Mundo > Análsis
Los retos del balotaje chileno
Piñera y Guillier enfrentan el enorme desafío de captar nuevos votantes
Tiempo de lectura: -'
26 de noviembre de 2017 a las 05:00
Las encuestas de las elecciones chilenas en primera vuelta acertaron en el resultado general, pero no en la letra chica que será clave para el balotaje del 17 de diciembre entre el candidato de centro derecha, el opositor Sebastián Piñera, y el de centro izquierda, el oficialista Alejandro Guillier.
Ambos postulantes enfrentan el enorme desafío de captar nuevos votantes, pero apoyados por fuerzas políticas ubicadas en los extremos del espectro político, que recibieron una votación mucho mejor de lo que anticipaban los sondeos de opinión.
El expresidente Piñera –que obtuvo el 36,6% de los sufragios, casi 10 puntos porcentuales menos de lo que proyectaban las encuestas– dijo esta semana que intentará captar a los ciudadanos de "centro moderado" para ganar a Guillier en segunda vuelta.
Pero el primer aliado de Piñera proviene de una derecha extrema que reivindica in totum al gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, que obviamente espanta al voto del "centro moderado".
El excandidato presidencial ultraderechista, José Antonio Kast –con casi 8% de la votación–, que durante la campaña reivindicó abiertamente el ideario pinochetista, que está en contra del aborto, a favor de cerrar las fronteras a los inmigrantes y del porte masivo de armas para enfrentar a la delincuencia, se sumó en estos días al comando electoral de Piñera.
El discurso de Kast, que nada tiene que envidiar al de la derecha populista europea, está muy alejado de las posiciones moderadas que necesita Piñera de cara al balotaje.
Guillier está en una situación similar, aunque enfrenta un cuadro más complejo porque debe lograr el respaldo de un ascendente Frente Amplio (FA), formado por movimientos de izquierda y algunos de los líderes de las protestas estudiantiles, que tiene una poderosa llave para la segunda vuelta, al haber conquistado un sorpresivo 20% –alrededor de dos puntos porcentuales menos que el candidato oficialista–.
Guillier recibió ya el apoyo del partido Demócrata Cristiano y de Marco Enríquez-Ominami, en su objetivo de crear un frente "todos contra Piñera", pero Beatriz Sánchez, la líder del FA, dará una respuesta el miércoles 29.
El exitoso conglomerado de izquierda radical o populista, nacido en marzo, enfrenta un enorme dilema porque entre sus votantes se encuentran los jóvenes críticos de la política tradicional y ciudadanos desencantados del socialismo que representa Michelle Bachelet.
Si apoyan al candidato que promete la continuidad, podrían decepcionar a una base importante de sus votantes y perder fuerza de cara a las elecciones de 2021; pero, en caso contrario, pueden convertirse en la fuerza política responsable de que Piñera vuelva al poder.
Sánchez, a quien en estos días felicitó el secretario general del español Podemos, Pablo Iglesias, ha levantado las banderas anticorrupción y antiglobalización, y pide cambios a la política económica.
Entre los planteos más controvertidos, se destaca la supresión de las Administradoras de Fondos de Pensiones a favor de un sistema estatal de jubilaciones.
Es por eso que un acuerdo entre ambas izquierdas también tendrá un precio para la fuerza oficialista, si es que retiene el gobierno.
A Piñera y a Guillier los separa la ideología, pero los une las dificultades que enfrentan para llegar al Palacio de la Moneda.
Ambos postulantes enfrentan el enorme desafío de captar nuevos votantes, pero apoyados por fuerzas políticas ubicadas en los extremos del espectro político, que recibieron una votación mucho mejor de lo que anticipaban los sondeos de opinión.
El expresidente Piñera –que obtuvo el 36,6% de los sufragios, casi 10 puntos porcentuales menos de lo que proyectaban las encuestas– dijo esta semana que intentará captar a los ciudadanos de "centro moderado" para ganar a Guillier en segunda vuelta.
Pero el primer aliado de Piñera proviene de una derecha extrema que reivindica in totum al gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, que obviamente espanta al voto del "centro moderado".
El excandidato presidencial ultraderechista, José Antonio Kast –con casi 8% de la votación–, que durante la campaña reivindicó abiertamente el ideario pinochetista, que está en contra del aborto, a favor de cerrar las fronteras a los inmigrantes y del porte masivo de armas para enfrentar a la delincuencia, se sumó en estos días al comando electoral de Piñera.
El discurso de Kast, que nada tiene que envidiar al de la derecha populista europea, está muy alejado de las posiciones moderadas que necesita Piñera de cara al balotaje.
Guillier está en una situación similar, aunque enfrenta un cuadro más complejo porque debe lograr el respaldo de un ascendente Frente Amplio (FA), formado por movimientos de izquierda y algunos de los líderes de las protestas estudiantiles, que tiene una poderosa llave para la segunda vuelta, al haber conquistado un sorpresivo 20% –alrededor de dos puntos porcentuales menos que el candidato oficialista–.
Guillier recibió ya el apoyo del partido Demócrata Cristiano y de Marco Enríquez-Ominami, en su objetivo de crear un frente "todos contra Piñera", pero Beatriz Sánchez, la líder del FA, dará una respuesta el miércoles 29.
El exitoso conglomerado de izquierda radical o populista, nacido en marzo, enfrenta un enorme dilema porque entre sus votantes se encuentran los jóvenes críticos de la política tradicional y ciudadanos desencantados del socialismo que representa Michelle Bachelet.
Si apoyan al candidato que promete la continuidad, podrían decepcionar a una base importante de sus votantes y perder fuerza de cara a las elecciones de 2021; pero, en caso contrario, pueden convertirse en la fuerza política responsable de que Piñera vuelva al poder.
Sánchez, a quien en estos días felicitó el secretario general del español Podemos, Pablo Iglesias, ha levantado las banderas anticorrupción y antiglobalización, y pide cambios a la política económica.
Entre los planteos más controvertidos, se destaca la supresión de las Administradoras de Fondos de Pensiones a favor de un sistema estatal de jubilaciones.
Es por eso que un acuerdo entre ambas izquierdas también tendrá un precio para la fuerza oficialista, si es que retiene el gobierno.
A Piñera y a Guillier los separa la ideología, pero los une las dificultades que enfrentan para llegar al Palacio de la Moneda.
