Economía y Empresas > Trabajo

Fracaso, pérdida de poder y otros miedos laborales de los que puede reírse

Conocerlos y actuar en consecuencia marca la estrategia para gestionarlos y crecer en la faceta personal y también en la profesional
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05 de noviembre de 2019 a las 14:06

Se dice del miedo que es intrínseco al ser humano. Tenemos miedo porque, simplemente, es algo biológico asociado al instinto de supervivencia. En el ámbito laboral es una dolencia que padece toda la plantilla en alguna ocasión, ni la jerarquía vacuna contra ello. Los temores más habituales son aquellos que suponen la pérdida de empleo. El error, el fracaso, exponerse al juicio de los demás, no saber lo suficiente o no ser capaz de dar la talla son algunos de los que enumera Natalia Gómez del Pozuelo. Conferencista y escritora, acaba de publicar Hipolina Quitamiedos, una historia en la que analiza paso a paso la inquietud, el desasosiego y la desesperación a la que llevan los miedos, reales o ficticios, de los profesionales. Afirma que "muchos de esos miedos no están basados en la realidad ni en las propias capacidades, sino que están magnificados por la inseguridad que, a su vez, es producida por un perfeccionismo exagerado".

Un nombre para cada cosa

Esta es la teoría, porque en la práctica, aún a sabiendas, más de un profesional cae en las redes de estos temores y, como consecuencia, en el estrés que ello provoca. Gómez del Pozuelo recuerda que en España el estrés afecta al 40% de los profesionales, según el Instituto Nacional de Empleo. Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, identifica cinco miedos: fracaso, rechazo, pérdida de poder, no llegar a fin de mes y el miedo al cambio. "El clásico es el rechazo; muchos reconocen el fracaso pero nadie confiesa el miedo a perder el poder". En un segundo plano, pero no menos importantes llegado el caso, se encuentran temores más clásicos como el miedo a hablar en público o no dominar un idioma, "pero en todos subyace el miedo al rechazo", apunta Jericó.

Muchos de los miedos no están basados en la realidad, sino que están magnificados por la inseguridad

José Manuel Chapado, socio de Éthica Consultores (España), clasifica los miedos laborales en torno a tres grandes necesidades: la seguridad -"el dominio que reporta el conocimiento da seguridad, nos hace seguros"-, el control -"el grado de incertidumbre es el elemento clave que convoca al miedo"-, y la aceptación -"queremos ser aceptados y queridos por aquellos que más nos importan"-.

Identificar todo aquello que genera desasosiego y nos hace más cobardes es un ejercicio de valentía para gestionar el miedo, "la emoción más potente que sentimos y a la que el cerebro da máxima prioridad en la toma de decisiones y a la hora de actuar de una u otra manera", según Genoveva Vera, coach y experta en liderazgo. Identificar cada una de las situaciones que generan paralizan al profesional es el punto de partida para gestionar los miedos, que no controlarlos, y aprender a reírse de ellos.

Y ahora, ¿qué hago?

Para Gómez del Pozuelo, distinguir si se trata de un peligro real o imaginado es fundamental, "pues el futuro es el paraíso de los miedos". Lo ilustra con un ejemplo: "¿Cuántas veces pierde un profesional el empleo por un error concreto? No es algo muy frecuente y no debería producir tanto miedo, pero por mucho que se intente normalizar el error como parte del aprendizaje, en nuestra cultura sigue siendo uno de los miedos más extendidos".

Muy relacionado con los errores está el fracaso. Vera comenta que puede ser generado por el temor de enfrentarse a la crítica o por falta de confianza, aunque asegura que "para sentirlo ni siquiera es necesario haber fracasado en algún momento de la vida. Es algo que suele formar parte de la naturaleza del ser humano". Como antídotos propone conocer los objetivos para aumentar la probabilidad de éxito, contar con una formación adecuada para desarrollar el proyecto y, "tener muy claro cuáles son nuestras habilidades y también áreas de mejora y limitaciones".

Jericó puntualiza que los miedos están muy relacionados con la edad: "Nacemos con unos y morimos con otros. Para los más jóvenes el rechazo es el más relevante, y a medida que cumples años es la pérdida de poder el que predomina". Recomienda identificar el temor, "si no nos deja dormir es tóxico". Para neutralizarlo sugiere relativizarlo con la regla de los tres 10: "Es decir, si sucede, ¿cuál será su impacto en 10 minutos, 10 meses y 10 años? Tomar perspectiva. O preguntarse qué puede suceder ante la peor de las situaciones y construir un plan de acción".

Enemigos y aliados

Chapado insiste en que conviene asumir que la inseguridad, la falta de control y la certeza de la aceptación siempre están ahí, "al igual que la vulnerabilidad en forma de duda ante las respuestas". Por eso apuesta por cambiar la valoración, de negativa a positiva: "Si estamos plenamente seguros de lo que hacemos, conocemos lo que va a pasar y nos sabemos aceptados por los demás, vivimos en la zona de confort". Cree que "eso debería ser alerta suficiente para no caer en el riesgo de aburguesarnos y dejar de crecer. Aprender exige adentrarse en terrenos nuevos y desconocidos".

Estar convencido de lo que se hace debe ser alarma suficiente para no acomodarse en el puesto de trabajo

De una manera práctica y para paliar el pánico que puede provocar el miedo en momentos críticos, Gómez del Pozuelo reconoce como aliada la respiración, "es el mejor botón antipánico. Cuando alguien tiene miedo un torrente de hormonas como la adrenalina y el cortisol inunda su organismo. Detenerse y hacer dos o tres respiraciones abdominales en caso de malestar reactiva el sistema parasimpático y ayuda al organismo a volver a la normalidad".

Y, si de herramientas y aliados se trata, hablar es la opción estrella para mitigar el miedo a jefes y compañeros tóxicos. En estos casos, Vera aconseja, primero, "analizar el grado de responsabilidad que podemos tener en ese tipo de relación y, luego, hablar en privado con aquellas personas con las que tengamos problemas en la relación, para averiguar si es una percepción nuestra o de ellos". No sin recordar que la última palabra siempre está en nuestras manos, "gestionando la situación o el miedo".

Fuente: Expansión - RIPE

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