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La revolución de Colombina: los rastros de los testimonios de mujeres de cara a un nuevo Carnaval

La fiesta popular regresó tras del impacto de los testimonios surgidos de la cuenta Varones Carnaval
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13 de noviembre de 2021 a las 05:04

La historia del Carnaval es también una historia de exclusión e invisibilidad. Cuando la fiesta popular se trataba de asaltos y guerrillas callejeras de agua y papelitos, allá por el siglo XIX, el Carnaval era una fiesta pagana y popular que incluía géneros y generaciones. Ya a comienzos de 1900 el carácter trasgresor se fue modificando y la organización institucional de alguna forma fue disciplinando la celebración. La sensibilidad popular empezó a modificarse y la participación de las mujeres y los niños queda por fuera del “Carnaval oficial”. 

María José Hernández, mujer murguista, señala que a lo largo de la historia la mujer fue invisible en el Carnaval “a no ser en lo que refiere a aquello que destaca la exhibición del cuerpo” y sostiene que, al igual que sucede en otras áreas de la ciencia y la cultura, “también fueron borradas algunas mujeres que sí participaron”. A mediados del siglo pasado ya existían murgas integradas totalmente por mujeres o se encontraban figuras como Perlita Cucú, una adolescente de 14 años que dirigía una murga integrada por varones, o Juana Silva, que escribía los textos de una murga integrada por mujeres bajo el pseudónimo de su hermano.

Debajo del escenario también estaban, y están, muchas mujeres cuidando de niños o de hijos para que los varones pudieran salir en carnaval; o generando una red de mujeres que “colaboraba” con los vestuarios de los conjuntos pero no eran reconocidas como trabajadoras de Carnaval y otras que gestionaban las cantinas o las rifas para recaudar fondos. Sin esas mujeres los conjuntos no hubieran podido existir.

Esta historia tiene sus rastros hasta hoy. Una de las consecuencias de la repetición de la exclusión está sobre aquellas mujeres que han insistido en pertenecer a ese mundo que durante años se consideró de hombres. “Hay un supuesto castigo, determinadas condiciones que vos aceptás por entrar este a ese terreno. Es como un aviso, una señal, una amenaza, que está constantemente desde el momento que vos decidís resistir porque te gusta hacer murga. Esa advertencia está: ‘te banco que quieras ingresar pero sabé que este es un mundo masculinizado y estás poniéndote en riesgo’”, sostiene Hernández. Las advertencias no son inocentes.

"¿Cómo te va?", dijo el murguista a la muchacha

“Somos un grupo de mujeres que estamos hartas de la impunidad con la que los varones del carnaval nos violentan y les siguen dando lugar en los escenarios del carnaval”. El 20 de agosto de 2020 un grupo de mujeres abrieron un espacio digital en el que prometían subir los testimonios de quienes quisieran contar sus experiencias guardando el anonimato. Fueron cinco días que cambiaron el carnaval.

Las sociólogas Sol Scavino y Victoria Cestau decidieron hacer un análisis de los 258 testimonios que figuran en la cuenta. Los resultados son contundentes. En 222 testimonios de los 258 identificaron, al menos, un tipo de violencia: el 56,1% declara haber experimentado situaciones de violencia psicológica, el 44,3% sugiere violencia digital, el 35,2% menciona violencia sexual explícita, mientras el 7% refiere a violencia económica y el 2,2% a violencia física; de acuerdo a las cifras que publicaron en el semanario Brecha. Un dato que destacan es la prevalencia de la violencia digital sobre las menores de edad.

En cuanto al tipo de vínculo el más frecuente fue entre murguista y público, seguido de parodista y público, técnico y componente, y director y componente. Sólo en el 13% de los casos identificaron vínculos personales con los denunciantes. Pero hay un dato fundamental: un porcentaje muy alto de los testimonios mencionan situaciones de violencia entre hombres adultos y menores de edad. “No se trataba de relatos de violencia entre pares”, señalan las investigadoras en diálogo con El Observador.

Las sociólogas señalan que la configuración del espacio del acoso y el hostigamiento son los festivales que las agrupaciones organizan para recaudar fondos, los ómnibus que los trasladan, los tablados, las giras, los ensayos. “Está muy asociado con la cultura de la noche. Ahí se da una cuestión del vínculo y la fiesta entre los ídolos y el público”, sostiene Scavino.

En cuanto a los roles de los denunciados, el 40% son murguistas, el 12,6% directores, el 11,7% parodistas, el 11,3% técnicos, el 6,1% humoristas, el 2,6% bateristas de murga. Mientras que el 60,4% de las personas que los escribieron era público del carnaval, el 23% componentes de conjuntos, el 2,6% mujeres murguistas y el 2,2% técnicas maquilladoras.

“No queremos establecer si un relato es verdadero o no, sino que lo analizamos como un fenómeno social y no hay un fenómeno equivalente como un contrafáctico: no hay un grupo de varones que esté testimoniando cómo han sido acosados sistemáticamente en cierto ámbito por las mujeres. Eso tiene una fuerza social que es muy interesante y es muy novedosa para la cultura del feminismo uruguayo”, apunta Scavino. 

Los testimonios dejaron al descubierto la expresión en Carnaval de un problema estructural

Dolor, comunión y resistencia

“Dolor”. Es la palabra que más se repite en consecuencia de los testimonios. Pero no sorpresa.

“Muchas de las cosas ya las sabíamos porque las habíamos vivido, algunos compañeros las contaban como una hazaña o como algo malo que les había pasado cuando empezaron en un conjunto y tuvieron que, a modo de bautismo, soportar”, sostiene Hernández, que además es integrante de la Comisión de Género del del Sindicato de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (SUCAU). Recuerda que entró en contacto con la cuenta de Instagram cuando recién estaba empezando. “Fue como que me paralizó la cabeza y a los cinco minutos ya todo lo que sentía en el cuerpo era irreparable. En ese momento fui a Fiscalía a hacer la denuncia que a mí me correspondía por las experiencias que a mí me habían pasado en Carnaval”. 

Ese dolor se convirtió en unión. “Éramos como islas: mujeres carnavaleras de distintas generaciones que habíamos experimentado cosas; algunas relacionadas con la exclusión, que también tienen que ver con un tipo de violencia, y algunas otras con experiencias relacionadas al acoso laboral o el acoso sexual. Teníamos toda esa historia en común y también teníamos una responsabilidad, no porque lo ocasionáramos si no porque una vez que algunas se animaron a decirlo tenemos que juntarnos y empezar a dialogar con el Estado y con otras instituciones que están a cargo de carnaval”, sostiene Hernández. 

“Después del estallido de Varones Carnaval, yo en lo personal, siento que hemos estado mucho más conectadas entre nosotras. Que lejos de quebrar el tejido entre nosotras nos hemos puesto mucho más en diálogo y a disposición , porque todas hemos vivido violencia en este en algún ámbito del Carnaval”, señala Cestau que además de académica es técnica de Carnaval.

Ambas están de acuerdo en que hay un efecto en el cambio de la sensibilidad de estas temáticas. “Pienso que estemos o no estemos nosotras de esta temática igual se habla en los corrillos del Carnaval, aunque sea entre varones”, sostiene Hernández, quien además es educadora sexual y especialista en violencia basada en género, y señala que varios hombres que se vieron mencionados en los testimonios se acercaron a las integrantes de la comisión de género del sindicato, de forma personal, buscando asesoramiento: “Desde mi formación les dije que estaba bueno si querían iniciar un proceso de transformación, responsabilización y encuentro consigo mismos. En relación a los que cada persona hizo te encuentras con varias respuestas. Lo que puedo observar, y esto es una apreciación personal, es que quienes tenían denuncias relacionadas con actitudes machistas y misóginas - que de alguna manera no configuran delito pero que sí han ocasionado dolores o heridas en alguna persona - sí han generado algún proceso: procesos grupales o procesos terapéuticos individuales. De repente los que están en situaciones más complejas, más de delito o situaciones más repetitivas, no han tenido una respuesta de retirarse por un tiempo”.

Las sociólogas también estuvieron a cargo de diferentes talleres con carnavaleros y carnavaleras de todos los rubros, las categorías y las edades. Y esa diversidad es, para ellas, los más complejo e interesante de un abordaje que incluye también a las masculinidades. "Esto es chico, nos conocemos, entonces realmente es un desafío. No solamente a nivel racional, también es un trabajo que tiene que ver con las emociones: cómo las emociones muchas veces nos inhabilitan a ver a los violentos, porque cuando estamos comprometidas afectivamente nos cuesta más. Es un ejercicio interno propio de autocrítica, con mis amistades, con mis vínculos, con mis compañeros, con mis compañeras; es por eso es es una responsabilidad que todos tenemos que asumir", señala Cestau.

En algo que para Scavino también es una "renegociación moral". "Así como tenés una parte que esta apuntando hacia deconstruir este tipo de violencias y este orden de la desigualdad, también hay personas que lo quieren seguir reafirmando porque es funcional a sus intereses y privilegios", señala.

Desde la aparición de los testimonios componentes, trabajadores y trabajadoras del Carnaval generaron y participaron de espacios de reflexión sobre la violencia de género

Una noche en el Teatro de Verano, durante el carnaval 2020, Enrique Espert, presidente de Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos del Uruguay (Daecpu), invitó a Katya Zakarian, directora de la revista Madame Gótica, a integrar la comisión directiva de la asociación y conformar una comisión que atienda las temáticas de género. Ahora es la primera mujer en ocupar un cargo directivo. Para ella los testimonios que se difundieron ocasionaron un “cimbronazo grande” en la interna de la institución. 

“Es doloroso pensar que se viven cosas tan alejadas de lo que uno espera de un carnaval. Es doloroso ver eso y sentir que esas cosas pueden pasar. A cualquier persona que tenga un poco de humanidad, no importa el rol o el lugar que ocupe, lo tiene que mover”. La comisión progénero de Daecpu comenzó a funcionar en 2021 con seis integrantes, entre las que se encuentra Zakarian y Florencia Gularte, luego de ser postergada en varias oportunidades por la pandemia ocasionada por el coronavirus que impactó fuertemente en la directiva de la asociación tras la muerte de Waldemar “Cachila” Silva y la internación de su presidente. “Había una necesidad social, había una necesidad de la gente de carnaval de que esto pasara y lo atendimos. Se nos cruzó la pandemia en el medio y todo lo rápido que podía intentarse gestionar se derrumbó porque hubo cosas que fueron imposibles de hacer”.

El objetivo de la comisión es atender las situaciones que tengan de violencia en le carnaval y trabajar con los directores, con quienes hicieron un taller obligatorio de reflexión sobre el tema. Zakarian explica que de ahora en adelante proyectan trabajar con los componentes y llegar a los conjuntos para posicionar la comisión como una referencia para todas las mujeres que vivan alguna situación de violencia dentro del Carnaval: “Hay un lugar referente dentro de la institución al que ellas pueden acceder y donde se van a sentir respaldadas y se va a intentar atender cada situación específica”, aseguró. Para lograrlo propondrán la creación de referentes dentro de los conjuntos que tengan contacto directo con la comisión pro género. Además se proponen armar un equipo de trabajo que respalde las consultas durante el Carnaval, integrado por personas vinculadas al carnaval pero también por especialistas. 

Daecpu tomó la resolución de no sancionar a los directores o componentes que fueron mencionados en los testimonios en tanto no se dirima su situación en la justicia. “Al momento que una persona esté procesada la institución va a tomar las decisiones que sean necesarias. Anterior a eso lo que nosotros podemos hacer es intercambiar con los directores y hacerles entender cómo debería ser y las cosas que están mal, que es lo que se viene haciendo. Buscar una instancia reflexiva y de entendimiento”. 

Acá el tema no es salir a pedir perdón. Salir a pedir perdón no sirve de nada si pedís perdón porque por el clima social te das cuenta que está mal, pero en tu interior no tenés idea de lo que está pasando. Hay cosas que no podés saber del interior de una persona pero ves en su proceder lo que busca. Si tiene una acusación y está buscando revertirlo de alguna manera, lo manifiesta y está haciendo una serie de cosas”, sostiene la directora y reconoce que hay asociados que por iniciativa propia incorporaron talleres para los componentes. “Esperemos que todo esto que pasó ayude a que al final del carnaval la fiesta haya sido para todos y no para algunos no más”, dijo. 

¿Hay conjuntos que se dieron de baja por este motivo? “Es muy difícil saberlo”, responde Zakarian. “Se dieron de baja conjuntos. La realidad por la que se dieron de baja acá no las manifiestan porque no es requisito”, indica.

Colectivos de mujeres murguistas en conjunto con la Intendencia de Montevideo gestionan los Puntos Violetas, una medida que empezó a funcionar durante 2020 en el Encuentro de Murga Joven, y que durante los últimos días funcionó en simultáneo en la Prueba de Admisión y el Carnaval de las Promesas. La directora de la división de Asesoría para la Igualdad de Género Solana Quesada explicó a El Observador que se trata de un espacio donde las personas que sufren situaciones de violencia en el Carnaval, o incluso fuera de él, pueden acercarse a buscar contención. 

“Si se da en el espectáculo se dialoga con las personas a cargo del evento, se plantea la situación y dependiendo del grado se le puede llegar a pedir a la persona que ejerció violencia que se retire del espectáculo”, sostuvo y aseguró que también se pueden acercar personas que viven esas situaciones durante los ensayos o en otros ambientes. "Tratamos de respetar la voluntad de la persona que se acerca, no actuar por ella. A no ser que sean niños, niñas o adolescentes e implique la protección de ellos”, indicó.

"Para quien de alguna manera ejerce violencia tiene una señal de alerta, para quienes pueden estar atravesando esas situaciones es una señal de protección", consideró Quesada y explicó que durante el Concurso Oficial piensan ubicarlos en el Teatro de Verano, están "evaluando" la posibilidad de hacer una recorrida por los tablados y "no se descarta" instalar uno en los desfiles de Llamadas. 

Los ídolos, la cofradía y la bacanal 

Si bien el discurso feminista había permeado en algunas capas del Carnaval uruguayo, la ola de testimonios corrieron el telón y dejaron en evidencia dinámicas profundas y complejas que convertían a la fiesta popular en un ambiente propicio para la violencia. 

Hernández señala que hay una falsa ilusión del Carnaval asociado a la lujuria y a la liberación, vinculada a las bacanales, que puede ser peligrosa. “Siempre lo cuestiono y digo que está buenísimo, pero siempre en igualdad de condiciones”. 

En tanto las sociólogas destacan la conformación de la figura del ídolo: el artista iluminado sobre un escenario, el que es aplaudido, ovacionado y admirado. “La figura de los artistas que están arriba del escenario que tienen muchísimo poder. Sabemos que ese poder frente a las menores de edad es todavía mayor”, indica Cesteau. El carnaval también tiene la particularidad, entre otros ámbitos culturales, es que los ídolos tienen tres meses de luz . “Una zafra en el verano donde se pintan la cara, se suben al escenario, se ponen unos brillos, y son casi dioses”, agrega.

Hernández señala además el pacto corporativista, la cofradía entre varones, que planteó la antropóloga Rita Segato. “Al ser barras de varones, la masculinidad tiene que estar constantemente recibiendo el título de de macho”, sostiene. “El Carnaval es un escenario privilegiado porque hay una competencia de barras de varones en la que hay iniciaciones de todo lo que tiene que ver con los rituales de masculinidad. Indudablemente que también entra lo que tiene que ver con el abuso y nos podemos encontrar con rituales de iniciación a varones que están naturalizados y hay que desmontar”.

La construcción de las masculinidades en el contexto de Carnaval, según las especialistas, también están asociadas a situaciones de abusos en muchos casos

La noción de cofradía también viene con un pacto de silencio. “El Carnaval tiene ese plus de brillantina y de bambalina que le dan en este proceso de construcción de masculinidad ciertos permisos, ciertas licencias que se dan cuando de alguna manera estás tenés la posibilidad de hacer lo que lo que quieras con las personas que están alrededor”. 

Scavino también apunta al vínculo entre el Carnaval, la política y la cultura: “Esta genealogía de los varones en el ámbito público siendo quienes están habilitados socialmente para criticar, para pensar sobre la política siendo los principales protagonistas. Expulsando explícitamente la participación de las mujeres”. La violencia, sostiene la socióloga, no se genera sola y no es algo abstracto: es una práctica que se reproduce, que se festeja y que se genera de forma grupal.

Los 38 conjuntos que participarán del Concurso Oficial de Carnaval 2022 ya se definieron. Queda por responder en qué lugar quedan las voces de las Colombinas que empezaron una revolución desde el interior de la fiesta popular más grande del país.

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