“Este no es un tema de ideología, de derechas o de izquierdas, de bloques o alineamientos geopolíticos, es un tema de derechos humanos y de democracia. Hoy la cuestión es entre democracia o dictadura, entre transparencia o fraude, entre libertad o represión”. Estas palabras podrían haber sido dichas por muchas personas. Podrían haber sido expresadas, por ejemplo, por quienes desde otros países presionaron desde sus lugares para que retornara la democracia en Uruguay y en la región en la oscura década de los 70.
Pero fueron pronunciadas esta semana por el canciller uruguayo Omar Paganini, en el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el que se discutió, de nuevo, lo que pasó en las elecciones en Venezuela. Lo que pasó fue que millones de venezolanos fueron a votar, incluso con candidatos y partidos proscritos, y que lo hicieron seguramente con la esperanza de que su país comience a recuperarse de una crisis que parece a esta altura eterna, no sólo por los enfrentamientos políticos sino también por los problemas económicos que han hecho que uno tras otro sigan emigrando casi ocho millones de venezolanos.
Pero la esperanza, incluso con dudas lógicas porque el gobierno de Nicolás Maduro no daba las garantías necesarias para que la elección fuera indiscutible, no fue suficiente. Paganini lo resumió asi: “se proclamó un presidente electo sin finalizar el escrutinio; nunca se mostraron las actas originales ni se dio lugar a la auditoría de la oposición o de entidades independientes; se presentaron números inverosímiles, con falencias hasta matemáticas; se desoyó el clamor de la comunidad internacional reclamando transparencia y respeto a la voluntad popular”.
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FEDERICO PARRA / AFP
Uruguay es uno de los países que levantó la voz y eso le valió el rechazo madurista y la expulsión del embajador en Venezuela. La declaración que pretendía aprobar la OEA exigía que el Consejo Nacional Electoral "publicara inmediatamente los resultados de las presidenciales a nivel de cada centro de votación", así como "una verificación integral de los resultados en presencia de observadores internacionales para garantizar la transparencia, credibilidad y legitimidad" de los comicios. Fue votada por 17 países americanos, 11 abstenciones y cinco que rechazaron la convocatoria, que finalmente fracasó.
Más allá de lo que pasó en Venezuela, de lo que pasa (protestas, muertos, heridos, prisioneros), y de lo que seguirá pasando, es hora de que en Uruguay todos los partidos políticos empiecen a desvestirse de ideologías perimidas que, a esta altura, no son más que una frase pegadiza para estampar en una remera. Incluso si se considera que Maduro ganó estas elecciones, aunque no quiera o pueda probarlo ante organismos internacionales y ni siquiera ante los veedores que él mismo permitió que supervisaran la jornada electoral, esta no es la manera de construir una democracia, una en la que hasta el Partido Comunista está proscrito.
“El Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Venezuela (PCV) hace un llamado a las fuerzas genuinamente democráticas, populares y patrióticas a unir fuerzas para defender la voluntad del pueblo venezolano que se expresó este domingo 28 de julio con una clara intención de cambio político en el país”, declaró ese partido en Venezuela.
El debate que se realizó esta semana en el Senado uruguayo no fue productivo para el propio Uruguay. En la sesión extraordinaria se consideraron distintas mociones, y se aprobó la propuesta por los integrantes de la coalición, en la que se destaca que Nicolás Maduro incurrió en un “fraude electoral”. El Frente Amplio (FA) no votó esta moción, porque consideró que lo que se discutió en sala fue una provocación y un intento de legitimar el supuesto fraude con la complicidad del propio Frente Amplio.
La discusión fue, ciertamente, maniqua, de uno y otro lado. Los integrantes de la coalición querían forzar una declaración dura de parte del FA con respecto a Maduro, luego de que el presidente del partido dijera que “es tan irresponsable decir que hubo fraude como decir que la elección ya está certificada”. Tal vez no se pueda hablar de fraude con absoluta certeza pero tampoco se puede creer que la certificación es una posibilidad, luego de una semana en la que Maduro no ha mostrado un solo número, ni siquiera a organizaciones como el Centro Carter, invitado por el gobierno venezolando a presenciar las elecciones, que no tuvo más remedio que decir que los comicios no se adecuaron a los “parámetros y estándares internacionales de integridad electoral”, por lo cual no puede ser considerada como democrática.
No está bien que la senadora Graciela Bianchi diga que el FA no vota la moción porque cuando gane pretenderá instaurar un gobierno como el de Venezuela. La historia reciente demuestra exactamente lo contrario. No está bueno que el senador Luis Alberto Heber condene, en la discusión sobre ese país, al “terrorismo” que se vivió en Uruguay: "Decir terrorismo es condenar también a aquellos dirigentes que en el pasado dijeron que la democracia no servía. Quienes optaron por ese camino son también responsables de que este país haya vivido momentos muy violentos. Casualmente aquellos que dijeron eso, llegaron al gobierno por el voto", dijo.
Tampoco está buena la tibieza eterna del FA en lo que refiere a temas y países con los que alguna vez los unió una ideología que, en el caso de Venezuela, ya no es ni de izquierda. Maduro, haya ganado o perdido, es un autócrata que se maneja con cuotas de militarismo, capitalismo y todo lo que le sirva para reproducir un poder corrupto. “Convengamos que estos temas para algunos legisladores obtienen una gravedad inusitada cuando hay elecciones en Uruguay”, dijo el senador del FA Daniel Caggiani.
No hubo silencio de parte del FA, pero sí tibieza. Incluso si no es momento de hablar de fraude, es momento de hablar de proceso turbios y demasiados lentos en un sistema electoral que, supuestamente, tiene la tecnologías y los métodos para saber qué se votó, al otro día de los comicios. Algo así fue lo que afirmó el diputado Pablo Alvarez, que fue invitado por el gobierno de Maduro a presenciar las elecciones, en su condición de presidente de la comisión de Relaciones Internacionales del FA. A su regreso dijo que las elecciones en Venezuela son fáciles de auditar, por lo cual le parece “muy difícil hacer fraude”. En declaraciones a Así nos va de Radio Carve, agregó que el proceso electoral en ese país “parece más seguro” que el uruguayo.
La declaración oficial del FA, que ya tiene casi una semana, destacó la paz que primó en la jornada electoral y aclaró que “espera la publicación, por parte del Consejo Nacional Electoral, de la totalidad de las actas con los datos desglosados por mesa electoral, elemento fundamental para la transparencia, credibilidad y legitimidad de los resultados de la elección”, Agregó que el partido “está atento a los informes de los observadores del Centro Carter y el Panel de Especialistas de ONU”.
La paz se transformó en violencia y el Centro Carter se dio por vencido ante el reclamo de datos sin respuesta. Habrá que esperar a la próxima declaración del FA.
El tiempo siempre trae cambios y lo que ahora parece inevitable luego será historia. Paganini recordó en su oratoria en la OEA que “cuando Venezuela era una democracia plena y Uruguay estaba bajo una Dictadura, el Estado venezolano acogió exiliados uruguayos, influyó en la comunidad internacional para contener al régimen, rompió relaciones con el Gobierno de facto cuando el secuestro de Elena Quinteros”.
Le corresponde al gobierno uruguayo pero sobre todo al sistema político uruguayo, ponerse los pantalones largos a la hora de apoyar a los venezolanos en su búsqueda de democracia y estabilidad. Si esto lo consigue Maduro, aunque parece improbable dadas sus intempestivas reacciones, bienvenido sea. Pero si la solución es otra, también hay una cuota de responsabilidad del sistema político local que tiene que ver con apoyar a la democracia de izquierda, derecha y centro, cualquiera sea la que elijan los votantes, que son los únicos que pueden decidir el destino de un país, cuando se les permite.