El presidente de la República, pragmático como político, negociador por excelencia, articulador de internas y desorganizado en su forma de ser y gestionar, institucionalizó el “como te digo una cosa te digo la otra”. Con esa afirmación justificó que podía decidir algo, anunciarlo públicamente y pocas horas después desandar el camino y hacer exactamente lo contrario a lo que había dicho.
Lo hizo varias veces a lo largo de su gestión sin mayor autocrítica y todo indica que seguirá actuando igual. El presidente avisó que no tiene problemas en poner marcha atrás cuando una decisión que tomó no le convence.
La oposición le criticó esa forma de conducción. Según blancos y colorados, genera inestabilidad.
Pedro Bordaberry se quejó porque el país era manejado como “un boliche” y Jorge Larrañaga afirmó que los cambios del presidente “nos deja a todos más boleados que paisano en pista de ballet”.
Incluso en el Frente Amplio fue criticado por las marchas y contramarchas. El caso más notorio fue cuando un día anunció que mantendría a su equipo de ministros y al otro día destituyó al ministro de Turismo, Héctor Lescano. Ese hecho deterioró las relaciones con el Frente Líber Seregni del vicepresidente Danilo Astori. Lescano era también un hombre de Tabaré Vázquez en el Consejo de Ministros. Mujica, haciendo oídos sordos, siguió actuando igual.
El último episodio fue con Alas Uruguay.
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