Crédito foto: Wikipedia Commons

Mundo > Déficit hídrico

La disputa por el río Helmand enfrenta a Irán y Afganistán en una zona impactada por sequías crónicas

El recurso compartido por ambos países es esencial para los agricultores y una fuente de recurrentes conflictos desde que el Reino Unido trazó en la década de 1870 la frontera entre Teherán y Kabul
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31 de mayo de 2023 a las 05:02

En el marco del creciente déficit hídrico que afecta a la región, el estratégico río Helmand se convirtió en una fuente de crecientes tensiones. Su curso, que nace en las montañas Hindu Kush, al oeste de Kabul, y recorre unos 1.150 kilómetros, fluye hacia el suroeste atravesando gran parte de Afganistán, para luego cambiar hacia el norte, haciendo un corto recorrido a través del territorio de Irán para desembocar en el lago Hamún, en la frontera entre ambos países.

Sus aguas, libres en gran medida de sales minerales, constituyen un recurso esencial. Son utilizadas para el riego por los agricultores de Afganistán y del sureste de Irán, en la provincia de Sistán-Baluchistán. A pesar de un tratado vigente desde 1973, el reparto del recurso fue un factor de recurrentes enfrentamientos entre Kabul y Teherán, que se agravaron a medida que avanza el cambio climático.

El último episodio ocurrió hace una semana, cuando guardias fronterizos protagonizaron un tiroteo en el que murieron al menos dos iraníes y un afgano. La situación, por la que se acusan ambos gobiernos, generó temores y, en lo inmediato, determinó que las autoridades iraníes cerraran hasta nuevo aviso el puesto fronterizo de Milak-Zaranj, un importante cruce comercial, según informó la agencia de noticias IRNA de Irán.

Las razones del choque armado aún se desconocen, pero el tiroteo en el puesto fronterizo ubicado entre la provincia afgana de Nimroz y la iraní de Sistán-Baluchistán se produjo luego de que el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, acusara a principios de este mes a los gobernantes talibanes de Afganistán de restringir el flujo de agua a las regiones orientales de su país en violación del tratado de 1973.

“No permitiremos que se violen los derechos de nuestro pueblo”, dijo Raisi. Los talibanes, que permanecen diplomáticamente aislados desde que llegaron al poder en agosto de 2021, rechazaron la acusación, llamaron a “resolver el problema” de acuerdo con el tratado y manifestaron querer “mantener buenas relaciones” con Teherán. La solución, sin embargo, no parece sencilla.

Los funcionarios iraníes culparon repetidamente a los talibanes por su desprecio por las leyes internacionales y los protocolos fronterizos desde que tomaron el poder. En ese contexto, los enfrentamientos estallaron en múltiples ocasiones, pero rara vez provocaron víctimas y, generalmente, se los atribuyó a “malentendidos”, en un intento de ambas partes por no escalar el conflicto.

Un día antes del último enfrentamiento, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amirabdollahian, pidió a los talibanes que “siguieran el marco legal” para resolver la disputa.

“En los últimos años, los gobernantes de Afganistán, incluidos los talibanes, no ratificaron el tratado”, explica Sina Toossi, del Centro de Política Internacional, con sede en los Estados Unidos. “Kabul entregó sólo una fracción de la cantidad de agua acordada y la disputa se vio exacerbada por el empeoramiento de las condiciones de sequía en Irán, lo que hace que el problema sea cada vez más crítico”, agrega.

El río Helmand, que fluye a través de la frontera, se está represando en el lado afgano para generar electricidad e irrigar tierras que forman a su paso una pequeña franja apta para el cultivo. El embalse agrava la sequía que afecta a Irán desde hace tres décadas y que se agudizó en los últimos diez años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Hoy, el 97% del país enfrenta algún nivel de sequía.

Según el tratado, Kabul debería compartir anualmente 850 millones de metros cúbicos con Irán. El acuerdo, además, contempla que ambas partes deberían abordar sus diferencias a través de canales diplomáticos y, si eso falla, a través de una junta asesora encabezada por un árbitro elegido por consenso. Teherán, que acusa a Afganistán de no respetar al tratado, se opone a la construcción de represas.

“No queremos que las relaciones con nuestros países vecinos se deterioren. El Emirato Islámico de Afganistán nunca está a favor de la escalada”, dijo días atrás Hafiz Zia Ahmad, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores al periódico saudita Arab News. Mientras tanto, Seyed Rasoul Mousavi, jefe de la división de Asia Meridional de la cancillería de Irán, instó a “evitar un conflicto que sería perjudicial para Afganistán”.

Según Toossi, los enfrentamientos fronterizos llevaron a ambas partes a “reafirmar su compromiso con el diálogo y la cooperación”. Su análisis agrega que hay indicios de que Irán está abierto a negociar, dado que el ministro de Relaciones Exteriores interino de los talibanes se reunió con un enviado iraní para discutir los derechos de agua sobre el río inmediatamente después del último enfrentamiento.

“Kabul y Teherán están tratando de equilibrar sus intereses y preocupaciones en una región atravesada por múltiples factores geopolíticos y mientras esto ocurre las relaciones permanecen en un estado de incertidumbre. No está claro si los talibanes retiraron a sus combatientes de la frontera o si respetarán el acuerdo en el futuro”, explica Toossi.

En lo inmediato, es muy probable que la disputa por el agua del Helmand siga siendo un “factor de tensión”, ya que ambos países enfrentan una creciente escasez hídrica y una cada vez mayor demanda de agua por el crecimiento demográfico y la necesidad de aumentar la producción de alimentos. Además, aunque Irán mantuvo canales de diálogo con los talibanes, no los reconoce oficialmente como gobernantes legítimos de Afganistán.

El conflicto, además, se dibuja sobre el fondo de disputas históricas. Irán, un país de mayoría chiíta, reclama a Kabul la formación de un gobierno inclusivo que represente a todos los grupos étnicos y religiosos. “Irán expresó su preocupación por la seguridad y el bienestar de la minoría chiíta hazara, que en el pasado se enfrentó a la persecución y la violencia de los talibanes”, señala Toossi.

Una larga disputa

Las disputas por el agua entre Irán y Afganistán datan de la década de 1870, cuando Afganistán estaba bajo control del Reino Unido. Un oficial británico trazó entonces la frontera entre ambos países a lo largo del brazo principal del río Helmand. En 1939, las dos partes firmaron un tratado para compartir el agua. No obstante, los afganos no lo ratificaron. En 1973, Teherán y Kabul finalmente firmaron un nuevo acuerdo.

Sin embargo, el pacto no se ratificó ni implementó por completo debido a los acontecimientos políticos, incluido un golpe de Estado en Afganistán en 1973, la ocupación soviética del país y, finalmente, el ascenso de los talibanes. Con Afganistán en guerra durante los últimos 40 años, el suministro fue errático.

Ahmad Bakhshi, experto en asuntos afganos, advierte sobre la complejidad de la situación. Afganistán, un país donde casi 20 millones de personas dependen de la agricultura, registró una fuerte caída en su producción agrícola debido a la sequía.

“El área donde se encuentra el río es una zona de bajas precipitaciones. Además, las provincias aledañas tienen una serie de necesidades, y no se ve mucho apego a las obligaciones internacionales en las demandas de la opinión pública de Kabul, que considera que el agua del río Helmand no debería salir de Afganistán”, afirma Bakhshi.

Los sucesivos gobiernos afganos trataron de impulsar la agricultura mediante la construcción de canales de riego y represas en el valle del Helmand. La situación se agravó cuando las autoridades talibanes cortaron el agua de la represa de Kajaki a Irán entre 1998 y 2001, en un momento en que se registraban una de las peores sequías de la región.

Por lo pronto, la falta de precipitaciones y las represas construidas en territorio afgano secaron el lago Helmand, ubicado cerca de la frontera, lo que provoca recurrentes tormentas de arena que causan graves crisis de salud pública en Irán y deterioraran todavía más la ya frágil situación económica de la región.

Años de guerra y ocupación por parte de los Estados Unidos y sus aliados dejaron a Afganistán en ruinas y sus gobiernos no lograron establecer un sistema eficiente de almacenamiento y gestión del agua. Irán estuvo en el lado receptor de la crisis. Recibió millones de refugiados e inmigrantes afganos, en su mayoría indocumentados, que representan para Teherán una enorme carga social y económica desde hace décadas.

“La crisis aumentó el resentimiento de los agricultores iraníes, que acusan a sus pares afganos de desperdiciar la parte del agua que les corresponde y de dejar que el agua fluya hacia Irán sólo en tiempos de inundaciones. El problema, sin una gestión inteligente del río, se profundizará al compás del calentamiento global”, advierte Bakhshi.

(Con información de agencias)

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