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Los sueños de Calleros: de dormir en una colchoneta en el piso a líder del Clausura

El volante de Plaza Colonia, que se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para ir a entrenar, se crió en el hogar de un padre obrero de la construcción y una madre que cuidaba enfermos
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24 de septiembre de 2019 a las 05:04

Yvo se levantaba todos los días a las 5 de la mañana. Allá salía de su casa en los crudos inviernos a tomarse el ómnibus de Berrutti que lo llevaría desde Carmelo al Prandi.

Cuando llegaba, muchas veces en medio de la oscuridad, se iba derecho al vestuario donde tiraba una colchoneta en el piso para acostarse a dormir a la espera de que llegara la hora del entrenamiento.

La jornada no terminaba con el entrenamiento. Había que volver. Muchas veces lo hacía parado en el ómnibus porque volvía completo. Era un viaje de hora, hora y media, donde llevaba a cuestas el cansancio del entrenamiento o algún golpe. Cuando llegaba a Carmelo se iba derecho a estudiar.

El sacrificio es la constante en la corta carrera futbolística de Yvo Calleros, uno de los volantes del deslumbrante Plaza Colonia. Un sacrificio transmitido desde las entrañas de la familia. Su padre trabajaba en la construcción. Su madre cuida a personas enfermas. Vivieron siempre con lo básico y necesario.

“Siempre les pedía los zapatos de fútbol y una pelota. Mis viejos hicieron un sacrificio enorme. Siempre tirando para adelante. Desde el baby fútbol me acompañaron siempre”, contó Calleros a Referí.

La historia se empezó a escribir en el baby del club Artigas de Carmelo para pasar luego, en cancha grande, al Esparta donde jugó un año y medio. Es que un día aparecieron unos compañeros del baby con quienes también jugaba en la selección de Carmelo que lo invitaron a probarse en la Sexta (Sub 14) de Plaza Colonia. “Fui a probar y me quedé, me gustó el lugar, como se manejaban y ahí arranqué en Plaza hace seis años”, expresó el volante de 21 años.

Fue entonces cuando comenzó a viajar diariamente de Carmelo a Colonia en ómnibus. No fue el único sacrificio. También comenzó a desfilar de hogar en hogar en procura de beneficiar el descanso.

Cuando lo ascendieron a Cuarta división, tomó la decisión de radicarse en Colonia. “Con tres compañeros alquilamos una casa porque se me hacía complicado con los viajes. Era un sacrificio y no podía descansar bien porque tenía que andar arriba de los ómnibus”, expresó el volante.

Posteriormente tomó la decisión de irse a vivir solo y cuando lo subieron al primer equipo se quedó en la casita del club.

De aquel día del ascenso no se olvida más. El entonces entrenador de la Tercera, Mario Szlafmyc, fue confirmado para asumir la conducción del primer equipo y un día lo llamó para decirle que lo iba a subir a primera junto a dos de sus compañeros, Iván Salazar y Elías Oyola.

“Realizamos toda la pretemporada y me hizo debutar contra Central Español en el Palermo por el campeonato de la B. Pah, tenía una ansiedad. Y me acordé de todo el sacrificio que había hecho para llegar a ese momento”, contó a Referí.

En Primera división le tocó debutar de lateral izquierdo ante Cerro. Recién cuando se fue Szlafmyc le tocó jugar en su puesto de volante central cuando el actual entrenador Matías Rosa lo colocó en esa posición.

Cuando le tocó, por su mente pasaron las innumerables experiencias vividas en Plaza.

Como la vez que por generar problemas en una final de Quinta división, el gerenciador Manta los mandó a pintar las tribunas del Prandi. La historia la empezó a contar el propio Manta a Referí.

“Me acuerdo que el día de aquella final llamé por teléfono y un directivo me dice: ‘el partido está muy picado’. Y le digo, te pido por favor que no se arme lío. Ganamos pero fue una guerra. Al otro día voy al vestuario de formativas y era una fiesta. Estaban celebrando el campeonato. Entonces me fui a una barraca, compré 10 brochas, cal y les hice pintar toda la tribuna”.

Manta llegó con el pedido y antes de retirarse les dijo a los juveniles: “¡Hasta que no terminen la tribuna no entrenan! ¿Les gusta pelear? Boxeo no enseñamos acá”, se dio media vuelta y se fue.

Calleros dice que de esas cosas se aprende. “El partido terminó en pelea y nos suspendieron la cancha además de una multa económica. Manta nos hizo pintar la tribuna. Otra vez nos hizo vender pollos. Y los encajé tocando puerta a puerta. Se vendía una rifa y el ganador pasaba por la cancha de Plaza y se llevaba el pollo”, contó entre risas.

Calleros disfruta el momento del club que comparte el primer puesto de la tabla del torneo Clausura con Nacional.

“Siempre me trataron bien, con humildad, con respeto, me siento como en casa y luego de tanto esfuerzo este momento se disfruta”.

Yvo sigue adelante con su consolidación. Como todo jugador sueña con algún meter un pase que le cambie la vida. Entre sus metas está “devolverles a los viejos un poco de todo lo que me dieron en la infancia y en la juventud. Ellos alquilan y me gustaría poder comprarles una casita. Devolverles algo me reconfortaría mucho”.

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