Antes de ayer, en un hotel de Santiago de Chile, me puse a ver
televisión, atraído por la variedad de canales a disposición. Y como los días en la capital chilena están helados, vi más televisión de la que veo comúnmente, que no es mucha, por cierto.
Me llamó la atención que había muchos canales con
noticias deportivas relativas al Mundial. Con la ayuda del control remoto vi casi una decena de noticieros, en todos los cuales los periodistas en función tenían una inefable bola de cristal que les permitía hablar de la justa mundialista con inaudita autoridad, como si el
mundial ya se hubiera jugado y los resultados estuvieran a la vista.
Me enteré que luego de la derrota sufrida el otro día, Alemania tiene pocas chances de campeonar, que Brasil es imbatible, que Argentina viajó a Rusia en un avión lujosamente equipado para que puedan celebrar la copa al regreso, que Perú cuenta con altas posibilidades de llegar a las semifinales, que Colombia puede ser una sorpresa debido al gran nivel actual de varios de sus jugadores, que es una lástima que Chile no esté presente, habiéndole faltado tan poco para clasificar, que España tiene un plantel de dos equipos con condiciones ambos para salir campeones, etc, etc.
Después de oír una sucesión de sermones proféticos de periodistas con acentos no siempre reconocibles –las cadenas televisivas ahora premian la neutralidad lingüística–, todos los cuales competían para ver quién era el más genio a la hora de opinar sin ton ni son, casi llego a la conclusión de que Uruguay no participará en este Mundial. Esa fue la idea que me dio el balance general. Nadie, ni uno solo de los periodistas de los noticieros hizo referencia al combinado celeste y a las posibilidades que pudiera tener, no ya de salir campeón, sino de al menos tener un desempeño destacado. ¿Ignorancia, envidia, falta de profesionalismo?
Celebrando la no existencia de nuestra selección en el discurso futbolístico en boga, me fui a dormir pensando que es mejor llegar así, no a través de la alfombra roja, sino calladitos y por la sombra, en estado de casi invisibilidad, más no sea para continuar la tradición que tantos buenos resultados nos ha traído a lo largo de los años.