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Transportistas y productores unidos por pasteles, buseca y cordero

En Paysandú se desplegaron diez puntos de encuentro; en uno de ellos fueron mayoría los transportitas que dijeron tener "fecha de vencimiento"
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01 de febrero de 2018 a las 05:00

En al menos 10 puntos del departamento de Paysandú se desplegaron distintas "bases" de la vigilia de los productores autoconvocados, dos de ellas bien cercanas a la ciudad y que congregaron cientos de personas, camiones, tractores, cosechadoras, camionetas y autos: la ubicada en la intersección de la ruta 3 y la avenida de las Américas –que lleva al puente internacional General Artigas- y la del ingreso a Paysandú, que conecta la ruta 90 con la ruta 3.

En un ambiente de tranquilidad y distensión, entre los congregados en la avenida de las Américas, los transportistas fueron mayoría y marcaron su impronta con carpas para sus cónclaves y para preparar los pasteles de dulce de membrillo y tortas fritas y, por la noche, armar el fogón con una buseca y dos corderos que comenzaron a prepararse una vez que se cantó el himno nacional.


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La calma de todos, no obstante, no era razón para dejar de compartir la plataforma de las protestas y sus motivos. "No podemos seguir más, no hay rentabilidad, están liquidando la cadena", comentó a El Observador, Martín Murieda, un transportista. "Tenemos fecha de vencimiento", añadió, pesimista.

A las 17.30 ya había en el lugar una decena de grandes camiones, de tractores y camionetas, y algunos autos. También aparecieron varios caballos montados, sobre todo, por jóvenes y niños. Todos con banderas uruguayas y en muchos parabrisas se podía observar un gran pegotín que lo resumía cabalmente: "Paysandú dice basta".

El sitio era un campamento en toda regla. A las carpas se sumaban mallas sombras –el calor por la tarde fue muy intenso, un mormazo como se le dice por estas tierras-, se desplegaron sillas playeras y de PVC, había un ómnibus que sirvió para trasladar a algunos concurrentes –un buen señor se echó una buena siesta a su sombra-, mucho mate y varias fundas de refrescos y agua mineral. Además, tres grandes tanques azules fungieron como tachos de residuos.

Se podía distinguir perfectamente a los transportistas que, en general, charlaban entre ellos sobre la realidad del sector y haciéndose bromas y, por otro lado, algunos productores, familias que llegaban para acompañar, una pareja de señoras que arribaban en su Fiat Cinquecento y unos chicos jugando al fútbol con una pelota desgastada.

Esa gente, que en su mayoría llegó más tarde y que sobre las 21 representaba un buen número, se ubicó mirando hacia la ruta. De todos modos, ligaron pastelitos y tortas fritas que Javier les alcanzaba con amabilidad. Este joven, de 20 años, dijo a El Observador que desea ingresar a la escuela de enfermería porque no ve un futuro alentador trabajando en una empresa de transporte, como lo hace desde los 13. Pero, para eso, deberá terminar el ciclo básico.

Al tiempo que caía la noche, y que los coches y camiones que pasaban por el lugar tocaban prolongadas bocinas –una señora gritó con fuerza al pasar "viva la patria carajo"-, el fuego del fogón se hizo más intenso. Luego de que se entonó el himno nacional, como estaba acordado en todos los puntos de la vigilia y que sonó por todo lo alto, una voz en el parlante solicitó un asador, de esos "bien baqueanos", para que preparara los dos corderos para compartir con los asistentes.

Carlos Tafernaberry, un productor arrocero que ha sido uno de los organizadores de la movida desde el principio, dijo respecto a la convocatoria que no era lo que esperaban: "Es mucho más de lo que pensamos", señaló optimista.

"Las vigilias estaban planteadas para juntarnos con los vecinos y charlar un rato, para conocernos, y pasamos de tres vigilias a más de diez en Paysandú. Nos tiene muy sorprendidos. Habla de la inquietud de la gente, que encontró un canal para expresar su preocupación diaria, en el trabajo, en lo de todos los días", agregó.

Entre los convocados en la entrada a Paysandú, el paisaje era un tanto diferente, con los vehículos sobre la calle, lo mismo que las sillas de playa y sus ocupantes, y muchos autos y camionetas tocando bocina de aliento. Una cantina, un cartel de los jubilados apoyando la movida, muchas banderas uruguayas y familias con niños pequeños. No había fogón pero sí se repetía la tranquilidad del otro lugar y los reclamos al gobierno.

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