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Venezuela: bajó la hiperinflación, pero los precios siguen altísimos y las elecciones están lejos

En diciembre de 2022 los precios aumentaron el 37,2%. Una cifra altísima para la mayoría de los países. Cerró ese año con una inflación de 305%. A su vez, la de 2022 fue menos de la mitad que la de 2021
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13 de febrero de 2023 a las 08:26

Por Eduardo Anguita

Los economistas siempre hablan de “precios relativos”. Venezuela llegó a tener cifras muy por encima del 7,6% de diciembre que el jueves dio a conocer el Banco Central de Venezuela. Diciembre de 2018, cerraba el año donde el crecimiento de los precios fue verdaderamente exponencial: 130.062%. Sí. En solo año la inflación fue superior a cien mil por ciento. De ahí viene Venezuela.

Si los precios se multiplicaron por tres durante 2022 hay que compararlos con el año anterior para tratar de pensar de modo secuencial: en 2021 los precios se multiplicaron por más de seis. En efecto, la cifra oficial de ese ejercicio fue del 660%. Los datos son corroborados por el Observatorio Venezolano de Finanzas, un ente independiente integrado por economistas.

Según ese observatorio, la tasa del 37,2% de diciembre es la más alta de los últimos 22 meses. El organismo advierte que, si no se controla ese aumento, el peligro del rebrote inflacionario está latente y llevaría a una nueva devaluación del Bolívar, la moneda venezolana. Y eso no sería raro, ya que así como los precios internos se multiplicaron por tres, la moneda se devaluó un 73%. O sea, está contenida, muy contenida.

El riesgo de una nueva explosión de los precios está latente. El gobierno de Nicolás Maduro sentía que había manejado la situación hasta octubre de 2022 la que la inflación acumulada en esos primeros diez meses era de 119,4%. Es alta, claro, pero comparada con los datos de 2018, podía dar bríos a cualquiera.

Cabe preguntarse qué pasa en un país que cuenta con los yacimientos petrolíferos más importantes al sur del Río Bravo. Sin duda, hay un manejo interno del poder que llevó a que primero Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro creyeran que podían vivir muchos años de las exportaciones petroleras. Y no fue así, más allá del juicio de valor que merezca, el principal cliente del crudo venezolano era Estados Unidos. Y la política exterior bolivariana buscó sociedad con Rusia y con Irán.

Las tremendas sanciones comerciales de Washington, multiplicadas en la era de Donald Trump, le dieron a Caracas en la línea de flotación. La empresa Petróleos de Venezuela (PDEVSA), estatal, pasó a ser la única compañía que explotaba yacimientos ya maduros. Además, la provisión de equipos extranjeros comenzó a mermar con las sanciones.

Cuando Hugo Chávez llegó al poder, en 1999, la producción de barriles diarios era de 3,5 millones. Fue decreciendo y, pese a retomar el crecimiento, en 2022 llegó a 685 mil; o sea, cinco veces menos.

Por si eso fuera poco, el precio internacional del crudo, entre 2013 y 2018, caía un 45%. Luego tuvo vaivenes, pero eso terminaba de hundir la economía venezolana, dependiente de las exportaciones de crudo.

Esto fue acompañado de menos recursos para las partidas presupuestarias destinadas a programas sociales, a una crisis de deuda externa y a una situación económica y social que llevó a la ruptura de la oposición cuando el propio gobierno bolivariano realizó una elecciones en mayo de 2018 que la oposición tildó de fraudulentas en las que se impuso Maduro. La Asamblea Nacional, en ese escenario, designó a un opositor, Juan Guaidó, como “presidente designado”. Guaidó presidía la Asamblea Nacional.

Si el frente político interno venezolano mostraba una fractura, la política exterior bolivariana no favorecía la posibilidad de volver a una senda alcista. El solo hecho de que los socios políticos del gobierno fueran Moscú y Teherán llevó a la Casa Blanca a doblegar las sanciones y congelar fondos.

Quizá sea difícil tratar de entender por qué cuatro años después de eso, Venezuela no cambió de gobierno. Pero tampoco es sencillo entender por qué Washington, desde que subió Joe Biden al poder, cambió el trato hacia Caracas.

En primer lugar, fruto de la guerra en Ucrania, relajó las sanciones, autorizó a la petrolera Chevron a retomar actividades en Venezuela, al igual que lo hicieron petroleras de Italia, España y Francia.

En segundo lugar, los enviados de Biden a Caracas retomaron una senda de diálogo que se ve acompañada por el relevo del gobierno en Colombia, que pasó de la derecha -con Iván Duque, alineado con Trump-. A Gustavo Petro –de izquierda, con buen diálogo con Washington-.

En tercer lugar, ni Washington ni la Unión Europea conceden a Guaidó el título de “presidente designado” y el chavismo tiene una mesa de diálogo con una amplia gama de partidos opositores que con una mesa de diálogo en México con observadores y mediadores de Noruega, Cuba y España.

La economía, bobo

En estos últimos cuatro años hubo dos reconversiones monetarias. En el último trimestre de 2017 hubo un promedio de inflación mensual del 60%.

La inflación anual fue de 862,6%. Y fue el preámbulo de 2018 que, como se dijo, cerró en 130.060%.

Fue a partir del primer trimestre de 2019 que el alza de los precios se fue desacelerando, con variaciones que no superaban el 50%. Solo en diciembre de 2020 llegó al 77,5%. Desde enero de 2021 no hubo variaciones mensuales por encima de los 50 puntos.

Para salir al cruce, Maduro comenzó a reducir el gasto público y tratar de mantener el tipo de cambio estable. Pero el déficit fiscal es crónico y acompaña la inflación. En 2017, el déficit superaba el 20% del PIB. No solo la inflación era la más alta de la región, sino también el déficit fiscal.

No es necesario comulgar con las ideas económicas ortodoxas para vincular, caída de la producción, caída de las exportaciones de petróleo y caída del precio internacional para darse cuenta que la contracción de la economía acompañada de un crecimiento del gasto público solo pueden mantenerse con créditos e inversión externos o con emisión.

Venezuela no tiene, al menos hasta ahora, un impulso a la inversión externa. Lo que sucedió y todavía sucede, es que la emisión de bolívares es lo que crece. Un recurso para muchas economías y familias es dolarizar su economía o recibir remesas en dólares de sus familiares que viven en el exterior.

De los menos de 30 millones de habitantes del país, unos seis millones emigraron. Muchos de ellos envían dólares a sus familias. El mercado negro de cambio de divisas está establecido en Venezuela aún desde los tiempos en que Hugo Chávez había sacado de la pobreza a un porcentaje altísimo de la población, le brindó educación, rutas, transporte, trabajo, vivienda, electricidad, derechos laborales, entre otras tantas cosas.

La Venezuela previa a Chávez era de una elite con altos estándares de vida y amplísimas capas de la población sin derechos ni recursos. La fidelidad de una parte de la población al chavismo se fue corroyendo a medida que esos derechos no podían ejercerse en la práctica y, además, porque Chávez nunca fraguó una elección ni proscribió a opositores, cosa que sí sucedió con Maduro.

El camino del diálogo con la oposición, la salida de la hiperinflación y la apertura a las inversiones externas pueden dar una senda a Venezuela. Al menos, a eso parecen estar apostando las dirigencias tanto del chavismo como del antichavismo. Para las elecciones de 2024 falta una eternidad.

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