Juana Viale es una cara. Es un nombre y varios nombres que vienen antes que ella –el de Mirtha Legrand, su abuela; el de Marcela Tinayre, su madre–. Es el blanco de las críticas más encarnizadas y una lamparita encendida e incandescente para los moscardones de los medios. Es actriz, protagonista, villana y algunas (pocas) veces heroína. Es esta mujer de 37 años que, sentada en un sillón de un cine de Montevideo con olor a pop viejo, presenta una película argentina –Camino Sinuoso– que la pone como la cara más grande del póster, el rostro más popular. En la entrevista, Juana no se pone en plan estrella porque como lo es desde siempre, lo olvida. Aunque su rostro definido y fotogénico exuda jet set rioplatense por cada poro, ella se siente una más. O eso dice. O eso hace saber; sí, porque lo hace saber. ¿Lo dice? No, ríe despacio y baja la mirada. Con eso alcanza.
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