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José Gamarra: por qué no hay que perderse la antología de este pintor y cronista de América Latina

La exposición estará abierta al público hasta el próximo domingo en el Museo Nacional de Artes Visuales
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17 de mayo de 2023 a las 05:01

 

Después de mucho pintar, 
hombre de mano sabida, 
Gamarra está pintando 
como por primera vez. 

Después de mucho mirar, 
ojos que penetran lo que toca, 
Gamarra está mirando como niño.
Por eso descubre, 
por eso ve. 

Eduardo Galeano 

José Gamarra, uno de los artistas uruguayos con mayor relevancia en la actualidad, expone su antología en el Museo Nacional de Artes Visuales (Mnav). Es la primera vez que una exposición de esta magnitud se pone en contacto con los uruguayos, una oportunidad para los que lo descubren o los que deseaban volver a encontrarlo.

La exposición antológica empezó a planificarse en 2011 entre el recién designado director del Mnav, Enrique Aguerre, el propio Gamarra, su esposa Dilma y Enrique Gómez. Doce años después, la exposición permite recorrer algunas de las primeras obras de su niñez, el desarrollo de su período de Signos y el adentramiento en sus Selvas. Son 71 piezas, de las que el artista donó 31 al acervo de la mayor pinacoteca del Estado, que ya fueron visitadas por más de 50 mil personas.

Antología de José Gamarra en el Mnav

"No conocíamos esta obra –explica el director del museo Enrique Aguerre–. Por más que viajaras a Francia tenías que coincidir con una exposición. Por eso es la emoción de él de ver toda su obra reunida aquí en Uruguay y de todos nosotros por verla. Y no solo las exhibe sino que las dona. No es obra menor o marginal, acá hay ocho años de trabajo. Y las donó todas al país. Gamarra tiene sus galerías, está bien cotizado, sin embargo dijo 'esto quiero que esté en Uruguay'. Es muy consciente la importancia que tiene".

"Uruguay está saldando una deuda. Teníamos una deuda con Gamarra y los que tomamos la posta en las instituciones volvíamos a tener esa deuda hasta que se hiciera la muestra, se aceptara la donación y se conectara a Gamarra con su público", sostiene.

Un cuerpo de obra, que recorre más de seis décadas –desde 1946 a 2010– que cuenta una historia de Latinoamérica: una crónica plástica de la historia, la política y la belleza del sur. Una obra que fue hecha para ser leída.

De Tacuarembó a Francia para pensar en América Latina

José Artigas Gamarra nació hace 89 años en Tacuarembó. Llegó para ser el segundo de tres hijos varones de la pareja de Reneé Macedonio y José Gamarra, ella ama de casa y él de carrera militar.  Vivió los primeros años de su infancia en el barrio Ferrocarril, cerca del arroyo Sandú.

Desde pequeño se vio atraído por el arte. Y fue estimulado en su sensibilidad artística.  A los 7 años fue enviado a vivir con su abuela materna en Montevideo, en Instrucciones y camino Pedro Mendoza, y en 1943 comienza una nueva experiencia en la escuela piloto 129 de tiempo completo en Jardines del Hipódromo. Según recoge su biógrafo, Heber Perdigón, en su  monografía, en la mañana tenía las clases convencionales entre matemáticas e idioma español pero en la tarde tenía actividades de sensibilización en las artes, como pintura, música, manualidades y salidas culturales. 

Fue en la escuela pública donde recibió el estímulo de dos maestras que reconoce fundamentales en su formación y su posterior carrera artística: María Mercedes “Coca” Antelo y Bell Cavalli. Los retratos de sus compañeros de escuela, con túnicas blancas y grandes moñas azules, son el comienzo de la exposición que recorrerá su evolución como artista plástico. A los 11 años formó parte de su primera exposición en el Subte Municipal de Montevideo y después en el Ateneo.

Retrato de un compañero, José Gamarra

El lápiz se mueve rápidamente sobre la hoja en blanco de una libretita y todo se va volviendo azul. Entrecierra los ojos, observa y vuelve a mirar los trazos sobre la hoja. Más azul. A su lado, otra adolescente mira el techo del museo. Es un viernes a la tarde y una adolescente, aún con su uniforme liceal intenta transferir la experiencia de José Gamarra a las hojas de su cuaderno. Y eso también es parte de la exposición.

A los 16 años, mientras trabajaba en el departamento de arquitectura del Jockey Club, entra a la Escuela de Bellas Artes. Ahí conoce a Vicente Martín que, como parte del taller de Torres García, le ayudó a mirar el arte desde una perspectiva constructiva. 

“¿Y qué pasa con Gamarra en el 51?", pregunta Aguerre y se responde: "Viajan con los compañeros y compañeras de Bellas Artes y los docentes a la Bienal de San Pablo. Era la posibilidad de todos los que vivían de este lado del planeta de ver a los grandes maestros, salvo que tuvieras mucho dinero o una beca. Entre otras obras viene el Guernica de Picasso que les voló la cabeza a todos, especialmente a Gamarra con el interés social que va a desarrollar después por una crónica de América Latina desde el punto de vista político”, explica quien también estuvo a cargo del diseño museográfico de la muestra, desde la sala 5 del MNAV. 

En 1959 se casó con Dilma Ferrín, su compañera hasta la actualidad, en la ciudad de La Paz. Poco después gana la beca Itamaratí de la cancillería brasileña para estudiar en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro con Johnny Friedlaender y en el Instituto de Bellas Artes  de Praia Vermelha con Iberé Camargo. La pareja de recién casados se muda entonces a San Pablo y el artista comienza un período que será prolífico. En el que desarrolla un lenguaje propio: los Signos.

Pintura P641405 – Óleo sobre cartón piedra, José Gamarra

Entre las piezas que están actualmente en exposición se encuentra un cuadro que Gamarra llevó como parte del envío uruguayo de la Bienal de Venecia, donde expuso junto a Jorge Paez Vilaró, Nelson Ramos y Jorge Damiani. Gamarra pidió entonces un lugar para pintar, para generar obra nueva, y la organización de la bienal le cedió el taller del escultor Paul Landozki, autor del Cristo Redentor de Río Janeiro. "Después él va a traer el Cristo Redentor a varias de sus obras, se puede ver con una ametralladora en la espalda, ametrallado, bombardeado", señala Aguerre.

En el recorrido de la exposición se empiezan a soltar los signos, esas caligrafías cerradas se empiezan a volver en algo más lúdico de formas libres y empiezan a aparecer figuras. “Según el canon moderno, en cuanto evolucionas como artista pasás de lo figurativo a la abstracción. En el siglo XX era así. Gamarra empieza en lo figurativo, se hace famoso por esta obra abstracta de signos y vuelve a la figuración sin ningún problema. No va a volver más a la abstracción”, comenta Aguerre. 

En 1963 Gamarra ganó un premio en el Salón de Jóvenes Artistas de París y se instaló en Francia, donde vive junto a Dilma hasta hoy. 

Las selvas de Gamarra: el extractivismo, la ecología y la política

José Gamarra nunca fue a la selva. En el comienzo de la exposición se ve a un joven artista entre abundante vegetación pero no es una selva o siquiera en la mata atlántica. "Es Camino Tomkinson, yendo el Paso a la Arena", señala Aguerre.

“Un Gamarra del año 1963, en una de las venidas para acá, preparando obras de los signos. Es la casa de la familia Zaffaroni", explica el director del museo sobre la foto de Alfredo Testoni. Y cuenta una de esas anécdotas que los uruguayos sabemos que son propias de nuestro territorio: cuando la montajista Lucía Silva vio la gigantografía en la pared se quedó "blanca". Aguerre pensó que había un error en el montaje. "No –me dice– Es la casa de mis abuelos", le dijo, desbloqueando un historia familiar.

Antología de José Gamarra en el Mnav

Sin embargo, la selva se convirtió en el paisaje de su historia de América Latina. Gamarra necesitaba volver a la figuración para construir una crónica política de esta tierra que miraba desde el otro lado del Atlántico y encontró ese regreso en las raíces del continente. "Necesita personajes, escenarios, necesita la selva, necesita los cielos, necesita la foresta, necesita retratar la violencia que atraviesa América Latina a partir de los años 60, los enterramientos colectivos, la extracción permanente de los recursos naturales", dice Aguerre.

Esa preocupación por lo medioambiental que Gamarra lleva a sus pinturas hacia la década de los 70, y que ahora tiene toda la fuerza de la actualidad, no estaba de moda. “En la época no se hablaba de ecología. Era consciente de la situación de América Latina. Toda la complejidad política de la época, que aún existe, me ha hecho reflexionar. Todo eso me llevaba a observar diferentes situaciones: la guerra, la invasión, la producción, las armas. Mirando los cuadros trazaba la historia", explica Gamarra en una entrevista con Perdigón publicada en el catálogo de la exposición. 

Les derniers carajás, José Gamarra

¿Qué pasó con ese paraíso que los que se creyeron conquistadores conocieron? Cuando no está el hombre blanco ni las bombas los niños juegan en el lomo del jaguar. Hay paz en la selva. Gamarra se adentra en la historia de América Latina para hacer una crónica sociopolítica de las últimas décadas.

El pintor uruguayo creó un escenario en el que –en ocasiones con humor, ironía y una mirada lúdica– denunció situaciones dramáticas. No solo en relación a la explotación indiscriminada de los recursos naturales y la violación sistemática de los derechos de los pobladores originarios de América Latina, sino también de la dictadura que tiñó el continente. Aguerre se acerca a Passage à niveau, donde representa una serie de cuerpos siendo empujados desde un avión al agua. "Son los vuelos de la muerte. Fijate que es del 78", señala.

Passage à Niveau, José Gamarra

En la sala también están sus juguetes: un camión conducido por dos chimpancés con un cuerpo en la parte de atrás y un aeroplano con la bandera de los Estados Unidos piloteado por una anaconda.

"Él junto a Julio LeParc, Alejandro Jodorowsky o Gabriel García Márquez eran intelectuales y artistas que empiezan a trabajar sobre esos temas. Por eso es una crónica parecida a la de Galeano, que es muy amigo de Gamarra, pero en pintura", sostiene. Las tentaciones de Hernán Cortés, es tapa de Memorias del fuego (I) Los nacimientos, del escritor uruguayo.

Las tentaciones de Hernán Cortes, José Gamarra

Gamarra fue exiliado. La dictadura le quitó el pasaporte y no volvió a Uruguay hasta después de 1985. Miró la situación política y social de su país desde Francia y la llevó a las grandes galerías del mundo con un salvoconducto que le hizo el gobierno francés. Incluso para ver sus obras en el MoMa o el Metropolitan. 

Pero Gamarra plasma un período oscuro de la historia del continente con una paleta de colores casi poética y cielos de ensueño. Podemos ver a Hernán Cortés con una máscara de gas, una televisión al lado de los conquistadores y a Superman dirigiendo una embarcación con Babalú Ayé y Changó. Esa superposición del tiempo y el espacio marca una línea de permanencia. Como dice Gamarra, "hacen que los conquistadores de otrora y de hoy coexistan".

Comenzando como un simple paisaje, José Gamarra

"Mis bosques han sido visitados por nuevos conquistadores que usan un lanzallamas para borrar los arcoíris y reemplazar el majestuoso cóndor con helicópteros: doble agresión contra los hombres y contra la naturaleza. Por un lado, existe el choque entre mundos primitivos explotados desde antaño y hoy; por el otro hay alegría, la búsqueda de historias y leyendas. Entre la utopía y lo posible, el desafío del futuro; hacer nuestra la fuerza y el coraje, la capacidad de superar todos los obstáculos para alcanzar un mundo de paz, justicia y tolerancia donde la abundancia y la felicidad serán prerrogativa de todos", dice Gamarra en la monografía de Perdigón.

Gamarra volvió a Uruguay con la exposición que anhelaba y el país el debía. "Te emociona ver que un artista reconecta con su público. Es una emoción muy grande y empieza a tener sentido, porque la idea, el posicionamiento ya sea político o artístico o social de Gamarra, ya estaba acá, no lo hizo en Brasil", sostiene Aguerre, que destaca no solo el nivel narrativo de su obra sino su técnica "impecable".

God save América, José Gamarra

"Gamarra es un gran cronista. A través de su pintura es un gran cronista de la historia de América Latina de los últimos 70 años. Esta historia que empezó hace 500 años con la conquista y que continúa hasta ahora con un mundo tan complejo, es nuestra historia. Y está contada a través de la pintura. Por eso él también dice que su pintura es para leerse", concluye Aguerre mientras una pareja brasileña acerca los ojos a esa selva amazónica de Gamarra en Montevideo.

“Pintar como si fuera una carta que estamos escribiendo a un ser querido, con la mano guiada por una infinita ternura. Una larga carta para narrar el tiempo que pasa, las escenas, los diferentes actores, la vieja vida del agua y de la tierra” - José Gamarra 

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