En agosto de 2018, la historia de Aldo y Gabriella llegó a la pantalla grande. La flor de la vida, un documental dirigido por las realizadoras uruguayas Adriana Loeff y Claudia Abend, mostró una cara del amor que, tanto en el arte como en la vida, usualmente se deja de lado: la que aparece –o permanece–en la tercera edad. En aquella realización –que formó parte del Doc Montevideo y que llegó varios años después de Hit, el largometraje sobre la música uruguaya de las mismas cineastas– las idas y vueltas de esta pareja peculiar marcaban el tono y dejaba claro que, aun después de los años y sobre el crepúsculo de la vida, el amor podía seguir siendo impredecible y, en ocasiones, desbocado.
Pero aunque Aldo y Gabriella eran la pareja protagonista y la que más minutos de cámara se llevaban, La flor de la vida también estaba salpicada de varias historias adyacentes y personajes secundarios que entraban y salían dependiendo de la situación y la pertinencia de sus testimonios. Cada una de esas historias poseía un universo particular, y Loeff y Abend registraron muchísimas horas sobre ellos que, al final, no entraron en el corte definitivo. Los archivos se guardaron en discos duros, y esos discos se guardaron a su vez en cajones que permanecieron cerrados. Hasta ahora.
Con motivo de la pandemia, la Agencia Nacional de Innovación e Investigación (ANII) lanzó una convocatoria para proyectos creativos relacionados con la cuarentena. Loeff y Abend entendieron que era el momento de desempolvar esos archivos que habían quedado guardados y presentaron una especie de proyecto derivado de su último documental: La flor de la vida: La serie. Su intención era elaborar, a partir de algunas de las historias que habían quedado colgadas, algunos capítulos a modo de spin-off. Y en resumen, les fue bien: el proyecto fue seleccionado, los capítulos editados y, ahora, la serie es una realidad. Su primer episodio puede verse de manera gratuita en Vimeo, próximamente se sumarán los otros dos restantes y en poco tiempo todos estarán subidos a Vera TV.
“Se dieron las circunstancias adecuadas. Pensamos qué era una buena idea aprovechar esta situación para que los adultos mayores –que son los que sufren más la pandemia y los que están dentro de la población de riesgo– sean los protagonistas, para sean los héroes, los que superan los escollos y salen adelante. Queríamos que estos tres episodios, que tienen menos claroscuros que la película, que llegaran al público en este momento”, cuenta Loeff.
“En La flor de la vida, Aldo le ganó al resto como protagonista, por decirlo de algún modo. Sacó cabeza y opacó la posibilidad de que fuese una película coral, que era la intención al principio, como sucedió en Hit. Aldo tenía complejidad, una cantidad de lecturas y ambigüedad. Lo amabas, lo odiabas, lo entendías, lo rechazabas. Eso terminó opacando historias que eran más simples, para bien o para mal, y que en realidad tal vez eran más adecuadas para este formato de miniserie que presentamos ahora”, explica, por su parte, Abend.
La flor de la vida: La serie está compuesta, como se dijo, de tres episodios de alrededor de quince minutos. En el primero de ellos, que ya se puede ver y que se titula Empezar de nuevo, las realizadoras presentan la historia de Elda y Ruben, dos octogenarios que, después de varios años de viudez, se encuentran en los pasillos de un gimnasio y deciden casarse y compartir la última parte de su existencia juntos. Como el resto de los protagonistas de los otros episodios –un hombre que en sus ochenta decide terminar la escuela y una mujer que a los 85 se convierte en campeona de atletismo–, ambos formaron parte y fueron entrevistados para la película. Ahora su historia tiene un espacio propio y es una suerte: sus relatos son enternecedores y el optimismo que emanan no necesita de más de diez minutos de desarrollo para contagiar.
SERIE: LA FLOR DE LA VIDA / EPISODIO I: Empezar de nuevo from MMS Films on Vimeo.
Aunque ambas directoras le guardan mucho cariño a las dos realizaciones previas, no fue fácil para ellas volver a “abrir” un proyecto que consideraban cerrado y trabajar sobre archivos e historias que, de alguna manera, habían dejado atrás.
“Fue traumático”, dice entre risas Abend. “Nuestra manera de trabajar es larga e intensa, e implica una entrega enorme, sangre, sudor, lágrimas y tiempo. Cuando llegamos al final, al estreno y a que la película exista, lo sentimos como un parto. Damos a luz a estas películas y de alguna manera queremos pasar la página. Por eso creo que este material nunca hubiera visto la luz si no se daban estas circunstancias tan especiales. Pero ahora que pudimos hacerlo, nos pone muy feliz. Eran historias que merecían tener un público y ser compartidas”.
Loeff se siente de manera similar, e incluso para ella la sensación es aún más física. “Me costó mucho volver a este material. Me da un poco de dolor de tripas, es difícil de explicar. En el visionado siempre tengo estos sentimientos encontrados, y este nuevo trabajo fue un esfuerzo. Todo ese material tiene una carga emocional muy fuerte. Pero estoy feliz de que esto haya ocurrido y de que la serie exista”.
Las realizadoras están ahora abocadas a su tercer largometraje documental, que también buscará ser una película coral y que encadenará varias historias sobre la maternidad y cómo esto reconfigura la vida de las mujeres. El proyecto que ya tiene algunos fondos en el bolsillo y las cineastas esperan a que la pandemia se “ablande” para poder, al fin, ponerse a filmar otra vez.
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