Ni cara ni cruz

Que la norma no es buena no queda ninguna duda, como tampoco queda duda alguna que hasta que se discutió el proyecto de ley la pequeñísima población trans en Uruguay estaba totalmente invisibilizada y condenada a vidas efímeras, llenas de dolor y sufrimiento.

El contenido de la ley aprobada en el Parlamento uruguayo es un jarabe compuesto por diversos componentes de pensamiento, ideologías, teorías científicas muy cuestionadas y reivindicaciones políticas. Algunos artículos son lógicos y justos, otros no. En el contenido de la ley se mezcla además la perversa ideología de género con la necesidad urgente de que la minoría trans en Uruguay sea correspondida por una protección que nunca tuvo en toda la historia. 

Es una ley polémica, que beneficia hoy a una población apenas superior a las 800 personas en un momento de la historia de la humanidad donde hay cambios, ajustes y transformaciones que incluyen la necesaria visibilidad y reivindicación de minorías olvidadas por la sociedad, cuyas causas son lamentablemente objeto de manipulación por grupos ideológicos.

Al igual que cuando se discutió la ley, la campaña por el referéndum para derogar la ley liderada por el político nacionalista Carlos Iafigliola volvió a poner el tema arriba de la mesa y poco a poco elevó la atención de la ciudadanía por un tema sumamente complejo.

Porque en este mundo binario, donde parece que siempre hay que tomar posición por A o por B con la aparición inmediata del dedo acusador por tener que asumir de qué lado estás, esta ley es el botón de la muestra. Es una ley muy mala que obliga a tomar posición. No hay duda de que mereció una discusión parlamentaria mucho mayor para el bien del Uruguay, pero sobre todo de la propia población trans. No debería ser cara o cruz. 

Se puede estar a favor de muchos artículos, tener dudas sobre algunos y estar totalmente en contra de otros. Pero la cuestión no es entre discriminadores y no discriminadores. Es algo mucho más complejo y debería ser sin condicionamientos ni prepotencias de ningún tipo de las partes enfrentadas que los uruguayos deberán decidir. 

El artículo referente a la hormonización de menores de edad sin consentimiento de los padres es probablemente el más controvertido. Pero también se ha discutido si es oportuno otorgar un porcentaje de los empleos públicos a esta población, y hasta que el Estado pague las intervenciones quirúrgicas genitales, que no son un tratamiento médico. 

Pero el fondo de la cuestión es la intención subterránea que subyace en algunas definiciones y el espíritu de algunos artículos que pulverizan las justas reivindicaciones de esta población para introducir variables esenciales que afectan los cimientos de nuestra Constitución, del Código de la Niñez y hasta del sentido común. 

El 4 de agosto es la población uruguaya la que tendrá la posibilidad de decidir si se da la oportunidad de votar para ratificar o derogar la ley. A fin de cuentas, es el ejercicio de la democracia en las urnas lo que nos hace más libres como personas y como país. Que cada uno se informe adecuadamente y luego exprese lo que le dicta su conciencia. Es una pena que si se habilita el referéndum haya que votar Sí o No. La cuestión es mucho más compleja.