En 2012, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Sebastián Giendziski, productor rural de Cuenca del Salado (provincia de Buenos Aires) decidió migrar a Uruguay con su familia para trabajar en el campo. En Argentina trabajaba con un rodeo vacuno y replicó la actividad en un campo cercano a Tres Islas, en Cerro Largo, a poco más de 20 kilómetros de Fraile Muerto.
Comenzó con un proyecto de recría de vacunos. Antes de llegar a Uruguay “no tenía la menor idea de qué eran los ovinos, porque en Argentina las majadas son chicas y no tienen un gran interés comercial”, contó a El Observador.
Con el paso de los años su interés por generar más renta por superficie ganadera aumentó, y en miras de incrementar la rentabilidad de su negocio, habló con un operador del mercado ganadero de Tacuarembó y compró sus primeros ovinos.
Empezó trabajando con una majada Corriedale, luego pasó a la raza Merino, con una producción de lana grifa verde de 19 micras, y hace poco tiempo compró además unos lotes de Texel, con miras de producir carne para la industria.
A lo largo de los años la relación vacuno-ovino “cambió muchísimo” en el campo de Sebastián. El ovino “empezó siendo bastante marginal, para empezar a testear, y hoy pisa fuerte”, indicó.
Actualmente tiene el objetivo de trabajar con una majada de entre 2.000 y 2.500 animales por año y un rodeo de 750 vacunos.
Diversificó la producción y le fue bien, pero en el camino se enfrentó a una situación que nunca había vivido, un flagelo que sufren los productores rurales muy frecuentemente: los ataques de jaurías a las majadas.
En los últimos tres años, la majada de este productor tuvo cinco ataques de perros. En la última oportunidad, los canes, que según descubrió llegaron a su campo desde el pueblo Tres Islas, mataron a 60 ovejas.
“Conocía el abigeato, pero algo así no había vivido nunca. Es un tema que desmoraliza mucho y es un gran problema. Cuando ves un ataque hay animales muertos y otros heridos que terminan muriendo después. Es difícil de controlar y no le he podido encontrar la solución”, mencionó.
En los primeros ataques los perros ingresaron al campo por el fondo. El productor acercó la majada al casco de la casa y, aún así, los ataques se siguieron dando.
En la zona cercana a Fraile Muerto los ataques de perros son algo frecuente. En un campo cercano al de Sebastián, propiedad de Pedro Scremini, en un solo mes hubo cuatro ataques de perros a ovinos que dejaron una pérdida económica cercana a los US$ 4.000.
Para Sebastián es importante dar a conocer estos ataques “para sensibilizar a la gente”, porque, según comentó, el problema se da porque “no hay mucha conciencia, es una triste realidad”. Los ataques de perros están asociados a la tenencia irresponsable de los perros.
El productor opinó que es necesario atender este problema rápidamente, y agregó: “Hasta que no se toque el bolsillo de los dueños de los peros es algo que no tendrá solución”.
“A veces te desmotivas, pero no es la respuesta. Debemos pensar en una solución, porque el ovino es lo que más da mano de obra. Nosotros vivimos de esto, es lo que paga nuestra comida y el colegio de los chicos”, reflexionó el productor y aseguró que no quiere abandonar la actividad pese a la difícil situación.
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