A 10 años de Sudáfrica 2010 > A 10 AÑOS DE SUDÁFRICA

Uruguay 2010, el símbolo de un país, la refundación y un viaje sin escala a las máximas emociones

La selección escribió en Sudáfrica 2010 las mejores páginas del fútbol de la historia moderna de Uruguay y plasmó en la vida cotidiana de la AUF un transformación tan profunda como emocionante protagonizada por un equipo que combinó carácter y calidad en las medidas justas
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20 de junio de 2020 a las 05:01

El Mundial de Sudáfrica 2010 representa para el fútbol uruguayo el símbolo de su refundación deportiva. En las entrañas de aquel equipo se comenzó a gestar la mayor revolución de una selección de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Una década después del primer Mundial africano, el tiempo recorrido se encargó de dimensionar la campaña histórica que desde entonces promovió una transformación en todos los escenarios posibles en la vida del fútbol uruguayo.

El técnico Óscar Washington Tabárez encontró en el liderazgo futbolístico y silencioso de Diego Forlán y el anímico de Diego Lugano los dos motores fuera de borda que impulsaron el proyecto que durante años dio vueltas en su cabeza, esperando una segunda oportunidad, conla que desembarcó en la sede de la calle Guayabos en marzo de 2006.

Sudáfrica 2010 fue para los uruguayos el mundial de las emociones. Ese lugar en el que confluyeron los momentos más increíbles y que 10 años después, cuando los recuerdos recorren la memoria de cada uno de los hinchas celestes, la piel se eriza y el corazón se paraliza.

El sufrimiento de jugar cada partido con los dientes apretados, de cuidar cada centímetro de la cancha para exaltar lo más valioso que tenía aquel equipo: defender, recuperar y entregar a Forlán, ese dios que tuvo la selección, que se encargó de llevar el fútbol de Uruguay a una dimensión reservada para unos pocos elegidos.

Uruguay de hace una década fue la mejor combinación de fútbol y carácter. La mezcla perfecta para generar en el campo de juego una fórmula capaz de todo, y que durante un mes le regaló al pueblo uruguayo la posibilidad de recuperar la fe, de creer y de unirse a través del sentimiento de la celeste.

En Sudáfrica, en Kimberley donde Uruguay pasó el 75% de su estadía en el Mundial, una ciudad que se candidateó para el torneo pero quedó afuera, fue el lugar que Tabárez eligió para reproducir en tierras africanas una réplica del Complejo Celeste. Hasta donde llegó el propio Edgardo Alcides Ghiggia, campeón en Brasil 1950, para compartir con los celestes

Con Kimberley como punto de partida y como el elemento que terminó de generar la conexión –lejos del bullicio del Mundial–, construyó su propio camino y se fueron hilvanando las propuestas futbolísticas que llevaron a Uruguay a una semifinal.

Nada fue fácil. Todo sufrido. Cada partido generaba una ansiedad inexplicable y a miles de kilómetros del epicentro del fútbol en esos días, en Uruguay, cada actuación de la selección generaba más estridencias. Se multiplicaban los hinchas en la calle y se respiraba fútbol como solo recordaban quienes habían vivido las experiencias de los mundiales de 1950 y 1970.

Aquella selección de Uruguay fue capaz de ponerle color a las décadas grises anteriores, en las que la selección jugaba un Mundial cada tres ediciones, ganaba salteado, no sabía lo que era ganar dos partidos seguidos, mucho menos ganarle a selecciones europeas y construir, a partir de registros que no conseguía desde más de 50 años atrás un hilo conductor que llevó a la celeste a clasificar a semifinales y culminar cuarta.

Una década después, en este mes de junio (y julio) de 2020, una catarata de emociones sacude a los protagonistas y a quienes fueron testigo de aquello. Desde Lugano hasta el hincha común y corriente.

Cuenta el capitán de la selección en esta publicación especial de Referí, que cuando comenzó a teclear para escribir su texto, lo invadieron sensaciones inigualables. Esas mismas que conumeven a todos quienes fueron protagonistas de esta historia dentro del campo, a quienes los vivieron en las tribunas o a través del televisor a miles de kilómetros de distancia.

En las expresiones de Lugano, que salen de su corazón, que reflejan el sentimiento de hincha que comenzó a alimentar desde su niñez en Canelones, se encuentran las respuestas para entender por qué hace 10 años Uruguay llegó a las semifinales.

El capitán, con sus palabras, le permite descubrir a los lectores los secretos mejores guardados de la celestes de Sudáfrica 2010. 

"Lo hablamos con los muchachos varias veces: vendrán grandes derrotas, decepciones y duras críticas porque forma parte del fútbol, pero ponerse la celeste siempre será un privilegio y tiene que ser con alegría. Frente a todo eso nos propusimos responder a cada crítica con educación y argumentos, con autocríticas internas y maduras. Nos propusimos atender con respeto a cada hincha que se aproximara, en cualquier circunstancia. Cada uno es especial y es especial lo que representa un seleccionado para ellos. Y además, dentro de lo que somos como atletas, brindar lo máximo: descanso, entrenamiento, alimentación, concentración. Más que eso en definitiva no podemos hacer", cuenta en el texto de puño y letra del capitán.

Explica Sebastián Bauzá, quien fuera presidente de la AUF en 2010, que aquello promovió un entorno diferente y de unidad para el fútbol y para la sociedad, y que aquella campaña histórica marcaría el inicio de una nueva época, que luego se confirmaría con la transformación de una institución que comenzó a recorrer caminos diferentes en todos los aspectos.

Luis Suárez brindó detalles sobre lo que vivió aquella noche de la definición con Ghana y el presentimiento que tuvo, que lo llevó a volver sobre sus pasos para ver la definición del penal.

Comentó Forlán, durante la sesión de fotos en el Complejo de la AUF con su exclusivo premio como mejor jugador del Mundial, que aquella temporada jugó 68 partidos, 54 con Atlético de Madrid y 12 con la selección, en una carga que lejos de agotarlo, lo potenció, y con los entrenamientos en triple horarios  que realizó previo al Mundial, le adosó el plus que ningún otro jugador de los que fueron a Sudáfrica había advertido. Así, fue elegido como el mejor jugador del Mundial.

El Balón de Oro, ese preciado tesoro que Forlán mantiene a resguardo y que mostró por segunda vez en público para esta producción de fotos de Referí, es el símbolo de la perfección futbolística.

Explica Abreu, al que tildaron de loco por haber picado su último penal en la definición ante Ghana, que se generó “una comunión pueblo-equipo” que fue única.

Francisco Maturana, el histórico entrenador colombiano, abundó en detalles sobre la mirada internacional de la actuación de Uruguay en tierras africanas y la explicación a ese fenómeno del que hablan en todo el mundo.

A 10 años de Sudáfrica 2010, el mundo y Uruguay siguen rindiendo homenaje a quienes de alguna forma protagonizaron una actuación de valor superlativo y que impulsó la refundación de la selección. A un equipo que no solo regaló su mejor expresión futbolística, sino que desde el respeto construyó una nueva identidad para la selección, para el fútbol uruguayo y para los hinchas.

https://www.elobservador.com.uy/nota/sudafrica-2010-fue-el-mundial-de-los-millennials-202062032252

Forlán y su Balón de Oro. Abreu y la Jabulani que picó en la definición por penales ante Ghana. El relato en primera persona de Lugano sobre su experiencia en Sudáfrica y su vínculo con la celeste desde su niñez en Canelones, las anécdotas y los recuerdos forman parte del suplemento especial que Referí presenta en versión papel este sábado y en su portal, para mirar (y admirar, con la perspectiva de los 10 años transcurridos), con los protagonistas, una de las actuaciones deportivas que marcó un punto de quiebre. Y, también ahora, es momento de que cada uno de los lectores vuelva a recordar aquel tsunami de emociones.

Uruguay se relame con su obra perfecta (aunque no haya sido campeón del mundo), porque aquel grupo de futbolistas cambió el rumbo y volvió a poner a la AUF en el lugar que imponía su historia.

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