Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÓNICA

Maroon 5 no dejó sentarse al público uruguayo: así fue el show de la banda en el Centenario

La banda estadounidense tocó por primera vez en Montevideo y ofreció una catarata de hits bailables sin demasiados aderezos
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11 de marzo de 2020 a las 10:52

Prohibido sentarse. Esa fue la única demanda, la única regla establecida por el vocalista y líder de Maroon 5, Adam Levine, durante su show en Montevideo, el martes 10 en el Estadio Centenario. Y se cumplió a rajatabla.

Claro, a los músicos estadounidenses que se encontraron por primera vez con el público local los ayuda que traen consigo una avalancha de hits pop, una sucesión de estribillos pegadizos, melodías bailables y ritmos que exigen una enorme fuerza de voluntad para no ponerse, al menos, a golpear el suelo con los pies.

Hasta no hace tanto, el estereotipo decía que el público uruguayo era serio, tímido, amargo, incluso. Por suerte eso ha cambiado, y ya no hay miedo en ponerse a bailar, saltar, cantar a gritos, sacudir los brazos de un lado a otro y manifestar abiertamente su cariño y alegría por recibir a ídolos musicales que hasta no hace tanto pasaban de largo por Uruguay.

Más de 15.000 personas ocuparon casi toda la tribuna Olímpica, desde niños que se cantaban de punta a punta los temas hasta grupos de señoras cincuentonas, aunque la mayoría eran jóvenes. Luego de un pequeño tumulto antes del inicio del show de la banda, ya que una sobreventa en el tercer anillo obligó a reacomodar al auditorio a las corridas, la multitud casi no tuvo respiro a lo largo de las dos horas de show, que abarcó 20 canciones.

Y sin respiro fue la cosa porque la banda liderada por Levine no deja espacio entre las canciones. Son una ametralladora pop que suelta un tema atrás de otro para no dejar caer la euforia que domina todo el espectáculo. Canciones divertidas e imposibles de ignorar como This Love (con la que abren el show, luego de que Levine haga un solo de guitarra como obertura), Payphone, Moves like Jagger, Lucky Strike, Animals o Sugar. Los exitazos abundan, salpicados por las canciones de Red Pill Blues, el disco más nuevo del septeto californiano.  

Nada funcionaría igual si al frente de la banda no estuviera Levine. El cantante de 40 años es un verdadero frontman. Y efectivamente, tiene los moves like Jagger: corre, salta, va, viene, vuelve a ir, avanza hasta el borde de la pasarela que se mete en la platea para arengar al público, baila, agita, se calza una guitarra rosa con la imagen de Hello Kitty. Levine no para y no deja parar al resto. Es el que se roba las miradas, y por un momento se podría pensar que es un espectáculo solista.

Pero es la dinámica que el grupo ha elegido: el cantante comandando la noche, el guitarrista James Valentine como segunda espada, y el resto del grupo en el fondo. “Lo hablamos hace mucho tiempo  y decidimos que yo resaltaría, por nosotros, no por mí ni por mi ego. Queríamos que hubiera un frontman”, explicó en una entrevista con el USA Today Levine allá por 2012.

El cantante cumple ese rol con solvencia y eficacia, moviendo la cadera y cantando en falsete. Hasta saca una faceta más melosa en los bises, cuando solo junto a Valentine entonaron una versión acústica de Won’t go home without you (elegida por el público gracias al viejo y querido aplausómetro, en detimento de Lost stars), y el inicio de otro hit más, el primero de la banda: She will be loved.

El grupo cierra su repertorio con su éxito más reciente, Girls like you. Y la sensación que queda es que por más que haya disfrute y diversión durante todo el rato, falta un poco de sal y pimienta en el show. Las canciones son energía pura, la banda suena a la perfección y se nota que son músicos talentosos, Levine es todo magnetismo y carisma. Todo es correcto, incluso hasta demasiado.  Pero queda en el fondo una sensación de trámite. De producción en serie. Falta esa chispa que hace que uno se acuerde durante el resto de su vida de lo que vio.

De todos modos, fue una noche de disfrute y fiesta. Y eso no es nada menor. Es por lo que uno paga los miles de pesos que sale una entrada. La despedida fue con un “esta no será la última vez” de Levine. La decisión no es solo de la banda, sino que entran en juego elementos económicos y coyunturales. Pero a partir de anoche hay una banda más en el mundo que sabe que en Montevideo hay una audiencia cálida y dispuesta a pasar un buen rato. Y eso tampoco es menor.

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