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El perfil de la Justicia: ¿quiénes son los ministros de la Suprema Corte?

Con la asunción de Eduardo Turell, la Suprema Corte de Justicia volvió a estar integrada por todos sus miembros
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18 de marzo de 2017 a las 05:00
El inicio lo marca el que llega primero, que pide a su secretaria que llame a los despachos de los demás para reunirse. Así se manejan los cinco ministros de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) los tres días a la semana que realizan los denominados acuerdos. Cada uno sabe qué lugar le toca en la mesa rectangular de la sala del Palacio Piria donde se declaran inconstitucionales leyes, se resuelven casaciones (apelaciones que llegan a la corte), se definen libertades anticipadas para presos y se dictaminan sanciones a jueces, entre otra infinidad de tareas administrativas.

Hace poco menos de una década, era común que, una vez reunidos, los ministros hablaran algunos minutos sobre fútbol. "Ahora ya no se hace más", cuenta a El Observador el actual presidente de la SCJ, Jorge Chediak, con cierto alivio porque se reconoce un ignorante en la materia. "Hay tantos temas para decidir que en general se habla de los problemas. Tratamos de terminar con la agenda lo antes posible", agrega.

Como presidente, Chediak es quien informa a sus compañeros lo que tienen pautado para la sesión. En general, los acuerdos duran unas tres horas, aunque pueden llegar a ser más extensos.


En un solo día les ha tocado decidir sobre unas 80 temáticas diferentes. Eso lleva a que no haya tiempo que perder, como pudo comprobar Eduardo Turell, la última incorporación de la corte. Asumió su cargo el 2 de marzo pasado por ser el ministro con mayor antigüedad de un tribunal de apelaciones, como establece la Constitución ante la falta de acuerdo político. Ese día firmó su asunción, brindó con colegas y familiares y fue directo a la sala de acuerdos, donde hubo una sesión informativa para el nuevo integrante.

Lo mismo le sucedió a Elena Martínez, quien asumió como ministra en setiembre de 2015. "El día que jurás, empezás y te zambullís en un acuerdo que ya está preparado con antelación", explica a El Observador. A Martínez le costó acostumbrarse al trabajo de la SCJ. "Nadie te enseña jamás a administrar y acá el tema administrativo es fundamental", indica. Cuando ingresó a la corte como ministra, se dio cuenta de la dimensión real del Poder Judicial: "Es como si gobernaras una ciudad, porque son 5.000 personas y a todas les pasan cosas".
La Alta Corte de Justicia, como se llamaba a principios del siglo XX, tuvo como primer presidente al argentio Ezequiel Garzón. Ocupó el cargo desde 1907 hasta 1925. Por aquel entonces, los magistrados podían ser ministros del máximo órgano judicial de manera vitalicia. Junto a él, los otros cuatro primeros ministros fueron Luis Piera, Domingo González, Carlos Alberto Fein y Benito Cuñarro.
Frente a ella en la sala de acuerdos se sienta Turell, con quien la corte se terminó de conformar.
El nuevo integrante llegó allí luego de que fracasara el acuerdo político por el cual el Frente Amplio impulsaba a la ministra de un tribunal de apelaciones laboral, Rossina Rossi. El FA la quería por su fuerte impronta pro derechos de los trabajadores, según fuentes consultados por El Observador.

Con la llegada de Turell, la corte mantendrá la línea que viene desarrollando desde hace años, marcada por miembros con una visión más bien tradicional y conservadora, que se ha visto reflejada en fallos de inconstitucionalidad contra proyectos claves de los gobiernos de izquierda, como por ejemplo el del Impuesto a la Concentración de los Inmuebles Rurales (ICIR) o el de la ley de Caducidad, que implicó que los jueces penales que manejan causas vinculadas a la dictadura puedan resolver el archivo de los expedientes.

En ambos casos, el único ministro que votó discorde fue Ricardo Pérez Manrique, el único de los actuales ministros que se encuentra ideológicamente más a la izquierda. De hecho, en las últimas semanas el presidente Tabaré Vázquez propuso su nombre para que ocupe la presidencia de la Corte Electoral cuando deje la Suprema Corte en mayo, al cumplir 70 años, aunque el candidato dijo no estar al tanto (“No sé nada”, declaró cuando se le preguntó).
10 años dura como máximo en su cargo un ministro de la Suprema Corte de Justicia, según lo establece la Constitución. También deben abandonar el puesto los magistrados que hayan cumplido 70 años.
Si bien los jueces tienen en su discurso una fuerte defensa de la independencia y la imparcialidad (Pérez Manrique dice que si tiene que decir qué votan sus compañeros de la corte le puede “errar”), sus fallos trasuntan inevitablemente su pensamiento.

Hay otros temas en cambio, en los cuales los ministros –pese a tener una misma línea ideológica– han votado separados. La ley de medios es uno de ellos, y también hay distintas visiones en el tema de los medicamentos de alto costo. Si bien aún no han fallado en la corte sobre ese tema, Turell y Martínez han dictado fallos opuestos desde los tribunales civiles. Mientras Turell es conocido por obligar al Estado a financiar esos medicamentos, Martínez ha votado en contra.

Para el abogado constitucionalista Ruben Correa Freitas, quienes integran la corte hoy y quienes la han integrado “han sido jueces muy destacados, con una larga trayectoria”.

“El hecho de que declaren la inconstitucionalidad de leyes habla mal del sistema político, del Poder Legislativo, pero habla bien del Poder Judicial y de la Suprema Corte. Creo que es muy importante desde el punto de la separación de poderes”, aseguró.


En la misma línea, opinó el constitucionalista Martín Risso y señaló, además, que a lo largo de los años “no ha habido cambios significativos” en las decisiones que toma la corte. “El número de leyes que son declaradas inconstitucionales es más o menos parejo desde 1985. Pero lo que aumentó es la importancia de las leyes (sobre las que la SCJ se pronuncia)”, dijo. En ese sentido, ambos constitucionalistas coincidieron en que dada la calidad de las normas debería declararse más inconstitucionalidades.

Dentro de esos casos, Chediak recuerda especialmente las sentencias en torno a la ley de abreviación de los juicios laborales, en la que cuatro artículos se declararon inconstitucionales, lo que obligó al Parlamento a modificarla en 2011. La corte dictó 5.800 sentencias para esa legislación y el presidente de la SCJ tiene en su memoria pilas y pilas de recursos presentados que parecían nunca terminar de firmar.

Pérez Manrique, por su parte, menciona dos ejemplos: un artículo de una ley de 2008 que limitaba el acceso de los pacientes a medicamentos costosos y la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (ley de medios). En ese caso, considera que “costó muchísimo trabajo porque se impugnaron casi todos los artículos”.

La Justicia se volvió visible

Durante años, los jueces no tuvieron nombre ni cara. La situación cambió cuando, en 2003, el Poder Judicial resolvió que debía tener un vocero –cargo que ocupa casi desde el inicio Raúl Oxandabarat– y algunos jueces comenzaron a ser conocidos por sus apariciones públicas.
5.040 funcionarios tiene el Poder Judicial, según los últimos datos estadísticos disponibles en su página web, que corresponden a 2015. lncluye cargos administrativos y de jueces, actuarios y defensores.
De la mano de ministros como Chediak o Pérez Manrique, ambos muy mediáticos, el Poder Judicial ha cobrado notoriedad. Por el contrario, Hounie, Martínez y Turell son de un perfil totalmente bajo y han dado escasas entrevistas. De hecho, Martínez debía asumir este año la presidencia de la corte y declinó hacerlo. Por ser el año en que se pondrá en marcha el nuevo Código del Proceso Penal, prefirió que fuera Chediak quien oficiara de vocero de los ministros.


Ante enfrentamientos con el gobierno y con el Ministerio del Interior, Chediak y Pérez Manrique han salido a responder. Uno de los últimos hechos que hizo que la SCJ cobrase visibilidad no tuvo que ver con sentencias, sino con salarios. El conflicto por aumento salarial que magistrados y funcionarios mantienen desde 2010 con el Poder Ejecutivo genera, según el abogado Diego Gamarra, una “tensión nociva para un funcionamiento saludable del sistema”. No en vano, para algunos de los ministros de la SCJ, es uno de los temas más preocupantes.

Jorge Chediak

Jorge Chediak
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  • Presidente de la Suprema Corte de Justicia
  • 65 años
  • Es de los ministros más mediáticos y por eso se decidió que asumiera por tercera vez la presidencia de la Corte aunque no le tocara para enfrentar la puesta en marcha del CPP
Es lunes y a Jorge Chediak le toca firmar el juramento de los nuevos abogados y escribanos. Como presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) ocupa el asiento del medio de los cinco ministros y tiene frente a él a un grupo de abogados y escribanos recién recibidos. La imagen de jueces vestidos con trajes grises y corbatas oscuras ocupa su mente por unos minutos. Recuerda cómo 40 años atrás veía de esa manera a los ministros que le tomaron juramento cuando, con 25 años, acababa de culminar sus estudios en la Facultad de Derecho. "Me parecían milenarios. Y creo que a mí los estudiantes me deben ver con los mismos ojos. Por eso cuando tomo juramento trato de darle calidez, porque me acuerdo de que fue muy importante para mí", cuenta desde su despacho, que se encuentra a pocos pasos de la sala donde a él también le tocó jurar.

Aunque en aquel momento no lo sospechaba, el juramento de Chediak como abogado fue el puntapié inicial para llegar a ser tres veces presidente del máximo órgano de Justicia. Cuando en 1977 se acercó a saludar a los ministros, uno de ellos le hizo la pregunta desencadenante: "¿No querés ser juez?". Era el magistrado José Pedro Gato de Souza, quien había sido su docente en la materia Derecho Civil 1 en primero de facultad. Chediak prefirió no responderle, pero al año siguiente volvió a visitarlo a su escritorio del Palacio Piria y le contestó con un sí rotundo.
"Me frustra lo que falta por hacer. Me gustaría poder hacer muchas más cosas, aunque creo que es increíble todo lo que el Poder Judicial ha cambiado"
Más allá de sus estudios en el Centro de Estudios Judiciales del Uruguay, se fue formando como juez sentencia tras sentencia. Se estrenó en Juan Lacaze, Colonia, y cree que la magistratura le permitió conocer gran parte de Uruguay y diferentes realidades. Trabajando en esa ciudad le tocó, por ejemplo, conocer a una persona que nunca había hablado por teléfono. "Yo nací en avenida Brasil y Santiago Vázquez y veraneaba desde niño en Punta del Este. No conocía mucho el Uruguay. Siendo tan urbano a mí me sorprendió mucho", dice. A partir de ahí, siguió ascendiendo hasta llegar a ministro de Tribunal de Apelaciones en lo Civil de Segundo Turno. En ese tribunal dictó el primer fallo que entregó medicamentos de alto costo a un paciente.

En 2009 ingresó como ministro a la SCJ, confiado de que todo lo aprendido en sus más de tres décadas como juez le serviría para desempeñarse en el cargo. "La ventaja de haber sido ministro de tribunal civil es la vastedad de las materias que uno tiene. En civil está todo lo que no tiene un tribunal especializado", explica.

Además de ser el actual presidente de la Corte, es una de las caras visibles del organismo por ser de los más mediáticos. Si bien tiene presente que un juez no puede dar determinadas opiniones, nunca niega una entrevista.

En 2019 le tocará dejar la Corte y mira ese día sin ninguna expectativa. Porque si el cargo fuera vitalicio, Chediak se quedaría sin dudarlo.

Ricardo Pérez Manrique

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  • Ministro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia
  • Se recibió de abogado el día del golpe de estado de 1973. Todavía guarda la constitución con la que hizo toda la carrera. Se retira de la Corte en mayo
Una huelga de estudiantes determinó que a Ricardo Pérez Manrique se le hiciera imposible olvidar la fecha exacta en la que se recibió de abogado. El último examen lo dio en 1972, pero tuvo el resultado el 26 de junio de 1973, apenas unas horas antes de que en Uruguay se diera un golpe de Estado. A diferencia de sus compañeros de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), Pérez Manrique no pensó en ser juez hasta varios años después de haberse recibido, y tras haber ejercido como abogado incluso en Argentina, donde revalidó sus estudios.

Pero como abogado sentía que algo iba contra su forma de ser. "Era eso de tener que defender en un determinado proceso el interés de una de las partes cuando la Justicia no estaba del lado del que yo defendía", cuenta y agrega que muchas veces eso lo llevó a cuestionarse su carrera. Hasta que se dio cuenta de que podía hacer honor a la Justicia como él quería y comenzó su formación como magistrado. "Ahí encontré mi verdadero vínculo con el derecho. Ser juez permite siempre estar orientado hacia la solución que se crea más justa", explica.

Dentro de esa "orientación", se ha destacado en el área de derechos humanos y familia. "Eso lleva a que vea los conflictos con una visión macro, con características diferentes (a los especializados en otras áreas), que no significa que sean mejores", afirma.

De todos los temas sobre los que ha tenido que pronunciarse, los que todavía lo siguen marcando son los vinculados a tenencias, definir con quién tiene que vivir un niño, por "la trascendencia que tiene esa decisión" para toda la vida de esa persona.
"Llegar a la SCJ me ha llenado de satisfacción y de placer porque pasé a ser un juez que aplica directamente la Constitución".
En 1992, Pérez Manrique pisó la Suprema Corte por primera vez como uno de sus funcionarios, se desempeñó durante años como secretario letrado. Luego, pasó a un tribunal de apelaciones de familia.

Su nombre comenzó a aparecer entre los legisladores con la llegada del Frente Amplio y en 2012 fue nombrado ministro de la SCJ por unanimidad parlamentaria.

Su tendencia política es conocida pero prefiere dejarla de lado. "Tengo mi posición política pero no es activa porque la Constitución no lo permite", dice y aclara que recién podrá decir a quien vota "después de mayo". Ese mes, le tocará dejar libre el sillón que ocupa y lo abandonará con la cabeza en alto: "Dejo la SCJ considerando que en estos cinco años he hecho un gran esfuerzo".

Siente orgullo de lo que alcanzó dado su origen humilde. "Pensar que una persona como yo, hijo de un obrero del transporte y una empleada doméstica, con trayectoria en derechos humanos pudiera estar sentado aquí, lo tomé como un gran honor. Sentí que se entendió que ese perfil de juez era importante para la Corte", dice.

Felipe Hounie

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  • Ministro de la Suprema Corte de Justicia
  • Su bajo perfil lo llevó a evitar dar un discurso cuando asumió su cargo en la Corte pero es considerado uno de los mejores
Camina por el Palacio Legislativo y se dirige a la Cámara de Senadores, donde verá cómo Eduardo Turell pasará a ser formalmente su cuarto compañero como ministro de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Es uno de los pocos actos donde se lo puede ver públicamente y es probable que quienes se lo crucen y no pertenezcan al terreno judicial, no sepan que se trata de uno de los integrantes de la Suprema Corte.

El bajo perfil de Felipe Hounie se ha mantenido firme a lo largo de toda su carrera como magistrado. Tal es así que no quiso dar un discurso cuando asumió como ministro de la Corte el 9 de febrero de 2015, como suelen hacer quienes llegan a ese cargo. Tampoco quiso ser entrevistado para esta nota.
A pesar de que su poca visibilidad parece ser una de sus principales características, para los conocedores del sistema judicial que fueron consultados por El Observador, Hounie representa la excelencia en materia de derecho. Incluso el presidente de la SCJ, Jorge Chediak, lo considera uno de los mejores ministros que hubo en tribunales de apelaciones, según declaró a El País hace algunos años.
Detallista y meticuloso, a Hounie no se le escapa un punto o una coma en sus sentencias y resoluciones. Quienes han trabajado con él creen que es un magistrado riguroso desde un punto de vista técnico y con ideas firmes que se reflejan en sus escritos.
Como ministro de la Corte, uno de los fallos donde -a pesar de sus intentos en general exitosas por huirle a la exposición- cobró más visibilidad por desmarcarse del resto de sus compañeros tuvo a un funcionario público como protagonista. En julio de 2015, la SCJ ratificó el delito del expresidente del Banco República, Fernando Calloia, quien había sido procesado sin prisión por abuso de funciones por otorgar un aval de US$ 13,8 millones a la empresa española Cosmo, la única oferente en el remate trunco de los siete aviones de Pluna. Hounie fue el único de los cinco ministros que se pronunció a favor de la inocencia de Calloia.

Su camino hasta llegar a la Corte incluyó cargos como juez de paz en el interior del país y Montevideo, así como de juez letrado en diferentes materias y departamentos de Uruguay. Fue electo ministro del Tribunal de Apelaciones de Trabajo de 3º Turno en setiembre de 1995 y casi dos años después comenzó a ocupar el cargo de ministro del Tribunal de Apelaciones en lo Civil de 6º Turno. Fue designado como el quinto integrante del máximo órgano de la Justicia luego de que no se alcanzara un acuerdo a nivel político, tras la salida de Julio César Chalar.

Elena Martínez

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  • Ministra de la Suprema Corte de Justicia
  • Su ingreso a la Corte fue accidentado ya que el presidente Vázquez intentó frenarlo. Pese a ser la esposa del diputado Pasquet separa su rol de jueza y ha llegado a votar la inconstitucionalidad de leyes que él votó
La asunción de Elena Martínez como ministra de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) fue, en un principio, desconcertante. Mientras el 2 de setiembre de 2015 esperaba a ser llamada para pasar a la Cámara de Senadores en el Parlamento y jurar su cargo la notificaron de que no había quórum. "Parecía un poco una falta de respeto desde el punto de vista personal e institucional del Poder Judicial", recuerda. Unos 15 minutos después, 113 de 130 integrantes de la Asamblea General votaron de forma afirmativa su designación y finalmente, juró. Luego se supo que el presidente Tabaré Vázquez había intentado frenar su ingreso a la Corte porque proponía a otro candidato.

Los días de Martínez transcurren entre su despacho en la SCJ, los acuerdos con sus compañeros, el análisis de casos en su casa y las aulas de la Universidad Católica y el Centro de Estudios Judiciales del Uruguay, donde se forman los futuros jueces. A pesar de que el primer día de clase la presentan como "ministra de la SCJ", para sus alumnos sigue siendo "Elena", como le queda más cómodo que la llamen.
"En un caso tenía la convicción absoluta de que las cosas eran como se planteaban en la demanda, pero no habían pruebas suficientes. Y un juez tiene que fallar de acuerdo a la prueba que se presenta. Con la convicción no alcanza".
Más allá de la magistratura que la llevó a ser ministra de un tribunal civil desde 2002 hasta que asumió en la Corte, su vocación por excelencia es la docencia. "Yo tengo un recuerdo vívido de mis maestros y profesores. Han dejado una huella tan fuerte en mí que me parece que no es que sienta tanto el placer de dar clase, sino de ver que estoy formando gente", confiesa a El Observador.

En su carrera como magistrada aprendió a poder dejar de lado el cargo político que tiene su esposo, el diputado colorado Ope Pasquet. Desde un primer momento evitó que Pasquet se involucrara con sus actividades como jueza. "Siempre quisimos llevar los dos roles totalmente separados", cuenta. Eso derivó, por ejemplo, en que dos semanas atrás Pasquet se retirara de sala al momento de votar el proyecto de ley que soluciona el conflicto salarial de los magistrados, y que involucra a su esposa. Por el lado de Martínez, ha llegado a declarar inconstitucionales leyes que habían sido votadas por Pasquet, como la ley de faltas.

Eduardo Turell

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  • Ministro de la Suprema Corte de Justicia
  • Acaba de asumir y también tiene un bajo perfil pero dice estar preparado para lo que el cargo trae consigo
Guiado por un profesor de liceo que logró cautivarlo, Eduardo Turell quería ser historiador. Pero cuando le llegó el turno de elegir una carrera, terminó optando por la Facultad de Derecho. "Fue un largo proceso. La vida me fue llevando de a poco, terminé preparatorio y a lo de historia lo había superado el derecho. De repente se iba definiendo algo de mi profesión", relata a El Observador con voz calma desde su despacho de ministro de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) que ocupa desde hace pocas semanas.

Turell parece pensar dos veces cada respuesta. Reconoce proceder de la misma forma con sus sentencias y se define como un juez "estudioso". En la materia civil en la que se ha desempeñado mayoritariamente siempre se permitió tomarse el tiempo "para procesar una idea y después asumirla". "Hay otras materias, como la penal, que requieren una intuición muy fuerte y una capacidad de decisión muy inmediata. Yo me tengo que dar un tiempo para pensar una solución", explica. Incluso, es común que deje "reposar" sus fallos un par de días antes de darlos a conocer. "A veces cuando uno termina algo, dos días después se da cuenta de que no contempló demasiado algún aspecto y vale la pena volverlo a ver. Me ha pasado", afirma.
"Espero hacer mi aporte en beneficio del Poder Judicial y responder a las expectativas".
Antes del tribunal civil en el que estuvo 20 años, Turell recorrió otros caminos dentro del derecho. Sus comienzos fueron como procurador en un estudio jurídico en el que trabajó durante tres años. "Quizás no llenaba demasiado mis expectativas y entré en la carrera judicial", cuenta. Un año y medio después de haberse estrenado como juez, le ofrecieron el cargo de inspector de juzgados de paz. Aceptó porque le convenía "por razones familiares", pero a los pocos meses se dio cuenta de que ese cargo tampoco era lo suyo: "Quería volver a la carrera judicial. Lo planteé en la Corte, estuve esperando un tiempo y me incorporé de nuevo como juez".

Le tocó trabajar como juez letrado de Flores, Rocha, Cerro Largo y Colonia.

Su designación como ministro de la Suprema Corte responde a que era el integrante de un tribunal de apelaciones con mayor antigüedad en ese cargo. Durante semanas se discutió a nivel político quién debería ocupar el lugar que había dejado en noviembre Jorge Larrieux. Aunque no fuera su intención, a Turell se le hacía imposible no seguir esas discusiones. "Era inevitable que lo siguiera, no porque me preocupara puntualmente en hacerlo sino porque bastaba prender el televisor o la radio y estaba presente el tema", dice.

El 22 de febrero por la tarde llegó a la conclusión de que no se iba a llegar a un acuerdo y sería el próximo ministro en asumir. La confirmación le vino con una llamada telefónica del presidente de la Corte, Jorge Chediak.

Turell dice estar "dispuesto a enfrentar" lo que implica el cargo de la Corte, pero quiere mantener el perfil bajo, evitar la exposición pública y "hacer las cosas lo mejor posible".

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