Este viernes los cines uruguayos van a estrenar una de las películas más vistas del año. Aunque pueda parecer una especie de paradoja, eso es porque Las guerreras K-pop es uno de los fenómenos del año de Netflix, que luego de batir récords en la plataforma y convertirse en uno de los eventos virales de este 2025, tendrá un estreno en salas.
La película estrenada en junio en streaming arrasó en todo el mundo, incluso en Uruguay. No faltan relatos de padres y madres estupefactos con hijas que, aún sin consumir pop coreano, cantan las canciones de esta película, imitan las coreografías de sus protagonistas, piden para verla una y otra vez, o exigen la adquisición de un disfraz de Rumi, Zoey o Mira, las tres integrantes de la banda ficticia sobre la que gira la historia.
Estas tres muchachinas son las integrantes de la banda Huntr/x (se pronuncia “juntrics”), que en el universo de la película es la banda coreana más famosa, pero además, en secreto, son las responsables de sostener una herencia milenaria: con su música generan una especie de velo protector sobre el mundo que evita que los demonios agredan a los vivos.
Para contrarrestar su éxito, los demonios crean una contraparte masculina para el grupo, los Saja Boys, que “tientan” a los vivos con sus músculos, su belleza y una canción tan pegajosa que da miedo. Entonces, se plantea una rivalidad musical que esconde una rivalidad espiritual y sobrenatural. En el medio hay posesiones, peleas, secretos familiares que salen a la luz, un romance a lo Romeo y Julieta y canciones pop (para hacerse una idea, el INAU la declaró apta para mayores de 9 años para su estreno en cines).
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Los récords que batieron Las guerreras K-pop y el detrás del fenómeno
El uso de la palabra “fenómeno” no es en vano. Los datos lo respaldan: según Tudum, el sitio donde Netflix publica sus estadísticas de visualización, Las guerreras K-pop es la película en inglés (su idioma original) más vista de la historia de la plataforma, con 325,1 millones de visualizaciones. La diferencia con el segundo puesto de esa tabla es de 94 millones de visualizaciones.
A su música, pieza central de la película, le fue igual de bien por separado. La canción Golden —que solo en Spotify tiene 896 millones de reproducciones— es la primera canción de una película animada en llegar al ranking de la revista Billboard, y la banda sonora metió cuatro canciones en el top 10 del mismo sitio, la primera vez que una película alcanza tal hito. Los responsables de esta magia son los mismos compositores y productores detrás de algunos éxitos de dos de las bandas reales más populares del K-pop: BTS y Blackpink.
Ante tal hito, los ejecutivos de la N roja se babean pensando en los millones que facturarán gracias a las colaboraciones que ya están tramitando con marcas y empresas asociadas: ya firmaron con la juguetera Mattel (así que será cuestión de tiempo que aparezcan las Barbies de Rumi, Zoey y Mira), y ya hay hasta una versión del juego de caja Monopoly con las guerreras en portada, acompañando al capitalista bigotón que es mascota tradicional del juego.
Además ya se está barajando la posibilidad de una o dos secuelas, una versión con actores de carne y hueso y cortometrajes derivados para que Netflix siga obteniendo lo que quiere: que los seres humanos usen su bien más preciado, su tiempo, enganchados a su pantalla.
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Surf sobre la ola coreana
Aunque producida en Estados Unidos, Las guerreras K-pop transcurre en Seúl, y la cultura surcoreana se trasluce en la comida que consumen sus personajes, en referencias culturales que aparecen, y hasta en la presencia en la historia de entidades y seres pertenecientes al folklore y la mitología del país asiático.
Aunque para los occidentales sigue siendo una cultura “exótica” y lejana, la familiaridad con los productos culturales coreanos es mucho mayor que hace diez o veinte años, cuando el K-pop y el cine de ese país empezaron a cruzar al resto del mundo con más regularidad. De rareza pasó a ser algo mucho más cotidiano, como pasó también con otras exportaciones asiáticas, como el animé japonés, la gastronomía o la healing fiction, los libros sobre restaurantes, gatos, librerías o comercios de barrio donde sus protagonistas encuentran paz y armonía y sanan dolores propios y ajenos.
Ahora ya tenemos una película surcoreana ganadora del Oscar, una escritora con el Nobel de Literatura, las plataformas de streaming tapizadas de K-dramas (las telenovelas coreanas, superproducciones en toda regla como antes fueron las turcas, las venezolanas o las brasileñas), bandas que hacen giras mundiales y llenan estadios en América y Europa, y la serie más vista de la historia de Netflix también viene de la península: El juego del calamar.
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Esta última también logró convertirse en fenómeno mundial llevando al formato serie (el más consumido hoy) una lógica que impera en las películas coreanas: la cruza libre de géneros —comedia, drama, acción, ciencia ficción—y la crítica al sistema capitalista. Eso es algo que los occidentales ya sospechábamos pero no solíamos contar con tanta precisión y gracia como los surcoreanos, un país que hasta la década del 2000 (o sea, ayer nomás) alternaba crecimiento vertiginoso con dictaduras y rescates a manos del FMI, y que ahora ostenta una economía superpoderosa pero también una desigualdad brutal, y una sociedad con una competitividad feroz en lo educativo y laboral.
Entre ese boom económico está como industria fuerte el entretenimiento. En una cruza de iniciativa empresarial y política de estado, Corea se convirtió en un exportador de cultura pop al punto de “colonizar” musicalmente a sus vecinos (como si de repente los artistas más escuchados en Argentina y Brasil fueran uruguayos).
Y entre esa exportación está el K-pop, con sus coreografías calculadísimas, melodías hipnóticas y una cultura de fanatismo y consumismo exacerbado: discos con mil versiones para fomentar el coleccionismo y el gasto, un ritmo de publicación de novedades vertiginoso, merchandising de todo tipo para que tengas al integrante favorito de tu banda predilecta en postales, posters, tarjetas, y hasta el peluche de una especie de alter ego animal que tienen los grupos.
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Como antes pasaba con, por ejemplo, los Backstreet Boys, los nuevos íconos pop son surcoreanos, y en Uruguay hay clubes de fans de los principales grupos (incluso algunos integrados exclusivamente por señoras mayores), hay un circuito de shows de bandas “emergentes” que se hacen en el hotel Radisson, concursos de danza en la Sala Zitarrosa y hasta bailarines uruguayos que van a las principales academias en el país asiático.
Todo ese fervor e impulso se cruzó ahora con la (relativa) omnipresencia de Netflix y la sensibilidad occidental de los realizadores de Las guerreras K-pop, para generar una versión nueva de ese fenómeno, que ahora pasa a la pantalla grande.
Las funciones de la película
Las cadenas Movie y Life serán las que este fin de semana (del 31 de octubre al 2 de noviembre) proyecten Las guerreras K-pop, tanto en versión subtitulada como en español. A diferencia de la versión disponible en Netflix, la película se pasará en versión “sing-along”: los momentos musicales están pensados para que sea el público el que los cante, a modo de karaoke multitudinario.