Opinión > CARTA DEL DIRECTOR

Finlandia queda muy lejos

El modelo de educación finlandés suena a música idílica, pero aparentemente es inalcanzable
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20 de julio de 2013 a las 21:00

Finlandia, muy lejana geográfica y culturalmente de Uruguay, se nos hizo familiar en los últimos años hasta en la conversación diaria por la instalación de la planta de celulosa en Fray Bentos de la empresa Botnia (luego UPM), que despertó una agria confrontación con la República Argentina de la cual aún no se han sanado las heridas.

En un nivel no tan amplio, Finlandia también ha sido motivo de conversación por la implementación de su exitoso modelo educativo, que le ha permitido situarse a la cabeza de los ranking PISA y que ha mostrado una notable inclusión social. Fue un cambio que comenzó en la década de 1990 y que empezó a dar resultados en los primeros años de este siglo, siendo ahora objeto de estudio a nivel mundial.

Más de un centenar de delegaciones oficiales concurren anualmente a este país para informarse de las características del modelo y más aun de su implementación, algo realmente difícil de lograr.

Para países que, como Uruguay, deben lidiar para restaurar un sistema educativo que hace agua y que viene en decadencia desde hace más de 30 años, el ejemplo finlandés suena a música idílica, pero aparentemente tan inalcanzable como la música de los grandes compositores clásicos de los siglos XVIII y XIX. Y de hecho, lo es y lo será en tanto no estemos dispuestos a encarar una reforma profunda del rol de maestros y profesores.

Muchos destacan como factores del éxito finlandés el financiamiento estatal de los centros educativos. Otros hacen hincapié en la edad relativamente tardía –a los 7 años de edad–, de ingreso de los niños a las escuelas donde comienza una educación obligatoria de nueve años que no hace distinción entre primaria y secundaria básica, y que termina a los 16 años.

Pero, como escribió Nora Bär el pasado 16 de julio en el diario La Nación, donde dirige las secciones de Salud y Ciencia, “la clave del éxito educativo finlandés son sus maestros y profesores.Elegidos entre los que obtienen los más altos promedios en la escuela secundaria, deben aprobar una maestría para estar en condiciones de ser admitidos.

En ese país de poco más de cinco millones de habitantes, la docencia es una de las profesiones más prestigiosas y, a pesar de las exigencias, atrae el interés de casi un 25% de los estudiantes”.Aquí es donde probablemente estemos más lejos de Finlandia. Nuestra formación docente de primaria y secundaria ha perdido calidad y exigencia. No se eligen maestros y profesores entre los promedios más altos y mucho menos se les exige una maestría como condición para ser admitidos.

La falta de exigencia que se observa entre los alumnos, y de ahí los magros resultados que obtienen, es una réplica de lo que han experimentado los docentes: a ellos no se les ha exigido y ellos bajan los niveles de exigencia, incluso para que apruebe un mayor número de alumnos. Por eso, terminar Secundaria, algo que solo logra el 50% de los que ingresan, no es garantía siquiera de un buen desempeño.

Ello queda demostrado en la dificultad de inserción laboral que tienen muchos alumnos aun con Secundaria completa y en el magro desempeño de quienes ingresan al sistema terciario en exámenes evaluatorios que conducen algunas facultades, como Ingeniería de la Udelar (en pruebas de matemáticas, 96% de los 1.000 alumnos que ingresan no alcanzan un nivel mínimo de suficiencia).Por lo demás, la docencia carece de ese reconocimiento social que sí existe en Finlandia y que es vital para atraer a los mejores alumnos.

Podrá haber múltiples planes a nivel político para reformar la educación pública, se podrá hablar de “educación, educación, educación”, pero en tanto no se mejore la formación docente, y no sea una profesión prestigiosa, difícilmente cambie el rumbo que ahora llevamos. Un rumbo suicida, como señaló ayer sábado en este diario el profesor Germán Rama, cuyas reformas, tan criticadas en los años 90, son ahora retomadas por quienes lo hicieron blanco de tiro.

Habrá que tirar para otro lado y buscar otra cabeza de turco de los fracasos. Finlandia queda muy lejos, pero no porque su sistema educativo no nos sirva de inspiración, sino porque no nos proponemos mejorar la formación de quienes han de enseñar a las futuras generaciones.

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