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Así habló el cambista: Trampas, estafas y vicios en una película sobre el Uruguay de antes

Daniel Hendler y Dolores Fonzi protagonizan "Así habló el cambista", la última película del uruguayo Federico Veiroj
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25 de septiembre de 2019 a las 05:05

Hay un momento en Así habló el cambista –y también en otras películas de corte y argumento similar– en que uno se pregunta por qué. Con qué necesidad. ¿Para qué perseguir la riqueza máxima por el mero hecho de acumularla? ¿Cuándo es que la ambición pasa de ser un valor a una toxina? Son varios los directores y autores que se han metido en las profundidades de la avaricia desmedida, en lo que sucede con estos personajes cuyo único leit motiv, al parecer, es la acumulación de poder. En Hollywood, por ejemplo, Martin Scorsese lo hizo en varias películas, pero principalmente en Buenos Muchachos y El lobo de Wall Street. También lo hizo Oliver Stone con Wall Street. Y Paul Thomas Anderson, en un contexto diferente, con Petróleo Sangriento. Ahora, Uruguay aporta lo suyo al palmarés de los antihéroes ruines del cine con Humberto Brause, el protagonista de la última película del director uruguayo Federico Veiroj. Brause, como Herny Hill en Buenos Muchachos, aprende rápido y aprende a ganar. Y antes que nos demos cuenta, vamos a estar acompañándolo en un viaje sin paradas por un universo extraño, anestesiado, cargado de humor absurdo y muy insidioso. Un viaje que no necesariamente va a terminar bien.

Así habló el cambista está protagonizada por el actor uruguayo Daniel Hendler y por los argentinos Dolores Fonzi y Luis Machín. También tiene algunas participaciones especiales, como un pequeño papel a cargo del chileno Benjamín Vicuña o de la rapera uruguaya Eli Almic. La idea de la película apareció de sorpresa en el horizonte de Veiroj hace algunos años, cuando esperando el comienzo de un casting para una serie en un centro MEC, se cruzó con un título que esperaba solitario en la biblioteca del lugar. La novela –homónima a la película– estaba escrita por un tal Juan Gruber y la fecha de publicación era de 1979. Veiroj la ojeó y se flechó.

“Enseguida me di cuenta de que era algo que quería adaptar. Fue un enamoramiento instantáneo. Me atrapó la ambigüedad del personaje, el humor, la descripción que hacía de ese mundo. A la hora de adaptar hubo un montón de cambios y vueltas. Hablé con la familia del autor y ellos quedaron copados”, contó el director. El rodaje se hizo en 2018, pero el proyecto, ya filmado, se guardó en el cajón porque Veiroj decidió estrenar otra película antes: Belmonte, que llegó a salas a fines del año pasado. Y este jueves, un año después, llega Así habló el cambista.

La película –que ya pasó por los festivales de Toronto y que todavía tiene un largo camino internacional, con San Sebastián y Nueva York como destinos principales– tiene varias particularidades que la sacan del esquema bajo el que los espectadores nacionales suelen ubicar a las películas uruguayas. La historia original, por ejemplo, requería una reconstrucción de época; el derrotero de Humberto Brause transcurre durante varios años de las décadas de 1960 y 1970, y en ese sentido los escenarios de la película están cuidados al detalle. Así habló el cambista se filmó principalmente en la Ciudad Vieja porque su historia, claro, tiene al distrito financiero de Montevideo como corazón. Hay ambientes muy reconocibles –el café La Farmacia, por ejemplo–y otros no, pero todo luce impecable. Allí es donde aparece otra de sus particularidades: para los estándares locales, es una superproducción. Hay una diferencia enorme entre esta película y las demás historias que filmó Veiroj, al menos en términos de inversión. De alguna manera resulta lógico que sea la seleccionada por Uruguay a competir en la preselección de los próximos premios Oscar.

Así habló el cambista tiene varios puntos de contacto con otros mundos creados por Veiroj, que ya cuenta cinco películas en su legajo. Como en Belmonte, La vida útil, Acné o El apóstata, el Humberto Brause al que le da vida Hendler–está rodeado por un halo de extrañeza. Es un hombre impredecible, que de igual manera deja a su mujer indefensa en un tiroteo, o traiciona a sus colaboradores por cuatro vintenes. Detrás de dos incisivos gigantescos y una aparente solidez para los negocios, Humberto esconde una fragilidad y una cobardía que lo lleva a límites insospechados, y que lo termina por hacer caer en un espiral absurdo y rocambolesco que incluye matones extranjeros, Montoneros argentinos y políticos corruptos. Por si no quedó claro, Humberto es el cambista del título; en los turbulentos años en que las dictaduras toman el Cono Sur, él se enriquece a través de maniobras cambiarias que benefician a quien ponga más plata arriba de la mesa.

El personaje y su caída –paulatina y por momentos cargada de un humor absurdo que le va muy bien a la historia– necesitaban de un actor versátil capaz de desdoblar las varias capas de Brause, y en ese sentido, Hendler golpea justo. Su personaje es tan oscuro, como torpe y cobarde. Dolores Fonzi, la esposa que al principio sufre y después se rebela, es su volátil contrapunto y Vicuña, como un sicario que bien podría haber salido del Plan Cóndor, cae del cielo como una especie de villano implacable que, sin embargo, calza bien en el engranaje de la película.

Así habló el cambista rompe la tradición más bien íntima y contenida del cine de Veiroj, pero mantiene la curiosidad y el foco pegado a las peripecias de su inclasificable protagonista, una marca de su director. Así, la película marca que aunque el empaque cambie, el estilo se mantiene, y que el cine uruguayo está encontrando cada vez más recursos para contar de manera diferente las grandes historias. Porque El cambista es eso: una gran historia que había que contar.

Federico Veiroj: "No quería una película a la que se le vieran los hilos, que rozara lo chatarra o lo berreta"
¿Le había pasado alguna vez de flecharse con una historia como sucedió en el caso de Así habló el cambista?
Sí, me ha pasado con ideas que se me han ocurrido. Por ejemplo, se me suelen ocurrir pensamientos que automáticamente quiero contarlos en una película, y también me ha pasado a partir de otros textos. Naturalmente, siempre estoy abierto a lo que surja y que sea plausible de ser contado en la pantalla, que es lo que me interesa. Si tengo suerte de seguir haciendo cosas, es posible que aparezcan más adaptaciones.
¿Cómo fue el trabajo de reconstrucción de la época? 
Construir un mundo de época es un trabajo increíble, tenés que ir sacando y poniendo cosas, ir viendo cómo funciona. Es algo que tiene su propio código. Y dentro de ese código lo que a mí me interesaba era manejar determinados colores, que se fueron armando entre el vestuario, el arte y la fotografía. Y sobre todo no ostentar la época. No quería hacer una película donde en cada plano estés diciendo “ah, esto es típico de los 60 o de los 70”, que en cada camisa o peinado esté la moda de la época, porque eso siempre me alejó de las películas. Quería trabajar con lo clásico; el ambiente de la Ciudad Vieja, del circuito financiero, no ha cambiado tanto. 
¿Sintió el paso más allá que da esta película en cuanto a producción respecto a sus anteriores trabajos? 
Sí, pero lo viví de manera natural, sin pensar demasiado y estando conectado a las necesidades que tenía la historia, aplicando mi oficio del mismo modo en que lo hice con el resto de las películas independientemente de su presupuesto. Es cierto que cuando me encontré con esta historia y supe que quería hacerla, entendí también que iba a necesitar más. No podía ser de esas aventuras personales en la que me endeudo, filmo y después espero que me vaya bien. Para que esta saliera bien tenía que tener el alcance de actores, locaciones, movimiento y viajes que tiene. Había que trabajar la ficción de manera efectista. Quería hacerla con todos los elementos, y de no poder hacerlo prefería no filmarla. No quería una película a la que se le vieran los hilos, que rozara lo chatarra o lo berreta.

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