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Es hora de ir pasando la raya II

Las políticas sociales, eternas polémicas
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20 de septiembre de 2018 a las 05:01

Dijo en su momento el expresidente Mujica: “Sale baratísimo” gastar en políticas sociales “para que la sociedad viva en paz y el nivel delictivo sea menor”. El nivel delictivo no ha hecho otra cosa que agravarse y no hay quien no considere y sufra, directa o indirectamente, el impacto de la delincuencia (en sus múltiples expresiones). Tenemos hoy todo un entramado de vínculos problemáticos y sistemas sociales nocivos. Han sido años que sumaron a la delincuencia individual la formación y presencia de organizaciones y bandas delictivas. Se vienen presentando más y más movimientos de protesta por parte de la gente; una clara expresión de frustración e impotencia y un grito de “no va más”. La gente está cansada. 
Dijo ahora Mujica: “Las políticas sociales no han dado resultado” y pidió “menos asistencialismo”. Han sido años de crecimiento en la brecha social y cultural. La cohesión social no existe. La fragmentación social sí existe, y en creciente agravamiento. Los gobiernos del Frente Amplio no han traído los beneficios que prometían.

No se trata de atacar la implementación de un “asistencialismo puntual” por parte del Estado ante situaciones y realidades que lo hagan necesario. Hay circunstancias que obligan a instrumentar medidas o planes de emergencia. Asistencialismo puntual es una medida correcta ante una situación extrema. Asistencialismo como regla es contraproducente; no produce efectos significativos a mediano y largo plazo y conduce a una crisis por agotamiento de las posibilidades. Además, lo obvio, esta concepción de la política social reduce la condición humana y conduce a una situación de “atrapado sin salida”.
Ciertamente la pobreza, medida por el método del ingreso, ha tenido una baja en los dos últimos gobiernos del Frente Amplio. Entre 2004 y 2018, la pobreza se redujo sustancialmente. Algo positivo ante tanta cosa negativa. Se explica más por el estado de situación en el punto de partida y por el empleo generado en los años de bonanza económica y menos por el impacto propio de las políticas sociales implementadas. Hoy estos logros se ven “amenazados” por una coyuntura económica regional y global muy distinta a la de la bonanza económica. Corresponde decir que en el mismo período 2004-2018 aumentaron significativamente los hogares de vulnerabilidad. Hogares que tienen toda la chance de caer nuevamente en la pobreza. 

Además, el indicador puede crear la ilusión de estar avanzando y enmascarar una realidad muy distinta. Hay que ir más allá de la pobreza medida por el método del ingreso y pasar a entender lo multidimensional de la pobreza. Lograr algunas mejoras en los ingresos de parte de la población más vulnerable sin cambiar realmente la situación de estas personas con planes y acciones que las hagan menos vulnerables, es mero asistencialismo. Hay que ir más allá de la insuficiencia de ingresos de las familias. Pasar a considerar, y muy especialmente, cómo se distribuye el capital educativo y la inteligencia per cápita de los uruguayos. Mirar la inclusión social, el capital humano, y el capital social. 
En materia de prioridades, preocupa, y mucho, la agudización del fenómeno de la “infantilización de la pobreza”. Pondría énfasis en subrayar que no son tiempos para recortar gasto de las políticas sociales. Son momentos para maximizar el uso de los recursos públicos en el área social. Los beneficios de buenas políticas sociales, bien concebidas, bien diseñadas, bien implementadas y gestionadas, se extienden a toda la sociedad, no solo a los beneficiarios directos. Empezaría por preguntarme y preguntar: ¿A qué llamamos medidas efectivas de salida de la pobreza? ¿Qué se necesita haber logrado para minimizar los riesgos de que aquellos rescatados de la pobreza vuelvan a caer en situación de pobreza? ¿Qué se ha hecho al respecto?

El centro del debate es la justicia social bien entendida y el modelo de sociedad que pretendemos. No pueden resolverse cabalmente los problemas de los ciudadanos en situación de pobreza y exclusión sin concebir una verdadera política de inclusión social. La exclusión social tiene que ver con la dinámica del proceso de empobrecimiento y la falta de oportunidades y perspectivas de futuro. Por ejemplo: estar excluido del acceso a una buena educación. La educación es el principal instrumento para lograr inclusión social y estará siempre en el centro del debate sobre la desigualdad y la pobreza.
Es fundamental poder saber lo que los programas públicos logran, sus costos, y cómo deberían gestionarse y funcionar para lograr maximizar costo-efectividad. Sabemos, aún sin tener cifras, que muchos recursos se consumen en el camino y no llegan a la población objetivo. 

Resulta además muy difícil, por no decir imposible, obtener información válida, confiable y útil para apreciar integralmente la oferta de bienes y servicios y la marcha y el funcionamiento de los programas/servicios en lo que hace a resultados concretos de las intervenciones y los recursos (gasto) utilizados. 
No es extraño recibir información que da lugar a interpretaciones diferentes, cuando no contradictorias. Lo deseable sería que los niveles de ejecución y la calidad de los resultados que se obtienen puedan medirse y analizarse con la participación de observadores y controladores externos. 

 

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