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Jorge Bolani: "Hay que luchar contra el olvido"

El actor cumple 50 años de carrera y lo festeja con Barrymore, de William Luce
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05 de septiembre de 2019 a las 05:03

Festejar 50 años de carrera con este espectáculo, imagino que es emocionante. Mirar para atrás y hacer un balance debe ser difícil, pero ¿qué siente al respecto de esa cifra?

Al principio era un un número nomás. Porque yo fui el que se dio cuenta. O sea, empecé a comentarlo entre la gente allegada y alguien me dijo: "¿Por qué no lo usás? Con el perfil bajo, como sos vos, la gente no tiene idea, difundilo un poquito", me decían mis amigos. Entonces, a raíz de este espectáculo que estoy haciendo, Barrymore, que lo estrené en mayo en la sala Zavala Muniz y lo estoy continuando en el Circular, en la difusión mandamos esto de los 50 años. Que realmente me tengo que sentir muy contento, porque son 50 años de trayectoria ininterrumpida. Calculo arriba de 100 personajes. Solo en teatro, sin contar cine o televisión. Eso implica estas bodas de oro. Y que por suerte la salud me ha respondido y han sido 50 años sin parar. Es mi pasión. Yo me formé con el teatro, me formé en el teatro, lo mamé. 

Hablando específicamente de Barrymore, del actor John Barrymore. Como espectador, ¿tenía alguna relación con él?, ¿con sus películas?

Solo de nombre. Pero bien vale la anécdota: hace 23 años una conocida mía viajó a Europa y de vuelta pasó por Estados Unidos. Fue a ver este espectáculo, Barrymore. Lo vio en el año 1996, a pocos meses de ser estrenado, con el gran Christopher Plummer –tremendo actor, un maestro– y cuando volvió, me llamó un día y me dijo "flaco, tengo algo para vos". Me había traído el programa de la obra, esos programas que hacen allá que son como libritos, con toda la data. "Vos tenés que hacer esto", me dijo, y yo dije "Sí, sí, gracias". Y ahí fue quedando, porque en ese momento estaba muy metido en el Circular y recién después empecé a hacer algunas cosas por mi cuenta, mis producciones independientes. Justamente, en 1997 me despegué un poco del Circular para tomar algo de aire. Me fue bien. Y ese programa fue quedando, como uno dice, "en la mesa de luz". Pasaron los años. Un día, me encuentro con otro íntimo amigo, de la época que yo hacía teatro en El Anglo –porque allí empecé yo hacer teatro, en un grupo de estudio de inglés–, Jack Spiggins, y me dice: "Vos tenés que hacer esa obra". Fue otro manijazo muchos años después, pero tampoco pasó nada. El año pasado me dije, bueno, estoy un poco grande ya pero voy a encargar la obra. Y empecé a leerla y surgió el amor a primera vista. Después empecé la preproducción, a pensar en el director y todo ese tipo de cosas, y la estoy disfrutando mucho, con la energía que tengo hoy. Que no es la energía que tuve a lo largo de 50 años, pero bueno. Hay que ir adaptando el oficio y la sabiduría que uno va agarrando para contrarrestar la menos energía, analizarla específicamente.

¿Interpretar a otro actor tiene alguna dificultad especial?

Es algo muy especifico. Porque el que más o el que menos puede tener referencias del otro actor. Y no es por las comparaciones, pero es una responsabilidad. Porque estás actuando a un actor que existió, un ser humano que existió, que fue un ícono del cine mudo, que después pasó al cine sonoro con igual éxito, lo que era una rareza. De hecho, en el texto de la obra se nombra a algún colega que quedó por el camino, aunque era muy bueno en el cine mudo. Pero John Barrymore en un momento se volcó al teatro. Y empezó a lo grande: haciendo teatro shakesperiano. Tuvo dos mojones muy grandes, Hamlet y Ricardo III. La historia que cuenta esta obra es una ficción, pero sobre datos reales de su vida. Recorre sus amores, sus esposas, sus adicciones, el alcohol. Está en el tramo final, es aproximadamente un mes antes de su muerte, tomado por el alcohol, semidestruido. Con problemas de memoria. Por unos pocos dólares alquila un teatro por unas horas, porque quiere hacer el intento de recordar Ricardo III junto con su amigo y apuntador, que es el que lo va a respaldar. Y la obra es el recorrido de ese hombre, en el final de su carrera, recordando su vida, tratando de recordar la letra, actuando, diciendo textos de Shakespeare. Es muy patético. El texto de William Luce es un placer. Alterna la ficción con la realidad y con textos de Shakespeare, que cuando llega ese momento es un sacudón porque tenés que estar a la altura. Shakespeare es un autor que te pone a prueba siempre.

Barrymore funciona como despedida del propio personaje del teatro, luego de muchos años en el oficio, tantos como los suyos. ¿Cuánto coincide con sus reflexiones sobre haberse dedicado tantos años al teatro?

Es una linda pregunta. Porque Barrymore fue un hombre signado por la desgracia, la desgracia de haberse vuelto un adicto en el pináculo de su carrera. Es casi como un Ícaro. Cuando fue a tocar la gloria se quemó y se quemó mal. Lo que yo puedo rescatar de Barrymore es el resistirse a morir en el escenario. Es uno de los grandes temas que tenemos los actores. Hay un parlamento de la obra que lo ilustra perfecto: "Los actores son como las olas del mar. Se levantan hasta grandes alturas, rompen en la orilla y se van. Olvidados. No hay nada tan muerto como un actor muerto. Ni siquiera el clavo de una puerta". Es tremendo. Porque hay que luchar contra el olvido. Y eso lo veo yo con colegas, con grandes maestros. Pasamos por esta vida y hay como un olvido un poco trágico. Este acto de Barrymore, el alquilar la sala por unos pocos dólares para averiguar si puede volver, sabiendo que está destruido, es como una constancia: sigamos a pesar de todo.

En ese seguir, ¿qué tiene en cartera para después?

Yo trato de no parar. Creo que es saludable no parar. Puedo a veces tomarme unos meses de reflexión pero las cosas van surgiendo, me van llegando proyectos y, por suerte, estoy en una edad en la que puede elegir. Hay otras edades en las que hacés, hacés, hacés, sin mucha reflexión. Y es el momento en que el hacer tanto te va dando contacto frecuente con el escenario, te va afiatando y afinando las herramientas expresivas. Hay un proyecto que no puedo revelar, de un autor inglés contemporáneo, que escribe una obra bastante impactante, por el tema y por cómo es el retrato teatral. En breve podré dar más datos, pero sería para estrenar en marzo del año que viene.

 

  • Barrymore, de William Luce, con dirección de Alfredo Goldstein. Cuatro únicas funciones, los jueves de setiembre, hora 21. Teatro Circular (Plaza Cagancha)

 

 

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