Las embarcaciones suelen llevar consigo varias especies de pasajeros: distintos animales marinos, como mejillones y otros bivalvos, se adhieren al casco del barco y viajan con él. Así, pasan a formar lo que se conoce en inglés como fouling.
Pero un caracol en particular ha elegido una manera más natural de desplazarse por las aguas del mundo. La
Rapana venosa, una especie originaria de Asia, optó por el caparazón de la tortuga marina verde como medio de transporte.
Estos quelonios que habitan el Río de la Plata y otras partes del mundo, se han afianzado en la
lista roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, por culpa de estos caracoles asiáticos.
Si bien la
Rapana es una especie invasora que llegó al Atlántico Sur a finales de la década de 1990, estos caracoles se han convertido en una suerte de “mochilas indeseadas” para las tortugas verdes desde 2004, año en que ambas especies comenzaron a interactuar.
Este tipo de invasiones son difíciles de controlar. Volver al estado natural, ya no vamos a volver”, dijo Cecilia Lezama, bióloga e integrante de la ONG Karumbé
Ese año un grupo interdisciplinario de profesionales de la
ONG Karumbé, entre otras instituciones, empezaron los registros de esta dupla, que se extienden hasta julio de 2011.
En un
artículo publicado online en la revista científica Biological Invasions, los autores realizan un primer acercamiento al problema, con la intención de servir de puntapié inicial a una investigación más sistemática. También buscan “advertir a la comunidad científica sobre la situación”, explicó la bióloga Cecilia Lezama, una de las autoras del estudio.
En el informe, los investigadores recogen unas 33 tortugas verdes del Río de la Plata hasta la bahía de Maldonado, en las que encontraron desde una sola
Rapana adherida al caparazón hasta una colonia de 49 de dichos caracoles versátiles, que luego de llegar a esta zona asistidos por el hombre (de forma accidental) se adaptaron de inmediato y se expandieron.
Demasiado peso
Los investigadores registraron algunas colonias de caracoles sobre un caparazón, equivalentes al 20% del peso de la tortuga. Incluso pesos menores pueden llevar a la muerte del animal, ya que disminuye su flotabilidad y se ahoga.
“Se da vuelta”, resumió Lezama, quien explicó que las costillas de las tortugas se encuentran “pegadas” al caparazón, por lo que estos animales no pueden estar boca arriba mucho tiempo, ya que sus órganos vitales aplastan a los pulmones.
Por otra parte, el quelonio pierde su hidrodinámica y nada más lento. Además, la presencia de la
Rapana daña el caparazón. La bióloga aclaró que aún no saben de qué manera se producen estas heridas, pero que este caracol tiene “un pie muy musculoso”, por lo que no basta con removerlo de la tortuga, ya que el daño persiste.
Lezama aclaró que estos caracoles no solo atacan a las tortugas sino que predan sobre las poblaciones de mejillones, poniendo “en juego un sector comercial importante en el país”.
Por qué se suben
En Uruguay, la población de tortugas verdes pertenece al “estadio joven”, explicó la bióloga. Son ejemplares que aún no han entrado en la edad adulta y que están aquí para desarrollarse y alimentarse. Más tarde, cuando las temperaturas bajan y comienza el invierno, algunas migran a aguas más cálidas, mientras que otras prefieren brumar. Estas últimas entran en una etapa de “aletargamiento”, similar a la hibernación de los mamíferos.
(Este primer estudio busca) advertir a la comunidad científica sobre la situación”, explicó Lezama
Una de las teorías que manejan los investigadores es que durante esta fase la
Rapana confunde a la tortuga con un sustrato, es decir, se sube a ella porque cree que es una piedra.
Un hecho que respalda esta hipótesis es que las tortugas verdes que han encontrado con ejemplares de
Rapana a cuestas “están más gorditas, más saludables”, y esto tal vez se deba a que se encontraban brumando. No obstante, el sentido común diría que las tortugas invadidas por estos caracoles deberían verse más débiles y delgadas. “Aún nos queda estudiar el fitness de las tortugas en este sentido”, señaló Lezama.
Por otro lado, también podría existir otra razón, como alguna atracción química que lleve al caracol a elegir el caparazón de estas tortugas. Y, lo que sería peor: que se esté alimentando de ellas.
Nuevas pistas
Entender el porqué de esta interacción es el próximo paso de este estudio, que llevará a comprender otras cuestiones. Por ejemplo, identificar mejor a los caracoles que colonizan a las tortugas ya que, en otras partes del mundo, las
Rapana jóvenes suelen estar en las rocas, y los adultos, bajo el fango.
Recientemente, el equipo encontró una tortuga verde con estos caracoles en una playa de La Paloma, Rocha, lo que podría indicar que la especie invasora se está expandiendo en la zona. Hasta el momento, solo llegaban hasta Punta del Este.
Más y nuevos registros podrían determinar si esto efectivamente es así o si esta tortuga en particular acarreó a los caracoles desde otro lugar.
Soluciones a la vista
Comercializar el caracol es una de las soluciones que Lezama planteó para comenzar a controlar la expansión de la especie invasora. “En Asia, el plato gusta mucho”, dijo, aunque opinó que el uruguayo es “más reacio a probar cosas nuevas”.
A su vez, un mecanismo de control natural es la tortuga cabezona, que preda sobre los caracoles. Pero esta también es una especie en peligro de extinción, y jamás sería suficiente. “Volver al estado natural, ya no vamos a volver”, vaticinó la bióloga.
Por lo que la opción más próxima es seguir investigando. Continuar en la búsqueda de los porqués y los cómo, para dar un paso por vez. Y así, tal vez, quitar a las tortugas un peso del caparazón.