El principal centro de estudios económicos vinculado al gobierno de Brasil difundió esta semana unos datos demoledores sobre las personas sin hogar que sobreviven en las grandes ciudades del país. La cifra se multiplicó por diez en una década: pasaron de casi 22.000 en 2013 a más de 227.000 este año.
Estos números son un desafío para Luiz Inácio Lula da Silva, que el próximo 1° de enero cumple un año en su tercer mandato y volvió a hacer de la lucha contra la pobreza una prioridad con el anuncio de un programa, bautizado como Calles visibles, para atender a los sin techo.
El plan cuenta con un presupuesto cercano a los U$S 200 millones, una cifra que aliviará esa situación pero que es insuficiente para atacar sus causas estructurales. Los expertos del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA, por sus siglas en portugués) concluyen que el aumento de las personas en situación de calle se debe al estancamiento económico.
Brasil lleva casi 10 años sin crecer con suficiente impulso y eso se agravó por los efectos del Covid-19. En 2022, la situación de las personas que no consumen las calorías necesarias para estar bien alimentadas llegó a 33 millones de personas, el 16% de la población.
El fenómeno del hambre es una vuelta atrás en lo conseguido por la iniciativa Bolsa Familia, que impulsó Lula durante su primer mandato y consiguió sacar de la pobreza a 36 millones de brasileños entre 2003 y 2013.
Jair Bolsonaro lo bautizó como Auxilio Brasil y Lula lo reformuló en marzo pasado para reestablecer como requisitos que los niños estén vacunados y vayan a la escuela, por ejemplo, medidas que habían sido eliminadas por Bolsonaro.
Este año, alrededor de 20 millones de familias recibieron aportes públicos tres veces mayores que antes de la pandemia. La mitad del presupuesto del nuevo programa es para atender a las personas en extrema vulnerabilidad y que perdieron el empleo y la vivienda, así como para quienes viven con graves problemas de adicciones.
Lula prevé con un nuevo programa proveer alimentos, albergues y comedores. Además, habrá 5.000 profesionales de la salud dedicados a su atención en la calle en los principales centros urbanos de Brasil.
El aumento de las personas en situación de calle se da en paralelo al desarrollo de inversiones inmobiliarias para atraer residentes a los barrios más céntricos. Esos planes no fueron en paralelo a la creación de vivienda pública y ahondan en la exclusión de los más vulnerables.
Este escenario se traduce en personas refugiadas bajo autopistas y puentes, así como familias enteras en las plazas más públicas. Un caso extremo se da en Cracolandia, en San Pablo, una zona donde viven consumidores de crack.
El gobierno de Lula llamó Calles visibles al programa para afrontar esta situación de vulnerabilidad. La mitad del presupuesto está destinado a alimentación a través de los Estados y municipios que administran albergues y comedores. Además de los 5.000 profesionales de la salud para trabajar en calles, se creará una política de salud exclusiva para los sin techo.
La principal causa de la situación de calle, según el relevamiento entre los propios afectados, es por problemas familiares o con sus parejas y llega al 47%. En segundo lugar, está el desempleo, 40,5%; la adicción al alcohol y las drogas llega al 30,4%; mientras que la pérdida de la vivienda explica al 26,1% de las personas afectadas.
La edad promedio de los afectados por esta extrema vulnerabilidad es de 41 años y la mayoría son hombres. El estudio evidencia que las diferencias raciales van de la mano de la desigualdad: el 69% de los sin techo en Brasil son afrodescendientes.
El estudio concluye que la explosión de gente que vive en las calles no puede leerse como un censo oficial porque muchos de los afectados ocultan a las instituciones que viven en la calle por la vergüenza del estigma social o, en el caso de las mujeres, por miedo a perder la custodia de los hijos.
Una parte de los recursos contempla la creación de baños y lavanderías. También de albergues para la población LGTBQIA+, cursos de alfabetización y programas para la regularización de documentos.
También se prohíbe la llamada arquitectura hostil: el uso de materiales o estructuras destinados a evitar que los sin techo duerman en un determinado lugar.
En las principales ciudades como San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte o Recife, los planes para atraer residentes a los barrios más céntricos, en general abandonados y con pocos habitantes, cuentan con fomento de incentivos y exención de impuestos a las constructoras para rehabilitar edificios casi en ruinas y convertirlos en residenciales.
Esos planes no contemplan la creación de vivienda pública para sectores vulnerables. Este programa lanzado por Lula intentará frenar el explosivo crecimiento de los sin techo y coordinar los planes de vivienda de los Estados y municipios del país.