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The White Lotus 2 volvió y no defraudó: la estadía incluyó sátira, tensión y se metió entre las mejores series del 2022
The White Lotus pasó rápido de ser un comodín pandémico de HBO, a convertirse en una de las cartas de presentación de esa plataforma, así como una de las series más populares, premiadas y elogiadas de los últimos meses. En parte, las gracias hay que dárselas a Mike White; el creador, guionista y director de esta producción entendió por dónde debían ir los tantos a la hora de plantear la sátira que tenía en mente, y no se equivocó. En su segunda temporada, que terminó hace poco más de una semana y que desde ese momento se puede ver de forma completa en HBO Max, consolidó una marca, un relato y una apuesta: la de que, incluso cuando el sentimiento inmediato quizás sea el rechazo, al final tener a un puñado de yankees obscenamente ricos teniendo problemas en distintos rincones del paraíso siempre nos terminará generando curiosidad y, en el caso de esta serie, conquistándonos completamente.
Desde el principio The White Lotus se asumió como una serie antológica y así permanece, incluso a pesar de que algunos personajes se mantengan y ciertas líneas narrativas tengan continuidad. Esto significa que cada temporada implica un recambio general de historias, vínculos, personajes, líos y, sobre todo, locación. En este caso, la segunda temporada repite los personajes de Jennifer Coolidge —Tanya, una atolondrada heredera ricachona, favorita del público y el personaje que puso a la mamá de Stifler de nuevo en el primer plano— y Jon Gries, pero el escenario se transforma radicalmente: del ostentoso resort hawaiano que albergó a la primera entrega, acá pasamos al opulento hotel que la ficticia cadena The White Lotus mantiene en las cosas de Taormina, una ciudad siciliana ubicada a los pies del monte Etna, el gigantesco volcán en actividad que domina el extremo sur de la bota italiana.
El cambio de locación va en consonancia, según el propio White, de los temas que esta segunda temporada quería plantear. Si la primera buscaba ensalzar las dinámicas en torno al dinero, esta nueva entrega tiene a la pasión, la seducción y el sexo como motores narrativos. Tiene lógica, entonces, que sea entre los impresionantes paisajes sicilianos, entre los palazzos y la sombra del volcán en erupción, que los problemas en torno a estos temas (y las hormonas) estallen.
En ese contexto, los huéspedes —además de la mencionada Tanya y su esposo, así como una asistente personal que se suma y que será clave para esta historia— serán dos parejas de amigos donde los celos se ocultan bajo capas de cordialidad artificial —entre los que destaca la maravillosa Aubrey Plaza—, así como también un padre, abuelo e hijo que buscan escapar de una realidad familiar en Estados Unidos algo asfixiante. En su segunda parte, en tanto, el personal del hotel de turno no tiene la preponderancia que sí tenía en la primera, pero ese lugar lo ocupan dos escort locales que, entre negocios y vacaciones, tendrán algún que otro encontronazo con los mencionados alojados, así como también un grupo de misteriosos millonarios radicados en Sicilia que ocultan algunas cosas de cara al fin de temporada.
En el marco de una serie que plantea el hallazgo de un cadáver en sus primeros minutos, y luego reconstruye el camino hasta llegar a ese desenlace conocido —aunque mantiene, eso sí, la identidad del finado en secreto—, esta segunda entrega de la serie de White se antoja decididamente más oscura que la primera, aunque siempre con esa suerte de humor asordinado y cínico que, a caballo de la decisión de ser una serie eminentemente satírica, la ha caracterizado. En esa línea, los personajes de esta temporada parecen ser más ruines, lidian con problemas más pesados —la depresión, la trata de personas, el asesinato— y sufren algo más que los que pasaron sus vacaciones en Hawaii. Y todo esto se tamiza a la perfección con la música de Cristóbal Tapia de Veer, que reformuló el tema principal de la serie creado por él mismo y lo convirtió en una de las composiciones del año. Nunca dolió tanto omitir la introducción que en esta serie.
En su segunda entrega, The White Lotus probó que no fue un fenómeno aislado que sirvió para ocupar la grilla de HBO mientras la producción de las grandes series se complejizaba por la pandemia, y que White tiene tela para cortar y la llave maestra para seguir explorando las fronteras de esta lujosa cadena de miserias, intrigas y humor negro. Reafirmó la idea de que en esas locaciones hay muchas historias a las que hincarle el diente y que el hombre que está detrás de ellas sabe muy bien cómo hacerlo, así como también elegir bien sus actores —los aciertos de casting son irrefutables— y tomar la temperatura de internet para llevar la conversación sobre su desenlace a las redes sociales. Las dos temporadas existentes lo demuestran con creces: estuvieron entre lo mejor de sus respectivos años de estreno.
De cara al futuro, los derroteros de los huéspedes podrían seguir rumbo al sudeste asiático. El creador de la serie ha dicho que sería un buen lugar a donde ir a pensar, en clave White Lotus, una de las temáticas que más lo estimulan: la espiritualidad. “Creo que la tercera temporada sería tal vez una mirada satírica y divertida sobre la muerte y la religión y espiritualidad orientales. Me parece que este podría ser un rico tapiz para hacer otra ronda en White Lotus”, confesó en un especial sobre la serie publicado en la cuenta de Youtube de HBO. En ese sentido, Las Maldivas se apunta como un foco posible para la nueva entrega.
Porque eso, en parte, es lo que tienen las vacaciones: uno vuelve de la licencia y ya está pensando en la siguiente. Incluso si el descanso, a veces, tiene la tensión y el estrés de las que, al parecer, tienen lugar en las apabullantes y lujosas instalaciones de The White Lotus.
