El brote del covid-19 en China y su rápida propagación por el mundo aceleró una serie de procesos inevitables que llegaron para quedarse. El futuro del trabajo largamente discutido en foros y editoriales de pronto se instaló como una realidad inevitable, aquí y en el resto del planeta. La ola del coronavirus se volvió un tsunami que la sociedad contemporánea deberá sortear con astucia si no quiere morir ahogada.
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