La agricultura tiene un rol crucial para jugar en la seguridad energética global y eso significa una oportunidad para los países de América Latina, que tienen ventajas comparativas para la producción de biocombustibles, revelaron especialistas en el Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID).
Alianza estratégica: IICA - AAPRESID
El debate sobre el aporte del agro a la seguridad energética fue organizado en alianza estratégica con el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) que, luego del éxito de 2024, vuelve a tener una participación destacada en el Congreso, con una sección especial en la grilla de paneles magistrales, una muestra fotográfica y un side event orientado a las Agtech.
AAPRESID es una organización de referencia regional y mundial, que tiene más de 35 años de historia desarrollando sistemas de producción que regeneran el suelo y el ambiente.
Su congreso es un evento masivo que cada año vincula ciencia y producción con foco en la transformación agrícola y los escenarios de innovación. Participan destacados referentes nacionales e internacionales, quienes durante tres días debaten y proyectan los temas clave del futuro del sector.
El panel sobre el papel estratégico que puede desempeñar la agricultura en los planes energéticos de la región fue moderado por Hugo Chavarría, gerente de Innovación y Bioeconomía del IICA, y contó con la participación de Patrick Adam, de la Cámara de Bioetanol de Maíz de Argentina; Conrado Gattoni, de 2BSvs, que ayuda a los productores y comerciantes de combustibles y biomasa a conseguir la certificación de sostenibilidad; y Agustín Torroba, especialista internacional en Biocombustibles del IICA.
Los biocombustibles son combustibles hechos a partir del agro que buscan reemplazar a los combustibles fósiles.
El etanol se produce a partir de caña, maíz o trigo y se mezcla con la gasolina.
El biodiésel se hace con aceites como el de soja, colza o incluso aceites usados y se mezcla con el diésel.
Hoy la nueva frontera es el combustible sostenible de aviación –SAF, por sus iniciales en inglés- que se fabrica a partir de aceites, alcoholes o residuos agrícolas y busca descarbonizar la aviación.
El etanol y el biodiesel actualmente se mezclan con los combustibles a base de petróleo en 60 y 49 países, respectivamente.
Baja huella de carbono
“Nuestra región tiene una ventaja comparativa enorme: producimos con baja huella de carbono, cumplimos con exigencias ambientales internacionales y tenemos materias primas de sobra. Si se valorizan esos activos ambientales –como ya hacen mercados como la UE y EEUU–, los biocombustibles pueden convertirse en una fuente estratégica de divisas, empleo e innovación”, dijo Chavarría, quien hizo énfasis en que los países latinoamericanos deben coordinar sus estrategias conjuntamente, para desarrollar el potencial.
Torroba se refirió a las oportunidades que abre la demanda de SAF y consideró que una gran ventaja de la región es que tiene cadenas de valor sostenibles y está acostumbrada a certificar sus productos agrícolas.
“Argentina exporta 30 millones de toneladas de maíz sin agregar valor. Con ellos se puede producir nueve veces el total del SAF que hoy se produce en el mundo. Además, el criterio de sostenibilidad está dado porque el maíz que se produce en la Argentina tiene una huella de carbono inferior en un 55% al promedio global”, agregó el especialista del IICA, quien se manifestó a favor de crear un hub regional de producción de SAF.
Los expositores también hicieron hincapié en que los biocombustibles permiten generar una biorrefinería integral, capaz de generar otros productos aprovechables, como alimento animal y aditivos.
Mejor aprovechamiento de la biomasa
En ese sentido, y además de que son una gran herramienta para aprovechar las oportunidades de mercado abiertas por los compromisos ambientales internacionales, los biocombustibles son también un camino hacia una mayor agregación de valor y un mejor aprovechamiento de la biomasa.