me llevó”.

La dirigencia de Peñarol eligió a Gustavo Matosas como nuevo entrenador del club. “¡Pah, qué mala suerte! Me voy a jugar a Mongolia, cae Matosas y me echa”, comentó en un entrenamiento Ortiz. Esa frase la escuchó la prensa y fue publicada en el diario El País. El actual técnico de San Luis de México no lo tuvo en cuenta.

“Se ve que no soy de su paladar”, lamenta Ortiz, quien reconoce que le gusta el estilo del entrenador, pese a que le “hizo perder el trabajo dos veces”. “Es de esos técnicos que marcan autoridad, pero me gusta su forma de jugar”.

Esa vez fue Gregorio Pérez el que llamó a Ortiz para alentarlo. “Pelito, ahora me toca llamarte yo a vos”, le dijo el histórico entrenador.

Tras la frustrada salida de Peñarol habría muchos más años de fútbol para el Pelo. Volvió al fútbol argentino para jugar en Huracán y retornó para jugar en Cerrito, pasar por el River de Carrasco y llegar a Fénix.

En los de Capurro pasó los años en que más disfrutó del fútbol: había un lindo grupo y se sentía bien futbolísticamente. Sus mejores años allí tuvieron a Rosario Martínez como entrenador y se tenía que adaptar a ser punta o lateral derecho dependiendo la situación del partido.

Una lesión hizo que se cortara esa buena racha y se fue a jugar a Miramar Misiones, un club al que le tiene cariño, pero en el que no cobraban hasta que terminaban los campeonatos y en el que descendió a la C. Finalmente llegó a Albion, el decano del fútbol uruguayo que lleva dos años de su vuelta. El objetivo en esta institución roja y azul es no descender, pero también tiene el sueño de ascender a primera, lo que sería “algo histórico”.

Ortiz tiene 37 años, hizo el curso de entrenador y es ayudante técnico en Old Boys, un equipo de la divisional A de la Liga Universitaria. El Pelo no piensa en dejar el fútbol: “Hoy por hoy me siento notable para seguir jugando”, dice. De todas formas, sabe que esta decisión no depende solo de sus ganas: “Si el año que viene no consigo equipo voy a tener que dejar”, reconoce.

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