Espectáculos y Cultura > Series

Un uruguayo y una argentina entre la música y las explosiones de la Bogotá de los 90

Los directores Pablo Stoll y Ana Katz hablan de "Ruido Capital", la serie de Movistar Play que se mete en la adolescencia colombiana durante la turbulenta época de Escobar
Tiempo de lectura: -'
02 de mayo de 2020 a las 05:10

El Caribe estuvo lejos de los noventa de Ana Katz y Pablo Stoll. De un lado y del otro del Río de la Plata, la década para esta realizadora argentina de 44 años y el cineasta uruguayo de 45 no estuvo enmarcada por los húmedos calores colombianos, las montañas veteadas de verde de Bogotá, o los estruendos de los atentados que se colaban entre las pausas de la vida. No hubo nada de eso y aun así la conexión apareció. Cuando el proyecto de Ruido Capital se coló en sus respectivos horizontes, ambos sintieron la cercanía y se sumaron, aun sin saber si eventualmente se concretaría o no. Y pasó porque en medio de esos guiones que contaban la historia de un grupito de preadolescentes de la capital colombiana en la última década del milenio, encontraron ecos conocidos: el del casete rebobinado con una lapicera, el de las disquerías, el VHS ajustando la señal, el de MTV, el de los estertores de la última generación analógica del Planeta Tierra.

Ruido Capital es una serie original de Movistar Play y acaba de estrenarse en esa plataforma, que está disponible en gran parte de Latinoamérica, incluido Uruguay. Su creador es el colombiano Mauricio Leiva-Cock, y Stoll y Katz se reparten la dirección de los capítulos: los dos primeros los dirige el uruguayo, los dos siguientes la argentina, y en los dos restantes la batuta se comparte entre Stoll y Leiva-Cock. En total son seis episodios de media hora, un formato que las series abrazan cada vez con más frecuencia y que ahora esta producción colombiana pensada para todo el continente toma para sí.

La serie echa mano a una historia repetida con insistencia –la de los preadolescentes que se debaten con el despertar sexual, la niñez, la maduración y que quieren formar una banda de rock– pero que gana peso e interés por el contexto en el que está planteada. Sí, la década de 1990 es narrativamente atractiva por todo lo mencionado en el primer párrafo –y de hecho hay una tendencia creciente en la ficción contemporánea a mirar hacia ella– y Ruido Capital la utiliza, pero también atiende a una etapa particular de la historia de Colombia: es en esos años cuando la guerra contra Pablo Escobar y su imperio está en auge, y las explosiones y los atentados pautan la vida de los colombianos. En ese contexto, los protagonistas de la serie se revuelven e intentan crecer. Y es a través de sus ojos, inocentes y no muchas veces interesados en el ámbito político, que se nos muestra esta realidad.

“Me interesaba trabajar con un período histórico en una ciudad en la que yo no viví, pero que traía un montón de cosas a mi memoria y para la que podía aportar un punto de vista que no era el colombiano. El hecho de que esté dirigida por Ana y por mí juega con eso. De a poco fui encontrando en la historia vasos comunicantes con lo que pasaba en Uruguay en esa época. En la serie, por ejemplo, hay apagones programados. Y acá también los hubo”, cuenta Stoll, que aparece del otro lado de la pantalla en una charla virtual en la que también participa Katz.

Para ambos directores, que vivieron su adolescencia en esta época y que la recuerdan especialmente, algunos episodios fueron directamente surreales. Uno de ellos fue que Aterciopelados, la banda colombiana, creara la cortina original de la serie y que sus dos integrantes, Andrea Echeverri y Héctor Buitrago, aparecieran en algunos momentos de la trama.

“Hay una escena en la que los pibes entran a una disquería y se roban un cd. Para mí eso era muy cercano. Se roban el Bleach de Nirvana. Y en esa escena hace un cameo Andrea Echeverri y era muy loco porque yo la veía a ella en MTV y en esa escena estaba puesto MTV. Era como una especie de pasado distópico”, recuerda el director de 25 Watts y Whisky, cuyo último trabajo también fue una serie: Todos detrás de Momo, escrita a cuatro manos con Carlos Tanco, codirgida con Adrián Biniez y que se puede ver por Vera TV.

Para Katz, que estrenó su última película, Sueño Florianópolis, el año pasado, el mayor atractivo de la serie también radicaba en la “respiración” que existe entre lo íntimo de ese grupo de chicos y el contexto de la época. Algunas producciones ya lo han hecho en otros ámbitos y continentes –la serie Derry Girls en la Irlanda de los Troubles, por ejemplo–, pero pocas veces ha tenido este tipo de enfoque en Sudamérica.

“Me gustaba el ir y venir entre el despertar sexual de los personajes y el ambiente histórico y político que influye mucho en la manera en la que cada uno de ellos se desarrolla. De hecho, es algo que se puede conectar con este momento; como lo íntimo está totalmente teñido por el contexto, y viceversa. Además, el guion se ocupa de echar luz sobre esos hechos particulares de Colombia, que son momentos que me generan mucha empatía. Viví la infancia en dictadura militar y con la serie se me vino rápido a la cabeza, por ejemplo, cuando nos enseñaron en el primario qué hacer si desde Malvinas había un ataque, cómo nos teníamos que meter debajo de los pupitres. O cuando volvió la democracia y había varias amenazas de bombas por teléfono para desestabilizar la situación política. Para nosotros estaba buenísimo porque en ese momento se suspendían las clases y nos llevaban a todos a un gimnasio enorme y pasábamos todo el día ahí. Es una relación potente la que hay entre la realidad que enmarca todo y lo íntimo que la relativiza”, dice la cineasta, y luego agrega: “Para explorar de verdad el mundo de la niñez y la adolescencia junto con los grandes hitos políticos y sociales del pasado, tenés que estar dispuesto a asumir que no todo se vive como lo cuentan los libros”.

Más allá de la tensa situación política y social, y de que la tragedia se cuela de vez en cuando en la vida de los personajes, Ruido Capital es una historia de maduración, una coming-of-age con sus reglas tradicionales, pero es sobre todo una comedia. Por su trama liceal y musical desfilan personajes raros, situaciones bizarras y una manera de reírse de las cosas propias del cine de Stoll y Katz. De hecho, cuando el año pasado el director uruguayo habló con El Observador sobre la vigencia de 25 Watts a raíz de su reestreno en cines, hizo referencia a que una de las cosas que habían captado la atención de los productores de esta serie era el tono de su primera película, y que querían algo de esa comedia extraña y cautivante en su nueva producción.

“Cuando se empezaron a manejar nombres de directores y apareció el de Ana, fue un gran alivio. Más allá de la alegría de juntarnos en Colombia, garantizaba que se iba a poder extender la idea –porque en el cine de Ana pasa– del tipo de comedia que nos gusta a nosotros, de poder reírnos de cosas que no son las más normales. Teníamos varias referencias para filmar, desde Freaks and Geeks a una película del año pasado que se llama Mid90s y otras fuentes que se mezclaban. Entre ellas estaba 25 watts” cuenta Stoll.

Desde casa

Ruido Capital tenía planeado su estreno a fines del año pasado, pero se pospuso. Terminó llegando a la plataforma de Movistar Play hace algunos días, así que el debut en pantalla del proyecto encontró a sus dos directores en medio de la situación de encierro actual. Aunque para los cineastas el trabajo desde casa no es ajeno, de alguna manera las cuarentenas –preventiva en el caso de Stoll en Montevideo, obligatoria en el de Katz en Buenos Aires– afectó su trabajo más reciente.

Para cuando la pandemia llegó a Sudamérica, Katz acababa de terminar de filmar su última película, El perro que no calla. “Lo extraño es que tenía mucho que ver con esto que estamos viviendo. De hecho, el personaje utilizaba una burbuja de acrílico para salir a la calle, y la he probado pero no es cómoda (risas). Es una película en blanco y negro en la que mi hermano (Daniel Katz) es el protagonista, y me gustaría en algún momento compartirla”, dice.

Stoll, por su parte, estaba por comenzar con la etapa de preproducción y rodaje de una nueva película, algo que la situación suspendió. En el interín, sigue teniendo charlas y reuniones para nuevos proyectos, pero aclara que ninguno podrá arrancar hasta que se vislumbre una eventual reapertura de una industria que se encuentra en suspenso.

Ninguno de los dos tiene claro cuándo podrán comenzar a delinear nuevamente sus proyectos de forma más activa, pero lo que sí saben y comparten es una postura determinada y firme: la exigencia permanente de ver, leer y escuchar que inunda estos tiempos, no es una buena compañera para el encierro.

“Estamos llenando el tiempo continuamente con cosas y no me parece que haya que hacerlo sí o sí”, dice Katz. “Me cansa cuando me veo obligada a llenar de ideas todo. No me molesta el vacío de estos momentos. No tengo eso de ¿y mañana qué vamos a ver? ¿Qué vamos a hacer? ¡No sé! No tengo idea, no me jodan”, y se ríe del otro lado de la pantalla mientras se escucha un ladrido distorsionado por la conexión inestable.

Stoll, del otro lado, opina igual. Y así termina: “No creo que estemos en una especie de suspensión temporal y que ahora puedo hacer todo lo que no estaba haciendo. Hace una semana que dejé de leer cosas sobre si el mundo va a cambiar para siempre o no. Me aburrió. Y parte del problema es la idea de que el tiempo es algo que hay que llenar de cosas y explotar al máximo. Eso tiene que ver más con el consumo del tiempo, que con el hecho de vivirlo. No siento la necesidad de ponerme metas, de decir que salí de la cuarentena con La montaña mágica o las obras completas de Tolstoi leídas. Si no las leí hasta ahora, por algo es. Hay que quitarle la exigencia a la situación y olvidar la idea de que esto es un pico que aumenta y que las semanas siguientes siempre son las más importantes. Lo que más me molesta del concepto de la nueva normalidad es la idea de que está todo bien, de que podemos seguir encerrados y mirándonos por internet y que es lo que se viene. Me resisto a pensarlo de esa manera. Pero bueno: ni apocalíptico, ni integrado”.

Movistar Play

Movistar Play es la plataforma de streaming de la compañía homónima y se encuentra en gran parte del continente, incluido Uruguay. Además de contenido original, también permite ver productos de HBO y Amazon Prime Video, entre otros servicios.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...