Peñarol sigue sin aparecer, continúa estancado en un momento pobrísimo con la pelota, y en el que las variantes a las que sistemáticamente apuesta su entrenador, Mauricio Larriera, no funcionan. Es una máquina sin motor.
Es muy difícil encontrar a un jugador actual de este plantel que pueda marcar la diferencia y mucho más aún, que pueda suceder eso con ese mismo profesional en dos partidos seguidos.
Los equipos que no presionan la salida del rival, están atrasados en su fútbol. Y este Peñarol está atrasado, pero no solo por eso. Es un conjunto de voluntades que no encuentran una idea de juego para plasmar. Y eso queda patente en cada uno de sus encuentros.
Porque no es algo que solo se vio en este juego ante Cerro Porteño. Esta temporada fue pobrísima para el equipo.
¿Que hay un montón de factores que coadyuvan a ello? ¿Que se fueron varios futbolistas que podían hacer la diferencia? ¿Que llegaron otros que no dieron en la talla? Todo es cierto. Pero la realidad se ve en la cancha y la obligación del periodista es transmitir lo que ve, lo que muestran los 11 que visten la camiseta de Peñarol, que con el mismo técnico -y otros jugadores (ya fue dicho muchas veces anteriormente y en este análisis)- fue semifinalista de la Copa Sudamericana del año pasado.
Pero no solo eso, sino que lo hizo jugando muy bien y con el mismo técnico, este que sigue sin encontrarle la vuelta al equipo como lo reconoció hace 10 días.
Peñarol no presionó, no lo atacó a Cerro Porteño, un adversario que apenas mostró algún atisbo de juego en los 90 minutos y que le regaló gran parte de la cancha.
Larriera colocó un doble ‘9’ en los últimos 15, cuando los paraguayos se entregaron y no jugaban siquiera de contragolpe, no pasaban la media cancha. Pero los centros fueron todos mal tirados, faltaron fundamentos futbolísticos de los lanzadores, sobre todo, de Pablo Ceppelini.
El volante es uno de los puntos más flacos de este equipo, por más que es el goleador en lo que va de esta pobre temporada. Ceppelini puede mucho más de lo que ha mostrado en este 2022.
El equipo se mostró mal en defensa, sobre todo, por los laterales, flojo en el mediocampo con Damián Musto desbordado y el chiquilín Rodrigo Saravia quien demostró que le falta rodaje en el plantel principal.
Fueron muchas las falencias del equipo que solo tuvo dos atajadas notables de Kevin Dawson que le alcanzaron para ser el mejor.
El técnico le dio ingreso a Walter Gargano -quien llegó con lo justo y por eso fue suplente- y a Lucas Viatri a los 53 minutos, pero la presión ofensiva seguía sin aparecer.
Lo que le tiene que haber quedado claro a Peñarol es que perdió ante un rival que casi no lo atacó, que también fue flojísimo, que lo esperó, sobre todo, en el segundo tiempo.
Terminó con Rodrigo Bentancourt y Lucas Viatri arriba y entró Máximo Alonso -quien no juega en el fútbol local, pero sí le dio la chance en lo internacional- y mostró jugadas distintas, algún desborde, y ganas de ser titular o de ganar minutos. Como que quiso demostrarle a Larriera que lo debe tener en cuenta.
Pese a terminar con un doble ‘9’, los centros de Pablo Ceppelini y de otros compañeros, casi siempre fueron mal ejecutados.
El equipo está estancado y fue otro mal partido de Peñarol. Larriera sigue sin dar en la tecla con las variantes y el plantel -el verdadero protagonista- no reacciona.
Si bien le quedan tres partidos -dos de ellos, como local-, las chances en la Copa Libertadores están complicadas. Pero no están complicadas desde las matemáticas, sino desde lo futbolístico. Si esto no cambia a corto plazo, hasta la clasificación -como tercero del grupo- a la Copa Sudamericana, está en peligro.
Matías Aguirregaray, bajísimo, -se quedó en la jugada del gol rival-, no tiene la potencia con la que contaba en su anterior pasaje por el club. Edgar Elizalde también se sumó a la pobreza de los laterales y ninguno de los dos se sumó a la ofensiva. Un equipo no se puede dar el lujo de no contar con laterales que desborden y lleguen arriba con criterio.
Los últimos 15 minutos, Cerro Porteño decidió no cruzar más la media cancha y empezaron a llover centros de Peñarol, pero esa propuesta no surtió efecto.
Peñarol hace tiempo que viene jugando mal, incluso le ganó a Olimpia sin mostrar prácticamente nada, pero allí lo importante era ganar de cualquier forma, como lo hizo.
El tema -grave- es que se está acostumbrando a jugar así. Sin juego colectivo, tiene problemas de generación desde que comenzó esta temporada.
La Copa se puso en subida para Peñarol. Una subida prolongada que le costará sortear si en un breve lapso, no cambia radicalmente su forma de jugar.
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