La decisión de traspasarle como sea a Venezuela la presidencia semestral del Mercosur le saca de encima al gobierno una pesadilla pero, al mismo tiempo, asegura que las dificultades motrices del bloque se conviertan en parálisis. El traspaso suele hacerse en una cumbre de todos los presidentes. Sin embargo, como ninguno quiere estar ni cerca de Nicolás Maduro, nuestro canciller Rodolfo Nin Novoa programó hacerlo en una reunión de cancilleres. También fracasó, porque Brasil y Paraguay, que se oponen a que Maduro encabece el Mercosur, anunciaron que no concurrirían. Ante la imposibilidad de reunir a todos los socios, nuestro gobierno optó por cancelar el acto programado y dejar el bloque en el limbo. Uruguay se limita a presentar su informe sobre lo actuado durante su período, como manera formal de abandonar la presidencia regional.
Venezuela querrá asumirla de hecho, sin que medie ceremonia alguna, dejando al Mercosur partido en pedazos. Brasil y Paraguay ya han afirmado que no quieren tener nada que ver con ese país mientras Maduro siga haciendo trizas el estado de derecho. El presidente argentino Mauricio Macri pidió tiempo atrás que se le aplicara la Carta Democrática, que habilita suspender a un miembro. Pero luego se mostró más flexible para mantener el respaldo venezolano a la candidatura de la canciller Susana Malcorra a la Secretaría General de Naciones Unidas. Y el gobierno uruguayo ha enfriado sus relaciones con el régimen de Maduro pero nada entre dos aguas.
Sostuvo, como corresponde, que las posiciones políticas no podían tomar precedencia sobre las obligaciones jurídicas. Esta posición lógica de respeto a las normas legales, aunque no gusten, contrastó con lo que hizo el entonces presidente José Mujica en 2012, cuando se plegó al mamarracho jurídico de suspender a Paraguay para dar entrada a la Venezuela de Hugo Chávez. Por otra parte, la administración Vázquez sufre las presiones de algunos sectores de su Frente Amplio que, por ciegas simpatías ideológicas, siguen defendiendo a Maduro como si fuera un paladín de la democracia.
Con el Mercosur desperdigado, se estanca otra vez la negociación de un tratado de libre comercio con la Unión Europea (UE). No solo Venezuela ni interviene en el tema sino que la UE ha condenado formalmente a Maduro por sus desmanes contra los derechos humanos y la estructura institucional de su país. Lo que va quedando del Mercosur son algunos acuerdos puntuales sobre temas comerciales entre los socios fundadores, pobre sucedáneo de los frustrados sueños de unión aduanera y mercado común con que se creó el Mercosur hace 25 años.
Presumiblemente Maduro tratará de presidir el bloque en busca de algún tenue barniz de respetabilidad, vana esperanza ante el creciente despeñadero institucional en su país. Al arbitrario encarcelamiento de líderes opositores y otros desmanes y al quiebre de la división de poderes al prescindir del Parlamento, acaba de agregarle la exigencia a su dócil Consejo Nacional Electoral de que declare ilegal a la opositora Mesa de Unidad Democrática, que controla al Poder Legislativo. La razón de la movida es seguir postergando el referéndum revocatorio del período de Maduro, que respalda la gran mayoría de los venezolanos. Ante esta situación, en algún momento los demás socios del Mercosur tendrán que decidir qué hacer con el bloque y con el vergonzoso remedo chavista de democracia. Y cuanto antes, mejor.
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