En la década de 1930, escapando de la guerra que había con China, desde Fukushima (Japón) llegaron a Uruguay dos jóvenes, Naoto con 25 años y Toshiko con apenas 16. Integraban familias de agricultores, que básicamente producían arroz. Era una época en la que era seductor emigrar a países de América, una zona del mundo pujante y que brindada oportunidades para progresar, con más calidad de vida, sin guerras ni eventos climáticos adversos. Naoto llegó primero a Brasil y luego a Uruguay y Toshiko vino directamente a Montevideo –fue la primera mujer en emigrar de Japón a Uruguay–.
Esa historia tiene mucho que ver con Keiko Hikichi, nieta de ambos, quien heredó de aquellos emigrantes y de sus padres –Kumpei (también llegó desde Japón) y Toshiko (una de las primeras mujeres hija de japoneses nacida en Uruguay)– lo que define como su pasión: la floricultura.
Ese oficio lo desarrolla en el predio donde vive y produce, una quinta de cinco hectáreas en Paso de la Arena, una zona cada vez más urbanizada pero aún considerada en el área rural de Montevideo.
Keiko es ingeniera agrónoma y además de flores produce otras cosas, pero principalmente es floricultora. “Hay conocimientos que se trasladan de generación en generación, pero fui a la facultad e hice muchos cursos acá y en Argentina”, detalló.
Produce flores de pajarito, cuyas hojas se utilizan básicamente en uno de los rubros importantes en el sector, los arreglos florales para los servicios fúnebres, pero también la flor se comercializa.
También produce otra especie, orquídeas Cymbidium, con una amplia variedad de colores y destaque para la más demandada: la orquídea Phalaenopsis, procedente del sudeste asiático, una variedad rupícola que crece en las montañas, en medio de las rocas, y que aprovechando el mejoramiento por el avance genético produce en uno de sus invernáculos, a partir de plantas que adquiere en el mercado interno y reproduce vegetativamente.
La calidad de lo que hoy produce, se apresuró en decir, no solo es fruto de lo que ha estudiado y aprendido con la propia experiencia productiva, también es consecuencia de lo que le ha enseñado un colega agrónomo, Pablo Hernández.
Esas flores, llamadas “flores de corte”, tiene en su clientela un uso muy variado. Como se dijo, en arreglos fúnebres, pero también para obsequios de ramos y decoración, por ejemplo en salones de fiestas y en actividades religiosas.
Keiko comercializa toda su producción en la Cooperativa de Floricultores Agropecuaria Limitada (Cofloral) y en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM). También se dedica a la decoración de ambientes.
Tiene un puesto en el Mercado Polivalente de la UAM, donde vende flores pero también plantas de interiores que le compra a colegas, plantas de hortalizas y aromáticas y flores comestibles, también tierra preparada, contó.
Las plantas de hortalizas y aromáticas (perejil, albahaca, rúcula, ciboulette y apio, por ejemplo) y las flores comestibles las produce en su predio, como las flores.
Las flores comestibles fue algo que sumó porque mucha gente le fue pidiendo. “Me puse a investigar, a producir y a comercializar, tienen un proceso de cultivo especial porque al ser para comer no pueden tener nada de contaminación con químicos, por ejemplo, siempre digo que son como una lechuguita, tienen la consistencia de un vegetal y gustos bien distintos, hay ácidas o más dulces, por ejemplo”. Es algo para muchos novedosos, pero milenario: “Los griegos y los romanos consumían esas flores”.
Keiko no estaba en el viejo Mercado Modelo, es de los pequeños comerciantes que se integró a la UAM desde su estreno. Destacó que la experiencia ha sido “muy positiva, es un lugar muy lindo, nuevo, limpio, iluminado y con mucha seguridad, hay un ambiente de camaradería, la gente puede ir en familia, hay espectáculos, servicios de todo tipo como los gastronómicos y se puede estacionar gratis en la puerta, adentro del mercado, pero también van muchas líneas de ómnibus”.
Otra de las grandes ventajas, señaló, es el precio: “No creo que haya otro lugar con precios tan bajos y tanta variedad y calidad, hay de todo y siempre hay ofertas”, resaltó.
Sobre el tema precios y márgenes, no siempre hay ganancia, muchas veces ni cubre el costo. “Por eso decimos con los colegas que no estamos en esto para hacernos ricos, lo hacemos porque nos gusta, es lo que sabemos hacer, es por tradición y pasión en una actividad donde el secreto es ser constante en el esfuerzo”, afirmó, a la vez que señaló que es “una gran satisfacción” cuando la gente se lleva las flores que produce con tanto cariño, les da el uso que sea y vuelve a comprarle.
1- Fukushima
Keiko ha viajado a Fukushima, tierra natal de sus antepasados. “Fue algo muy emocionante, el reencuentro con tus raíces, eso seguramente le pasa a todas la personas y sea cual sea el origen de sus padres o abuelos”, comentó. Con eso como marco, admitió que el vínculo con la cultura nipona y en concreto la floricultura son para ella algo muy especial.
2- En equipo
Keiko aprovecha aún con la ayuda y los consejos de su madre, muy activa con sus 84 años. También le da una mano su hermana, que es química, y tiene tres colaboradores: Adriana, Graciela y Yonatan. “Muchos colegas me han ayudado: María Bemhaja, investigadora de INIA Tacuarembó; Gino Zeol; Sergio Rodríguez que me enseñó mucho de granja; Carlos Pellegrino, un hombre multifacético, tanto que mucha gente lo definía como el último renacentista uruguayo; y también Rafael Dodera, Fernando Martínez, Juan Cabriz y Beatríz Díaz que ahora está en España”.
3- Turbonada
Como sucede en cada predio granjero, también en otros rubros de la producción, Keiko está muy atenta a las alertas meteorológicas. Convive con esa incertidumbre y aún tiene muy presente el destrozo y la angustia que generó el tornado, no advertido, que hubo el 23 de agosto de 2005. “Mi padre (fallecido hace pocos años) se levantó y encontró los 40 invernáculos en el piso”, recordó.
4- Los precios
Consultada sobre los precios a los que vende al consumidor final, Keiko mencionó que ofrece las plantas aromáticas en pequeñas macetas a $ 20, pero que hay ofertas por menos de eso, hasta $ 10 a veces; los ramos de flores de estación, bien coloridos, los tiene a $ 100 o $ 150; la rama de orquídeas que tiene varias flores y duran lindas 15 o 20 días las vende a $ 250 con verde o sin verde; las flores comestibles, en petacas, se venden a $ 70.
5- Dengue y plástico
Un momento complicado para el floricultor, recordó, fue cuando se prohibió que haya recipientes con agua y flores frescas en los cementerios, para combatir la presencia del mosquito Aedes aegypti, trasmisor de dengue. “Eso nos bajó mucho las ventas”, dijo. También afectan las nuevas costumbres, como la opción de adornar con flores de plástico: “No es lo mismo, no tuvieron vida, tener flores frescas es honrar la vida misma”, reflexionó.
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