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Gustavo Salle, un antisistema que dice ser ninguneado

El penalista se enfrenta al gobierno en unas 20 denuncias por corrupción y se queja de que los medios no lo toman en serio
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22 de septiembre de 2018 a las 11:54

Gustavo Salle se lava las manos, se cuelga una servilleta blanca en el cuello y se para enfrente a su madre. Los ojos de ella, Esther Lorier, sentada del otro lado de la mesa, lo miran con admiración. Es un mediodía de un miércoles de setiembre y el sol entra de lleno en la cocina. “¡Hoy tuvimos una audiencia  tensa con el fiscal general, mamá! Y ríspida, con mucho nerviosismo”, le cuenta el abogado. Habla en voz muy alta y cerrando los puños en el aire.

Lorier –Gustavo escribe siempre ese apellido detrás de Salle–, tiene 91 años y le cuesta entender lo que le dicen. El entusiasmo de su hijo se debe a que, apenas una hora antes, logró que uno de sus clientes y amigos, Juan José Ayala  fuera enjuiciado sin prisión, junto a otros beneficios legales. Ayala había sido denunciado por el fiscal de Corte, Jorge Díaz, por la amenaza de muerte telefónica y anónima que le había realizado a fines de 2017.

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Por eso lo que más eufórico lo tenía fue enfrentar –en un mismo espacio y no a través de la prensa– a Díaz, sentado en la sala como denunciante, y creer que salió airoso de la contienda. Con Díaz tiene un encono particular, porque representa para él todos los vocablos que reúne cuando despotrica públicamente contra el gobierno y el modelo de país que –según cree convencido– sostiene el Frente Amplio: la plutocracia, el imperialismo financiero internacional, la colonización norteamericana, la complicidad con el poder y su corrupción. 

Díaz, como principal defensor del nuevo sistema procesal penal –que puso en los fiscales la responsabilidad de investigar todos los crímenes– es para Salle uno de los artífices de “un proyecto traído por los yanquis, corrupto, perverso y fascistizante del Fraude Amplio”, como llama a la fuerza política. Distintas combinaciones de esas palabras forman parte del discurso que Salle difunde en la media decena de audiciones radiales que tiene todas las semanas, en Twitter y cada vez que los periodistas lo entrevistan o se prenden las cámaras.

Por eso, mientras conducía hasta la casa de su madre, en Sayago, donde vivió su infancia y adolescencia, disfrutaba al repasar algunos momentos que para él fueron gloriosas victorias sobre Díaz en la audiencia. El exfiscal civil Enrique Viana, que ahora trabaja con el penalista, lo llamó por teléfono –pese a haberse despedido 15 minutos antes- para revivir el comienzo de la audiencia, cuando le pidieron al juez que revisara si la guardia personal de Díaz, presente en la sala, no estaba armada: “Es un mequetrefe, estaba incómodo”, gritaba, y se reía con ganas ante lo que Viana decía del otro lado de la línea. 

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Lorier comienza a balbucear hasta que encuentra las palabras para contar la anécdota que responde una pregunta que ella misma se hace: “¿Vos querés saber quién es Gustavo?”. La respuesta la condensa en una frase: un bebé que cuando lo ponían boca abajo para cambiarle los pañales, se daba vuelta. No importaba cuántas veces lo intentaban. No había caso.
Salle nació el 19 de marzo de 1958 en un hogar donde la discusión política era un asunto cotidiano, aunque había una armónica “comunidad de ideas” en torno al proyecto político batillista de aquella época.  Y en su adolescencia, el franco socialismo que compartía entonces con su padre –Ariel Salle– y su hermano Carlos, lo indujo a una “intensa militancia”, y coadyuvó a fundar un comité de base en Sayago del naciente Frente Amplio, que se llamaba Paz para Todos. Cuando Salle recuerda este momento de su vida, insiste en aclarar que lo hacía movido por “la utopía, una determinada perspectiva ideológica” y, sobre todo, una “visión adolescente” del mundo. 

“Hay un cuento que lo resume: cuando subió el primer hombre a la luna, en la escuela hicieron una actividad en la que pasaron el video, y Gustavo se escondió en un salón. Cuando la  inspectora llamó para saber por qué ese niño no quería participar, él le dijo: ‘Mire, no me interesa, porque hay tanto para hacer en la tierra. Tanto, tanto. Y en la luna, además, no hay oxígeno”

Esther Lorier, madre del abogado

Pero esa visión es la que le hacía pronunciar frases memorables que su madre extrae de su confuso recuerdo pero que cristaliza entre los platos con empanadas de carne y tortilla de papa. “Yo tengo que ser abogado, porque estos anormales no se dan cuenta lo que está haciendo Fidel Castro “, decía Salle con menos de 10 años. Quería, ya entonces, defender de alguna forma al líder de la Revolución Cubana, interviene él, para aclarar, y para distanciarse, con voz irónica y cansada, de aquella postura infantil que hoy le resulta embarazosa. 

“Hay un cuento que lo resume –sigue su madre–: cuando subió el primer hombre a la luna, en la escuela hicieron una actividad en la que pasaron el video, y Gustavo se escondió en un salón. Cuando la  inspectora llamó para saber por qué ese niño no quería participar, él le dijo: ‘Mire, no me interesa, porque hay tanto para hacer en la tierra. Tanto, tanto. Y en la luna, además, no hay oxígeno”. Su hijo celebra los cuentos, corrige con precisión de abogado las incorrecciones en las fechas, y su humor cambia de improviso cuando Gina, la empleada que cuida a su madre, le cuenta luego que la anciana se cayó por moverse sin las muletas. Esa tarde no volvió a reírse.

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El estudio de Salle está en un apartamento ubicado en la calle Ciudadela (Ciudad Vieja), a dos cuadras de los juzgados de Juan Carlos Gómez. Al fondo de un comedor alargado hay un escritorio y, detrás, una  ventana que da al Teatro Solís. Sobre la mesa de madera oscura hay un libro –La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización, de Gustavo Bueno–, que le regaló su amigo Ayala. En la cocina, hay una botella de whisky William Lawson’s que todavía le queda un fondo.
“Yo debo andar en unas 15 o 20 causas”, dice, con aire de superioridad, cuando se le pregunta cuántos procesos judiciales inició contra el gobierno. Sentado a sus anchas en su escritorio y con las manos en la nuca, enumera: “En trámite tengo la de ALUR, que la estoy sacando del archivo, la de UPM, que también la estoy sacando del archivo, la de (José) Mujica es otra que estoy desarchivando, la de la regasificadora que no fue archivada pero estuvo congelada mucho tiempo… Ah, tengo la de Fripur, que estoy sacando del archivo, y Aratirí”, entre otras.

Su primera denuncia contra la corrupción, dice –porque todas sus denuncias contra el gobierno pretenden señalar ese delito–, fue contra “el affair del presidente Tabaré Vázquez y Gonzalo Fernández con la secta anticomunista Moon en 2007, que hicieron que el Estado pasara de acreedor de esa secta a deudor, pagándole US$ 28 millones”.  Salle se refiere a la indemnización que pagó el Estado a ese grupo tras quedar sin efecto la concesión a la empresa Cerro Freeport para que construyera un puerto en Sayago, su barrio.

A Salle le da rabia que algunas de sus denuncias sean rechazadas en un comienzo, y que luego la oposición –“colaboracionista”– descubra de nuevo las presuntas irregularidades que él ya señaló. Eso es lo que está pasando ahora, según dice, con la comisión investigadora de Diputados que indaga sobre la financiación de los partidos políticos. “Ellos ahora están investigando la relación entre Mujica y Paco Casal y la condonación de la deuda a este último, que fue francamente ilegal, una barbaridad, un atropello institucional”, dice, sobre los US$ 10 millones que la DGI no le cobró al empresario por evasión tributaria en 2013, por temor a un juicio contra el Estado muy superior.

A Salle también le enoja que los medios de comunicación no siempre lo tomen en serio. “Sé que a sus dueños no les conviene mi discurso, y que hay cierto ninguneo a mi actuación judicial. Cuando yo hago una denuncia –lamenta–, no se la levanta con la resonancia que debería. Por ejemplo en 2007, cuando denuncié que en Pluna había ocurrido una estafa porque no se había cumplido con la licitación internacional pública”. 

La vocación por enfrentarse al poder –algo en lo que incurrió en los últimos 20 años pero, fundamentalmente, desde que el Frente Amplio asumió el gobierno en 2005– fue una decisión con la que nunca estuvo de acuerdo Alba Pereira, su esposa desde hace 35 años. “Juega demasiado, se entrega demasiado... No me deja muy tranquila, porque muchas veces se mete con gente realmente poderosa que puede hacerle daño moviendo nada más que un dedo.  Y hay una cola esperando para complacerse”, dice Pereira, y se pone muy seria. 

Porque, en lo que respecta a las otras esferas de su vida, como las vacaciones en Parque del Plata –en donde se  conocieron y veranean hasta hoy–, las excentricidades –por ejemplo, su obsesión por vestirse formal en todos los contextos sociales–, y su sentido del humor, solo le produce risa. 

Viana, su amigo y socio desde hace un año y medio –cuando renunció a la Fiscalía por discrepar con el nuevo proceso penal–, destaca de Salle su capacidad para la materia penal,  su cualidad de “hombre íntegro y un gran amigo para los amigos”, pero también su habilidad para hacer chistes. “Está permanentemente riéndose de sí mismo”, dice.

“Yo sigo siendo un anticapitalista acérrimo”

Gustavo Salle

Salle suele hablar de sí mismo con liviandad y gracia: insiste, por ejemplo, en que su dificultad con las matemáticas le sigue estorbando hasta hoy: pide ayuda para calcular, según su año de nacimiento, qué edad tenía en las diferentes etapas de su vida que lo marcaron.

Pero se pone serio cuando explica por qué utiliza conceptos que tantas críticas le suponen en Twitter –en donde lo siguen 35.800 internautas–, como la “homosexualización” que sostiene que impone el partido de gobierno, o los “homolesbocomunistas” víctimas de esa influencia. 

“El Partido Comunista tiene que seguir dividiendo a la sociedad, para continuar con la vieja premisa de ‘divide y reinarás’, pero ya no le sirven las clases sociales. Entonces van por otro camino, y buscan enfrentar al hombre y la mujer: hay que crear un conflicto de género”, argumenta, alzando cada vez más la voz, con la mandíbula temblando y la mirada clavada en su interlocutor. “Las nuevas identidades son una verdadera política conspirativa de la clase plutocrática para mantener dividida la sociedad y para buscar determinados objetivos como el control de la natalidad. Eso está absolutamente reconocido en el memorándum ENSD 200 de Henry Kissinger”.

Ante la pregunta sobre si, entonces, está en contra de la igualdad entre el hombre y la mujer, responde rápido que no. “En mi hogar –dice, hay una auténtica situación de equidad entre mi esposa y yo en lo que tiene que ver con el trabajo y la toma de decisiones”. 

Su esposa, en cambio, se ríe cuando cuenta cómo se organizan en su casa. “Colabora, pero no lava los platos ni se mete en tareas domésticas. Fue criado con el sentido machista de que las cosas del hogar no eran para hombres, pero sí trabaja en el jardín y lava los autos”, dice.

“Yo sigo siendo un anticapitalista acérrimo”, responde Salle cuando se le pregunta por su identidad ideológica, aunque, sin encontrar contradicción, cuenta que le encantan los viajes, y que lo hace casi todos los años desde que tiene memoria: “Fui siete veces a París”, dice, a pocas semanas de regresar de un viaje de más de 20 días por los países nórdicos y Europa del Este, con su familia.
 

Otras causas en las que intervino

La asonada en la Suprema Corte
Salle fue el abogado defensor de Irma Leites, la representante de la Plenaria Memoria y Justicia procesada por la asonada a la Suprema Corte de Justicia, cuando un grupo se manifestó en protesta por el traslado de la entonces jueza Mariana Mota, que llevaba varias causas por violaciones a los derechos humanos. 

El uso del “suero de la verdad” en un juicio
Fue el responsable del primer caso en el que se aplicó pentotal, más conocido como  “suero de la verdad” en la justicia. Se trató del caso de una enfermera, de 57 años, acusada de inyectar en un paciente el contenido de una alimentación nasogástrica (por la nariz) a la sangre (por las venas).. “más difícil elaborar una mentira que decir la verdad”, explicó Salle.

Abogado del colono que se enfrentó a Vázquez
Más cerca en el tiempo, asumió la defensa del colono Gabriel Arrieta, que tuvo el diferendo con el presidente Tabaré Vázquez y días más tarde la página oficial de Presidencia subió datos personales como la deuda que mantenía con colonización. Salle, en representación de Arrieta, le inició una demanda por daños y perjuicios a Presidencia por US$ 50 mil.

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