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Improbable triunfo chavista
Cuando décadas atrás el general Alfredo Stroessner gobernaba Paraguay como un feudo personal se repetían elecciones en las que el dictador era recurrentemente confirmado en la presidencia con más del 90% de los votos. Algo parecido en materia de fantasía electoral ocurrió el domingo en Venezuela, donde el chavismo, que controla toda la estructura institucional del país, afirma haber obtenido el 54% de los votos para un triunfo en 17 de los 23 estados en la elección de gobernadores. El resultado es tan sospechoso como improbable, teniendo en cuenta que todas las encuestas coincidían en que la oposición era favorita para ganar en hasta 18 estados en vez de los cinco que le ha reconocido el oficialismo. Por otra parte, más del 80% de los 18 millones de venezolanos, acosados por penurias para alimentarse y acceder a otros suministros esenciales, rechazan la dictadura del presidente Nicolás Maduro, lo que contradice el anuncio oficial de que la oposición alcanzó apenas el 45% del voto total.
Es cierto que la oposición, unificada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), sufre disidencias internas luego de haber cesado tres meses de diarias manifestaciones masivas en todo el territorio, que dejaron 123 muertos por la sangrienta represión del aparato armado del gobierno. Pero esas divisiones difícilmente pueden haber facilitado mayoría chavista en estados donde existe generalizado rechazo al régimen de Maduro. El MUD denunció con fundamento fraude electoral y anunció que se ha “alertado a la comunidad internacional” porque el nivel de participación popular en la votación no coincide con los resultados declarados por el gobierno.
No contento con haberse asignado la victoria en la mayoría de estados, Maduro tomó otra de sus muchas medidas represivas para trabar aun más a la oposición. Aunque se declaró dispuesto a “tender la mano” a los gobernadores opositores de algunos estados, los obliga a subordinarse a la Asamblea Constituyente, organismo ilegal designado a dedo por Maduro en reemplazo del Parlamento, en el que el MUD tenía mayoría. Como la oposición rechaza de plano a la Constituyente, sus gobernadores mal podrán operar en el futuro. La exigencia de la dictadura chavista endurece el control que ejerce sobre todas las instituciones del Estado, incluyendo el obediente Consejo Nacional Electoral.
Ante las denuncias opositoras de fraude, Maduro pidió públicamente a la Asamblea Constituyente que realice un recuento de votos para disipar dudas. Su anuncio es una tomadura de pelo, ya que ese organismo responde monolíticamente a las órdenes presidenciales. Lo que queda de la votación del domingo es la aparente imposibilidad de que más de la mitad de los votantes hayan respaldado a un gobierno autoritario e incompetente, que los victimiza con la miseria, el caos social y económico y la sanguinaria represión armada de cualquier forma de protesta. El rechazo y las presiones internacionales contra los excesos chavistas han fracasado hasta ahora en sus intentos de frenarlos. El fortalecimiento interno del régimen con los presuntos resultados electorales no deja otro camino que intensificar las sanciones económicas que ya le han impuesto Estados Unidos y otros países con la meta de asegurar elecciones transparentes bajo supervisión externa, algo que Maduro y su entorno se niegan a aceptar porque evidenciaría la falacia de su recuento de votos.
