Lo que sí va a tener es algo más de tiempo para hacer lo que quiera, porque a fines de este año se despedirá de la televisión. El periodista de 68 años ya está jubilado, pero a pedido de Canal 10 se quedó algunos meses más frente a las cámaras, en el rol que asumió después de que dejara de salir a las calles para encontrar relatos.
“Fue durísimo. En los canales se ve como un ascenso, para mí fue que me despojaron de todo, y lo extrañé muchísimo. Pero no te mojás, no te cagás de frío. Hay un poco más de comodidad”, cuenta sobre ese paso definitivo al estudio.
Mientras encara sus últimos meses de actividad, Aureliano “Nano” Folle habló con El Observador sobre crónica policial, el trabajo del periodista y también sobre todo lo que aprendió de décadas cubriendo crímenes. Y también sobre el miedo. Este es un resumen de la conversación.
_LCM8621
Leonardo Carreño/FocoUy
¿Hay un cambio de guardia en Subrayado? Esta semana se jubiló Silvana Goicochea, se fue Blanca Rodríguez, se fue Martín Lees, vos estás por jubilarte también.
Sí, es época de recambio. Había un equipo que se terminó, por una cuestión de edad, hasta casi te diría tecnológica.
¿Cómo sos vos con los compañeros más jóvenes? ¿Sos de dar consejos?
Trato. Si veo que hay receptividad, voy. A veces no hay, a veces se equivocan nomás. Trato de decir lo que aprendí, que no quiero decir que sea la verdad, pero fue lo que hicieron conmigo. En esta carrera uno nunca termina de aprender. Yo fui enemigo de la corbata, fui el primero en usar vaquero en la redacción de El País, pelo largo, botas, todo. Y había un jefe, Eduardo Navia, que era un periodista antiguo, y me decía “tenés que ponerte corbata, porque hay lugares donde no vas a poder entrar”. Y yo le contaba una anécdota de un periodista en Estados Unidos, que en la época de Nixon, en una conferencia de prensa, le grita desde el fondo “hey, Mr. President”, y estaba con las patas arriba de la mesa, de botas, y le hace la pregunta incómoda. Hasta que un día me pasó lo que Navia me dijo. Había un cóctel en el Victoria Plaza, estaba el ministro de Economía, y yo era el único en la redacción. No me dejaron entrar. Yo de campera militar, toda rota, peludo. En dictadura encima. Y no pude pasar por no tener corbata. Entonces empecé a usar, coleccioné corbatas. Las tengo todavía.
Y en la tele fuiste por el camino del medio, traje pero no corbata.
En la tele se usaba traje cuando llegué a Subrayado. Un día me toca cubrir un crimen, creo que era en el 40 Semanas que no era tan famoso como ahora, y caigo vestido de zapatitos, corbatita. Y los ñeris te miraban como si fueras una nave espacial. Dije, “bo, esto no funciona, si me voy a meter ahí tengo que estar más todo terreno”. Y empecé a usar mi propia ropa, iba con la ropa que tenía en casa, e iba a la feria con la ropa que me habían visto en la tele. Eso fue una manera de irle poniendo honestidad y certidumbre a lo que hacía. Un día se me ocurrió no maquillarme más, y dejé de hacerlo. Me parece que uno tiene que poner la cara que tiene en televisión.
_LCM8694
Leonardo Carreño/FocoUy
De a poco el Nano de la tele se fue pareciendo más al Nano de la vida.
Y así es la vida, porque lo que va pasando por adentro se refleja afuera también. Yo aprendí muchísimo con la crónica policial, aprendí muchísimo de mí y aprendí muchísimo de la vida. En esa etapa empezó un periodismo distinto en televisión, en una época donde los movimientos y la imagen empezaron a ganarle lugar a lo esencialmente periodístico y valía más un policía corriendo por la calle que la cara del presidente. Empezó a tener un efecto televisivo. Y yo viví esa etapa. Después se exageró mucho, porque Uruguay es medio pendular siempre. E hicimos algún desbarajuste: algún noticiero abrió una edición central con una tentativa de hurto en una farmacia. No podés hacer eso. Y no podés pasar 58 veces la imagen de un asesinato, como pasó. Tampoco podés ir con las cámaras a ver qué hace la viuda de un taximetrista. Pero bueno, se hizo y se dejó de hacer. Yo fui de los que se peleó con todos los jefes en aquel momento. Porque lo importante son quienes están ahí. Vos, que vas con una mirada periodística, y la persona que resultó lastimada. Ese es el diálogo que nos interesa a todos.
¿En la tele hay algo de actuación? Pensando en esto de que de a poco fuiste siendo vos mismo en las salidas al aire.
Yo traté de ir lo más cerca de la verdad posible. Esa fue mi desesperación. Yo soy así en la vida real, soy así con mis hijos, en mi vida privada, soy este que ves. Me gusta reírme, me gusta entender la vida. Y cuando me encontré en lugares donde había personas que sufrían y vivían cosas, traté de escuchar las voces de quienes pudieran haber estado ahí antes que yo. Aprendí mucho de un camarógrafo que trabajó conmigo, fallecido ya, Silvestre Pintado, le decían Rambo. Un tipo de Villa Española que conocía. Me enseñó, por ejemplo, que un llanto no necesariamente es dolor. Me enseñó que el silencio habla. Me mostró las calles, me mostró los lugares, los botones que apretar. Me enseñó que la gente que está delinquiendo o que parece que se te vienen arriba lo que tienen esencialmente es miedo, y quieren saber cuánto miedo tenés vos.
Sin embargo, antes de la crónica policial, estuviste, por ejemplo, el segmento de Fale Con Folle en Dale con todo, que tenía algo de actuación, de humor.
No lo entendieron en el canal. Luis Orpi, que lo hacía conmigo, también lo dice. Era una genialidad, incluso ahora. Ahí me pusieron para probarme a ver si daba lo que ellos llamaban “cara canal”, una idea que no existe más. Sería cómo aparece tu cara en la pantalla. Entonces yo, como periodista que era, hacía bromas periodísticas a los actores políticos. La cargada funcionó, y un día apareció un lugar en Subrayado y me llevaron para hacer la crónica policial, que era algo que no quería hacer.
_LCM8679
Leonardo Carreño/FocoUy
Y en los años que estuviste en ese rol, ¿notaste que cambió en algo la crónica policial?
Yo odiaba mucho el idioma de la crónica policial, el lenguaje del parte, “la intersección”, “el occiso”, “el sujeto”, todo eso que a veces por comodidad los periodistas usan como viene, y lo odiaba porque lo veía en el diario. Me parecía que la crónica policial tenía que ser otra cosa, tener otro pegue. Entonces entré en ella tratando de darle una mirada periodística, no policial. Entendí que la información que los cronistas policiales manejan generalmente, y sigue pasando hoy en muchos casos, es información netamente policial, proveniente de la policía. Pero hay muchas más fuentes. Está el propio delincuente, que uno piensa que no puede acceder a él, pero lo es; y están las víctimas, los testigos. Entonces empecé un día a quedarme en el lugar y ver qué pasaba. Se guarda la cámara, se va el auto, y ahí aparecen todos los monitos que no viste antes. Y hablás con ellos para explicar mejor lo que pasó. La gente, cuando vos vas en esos términos, y no tenés miedo, se aviene a conversar. Empezás a entender que la versión policial no es la única, que es solo una visión, no siempre fidedigna, que a veces tiene un interés, y al final con todas las visiones te armás un paquete cerca de la verdad. Y ahí se convierte en algo.
¿Qué pasó con la información policial, que pasó de ser un hecho más criminal a verse también como algo más social, político incluso?
Renunciá Bonomi. La película empezó con él, aunque ya antes hubo alguna con (Guillermo) Stirling. Ahí apareció la crónica policial, primero en televisión y después en el resto de los medios, y tomó un protagonismo que no tenía. Y ahora es parte de las campañas electorales, porque es la principal preocupación de la ciudadanía. La gente opina, la academia empezó a parecer interesante. Todo eso está pasando.
¿Te salvó haber llegado de grande a la crónica policial?
A la televisión, que es un lugar que te engaña muchísimo. Podés creer que tu pasaje por la televisión importa. Podés creer que sos importante en este planeta, y no es así. Llegué a la tele con 40 años y con la idea de que el periodismo es una carrera de servicio. Hay gente que hace periodismo para ver si consigue ropita, o viajes, o novia, o a ver si puede conseguir un auto, prestigio, o influencia. El periodismo es como ser bombero, médico.
_LCM8741
Leonardo Carreño/FocoUy
¿Cómo fue el comienzo en la crónica policial? ¿Te veían llegar los policías y qué pasaba?
Era raro, porque yo era como Serpico (personaje de la película homónima, interpretado por Al Pacino), un peludo que les caía. Y los policías desconfiaban. Como todo en la vida hay dos tipos de policías: buenos y malos, y tenés que aprender a ver. La fuerza policial se ha sostenido en los policías honestos. Antes había muchos problemas, cuando era una profesión muy mal paga, con malas armas, y yo llegué en ese momento. Ahora se ha profesionalizado más. Hay mucha gente joven, muchas mujeres, que tiran mejor que los hombres y son mejores investigadoras. Corté un poco con lo de llevarles algún regalo a cambio de información, entonces los milicos se desorientaron y anduve mucho tiempo sin nada, errándole al clavo. Pero ellos ven la tele, ven lo que decís, escuchan, y empezaron a ver qué capaz usaba el humor, que ellos también lo usan, veían que trataba de decir lo mejor posible, y empezó a haber información. De ambos lados.
Tuviste muchos momentos de humor en tu trabajo: la vez que saliste de una heladera, la entrevista al Rambo.
El humor es tremendo. Lo que pasa es que el ser humano, cuando está en el borde del miedo, del ridículo, de la tensión, hace que aparezcan las cosas más graciosas de la vida. Y además la crónica policial tiene mucho humor. Un día hubo un intento de rapiña en el Parlamento y me dice el comisario de la Sexta “intervino el jefe de custodia del Parlamento, Disney”. ¿Qué? “Walt Disney, el comisario”, y efectivamente, era el comisario Walt Disney Dutra. Entonces el copete fue “nadie pensó que la rapiña la iba a frustrar Walt Disney”. Hasta los delincuentes se ríen.
Embed - "¡Se terminó el Rambo!"
Hablando de crónica policial, esta semana el episodio más comentado fue el atentado contra la fiscal Mónica Ferrero, y se habla de que es “un antes y un después” para Uruguay. ¿Lo ves así?
Creo que tiene bastante razón Gustavo Salle, que dijo que se armó una escena teatral, de los medios, de los uruguayos, de los políticos. Hubo cosas no tan avanzadas como esta, que es un mensaje. Nadie quiere lastimar a la Fiscal, es un mensaje como el que va a la puerta del Comcar y le pega unos tiros al preso que sale. No lo esperaste en el barrio, lo fuiste a buscar cuando salió. Creo que lo que hacemos los medios a veces es una exageración.
Pero sin dudas el narcotráfico está más presente y más activo que antes.
Lo dijo el otro día el vocero de Fiscalía, que no sé si le escapó o tenía previsto decirlo, que ya no somos un país de tránsito, somos un país de acopio desde hace rato. Yo tengo una teoría, que es que rinde más y tiene menos pena para el delincuente. Es como otro show aparte. El rapiñero tiene siempre la posibilidad de que si se le escapa un tiro mata a un pobre tipo al que no quería matar. En el narcotráfico, si matás a alguien es porque es un adversario, que vale la pena, tenés otro crecimiento, hay más guita, menos pena, y si vas en cana vas al módulo donde están todos los muchachos. Me parece que por eso bajaron las rapiñas como las de antes en Uruguay: las barracas, los Abitab, las remesas, los bancos, los cajeros, me da la impresión de que el narcotráfico y lo que derrama acá se chupó mucho a la gente del ambiente. También hay un cuco con el narcotráfico, que hay porque es la profesión que más ganancia da en el planeta. Porque hay gente que la consume. Llega el verano europeo, abren las discotecas y si no hay merca, pastillas, fentanilo, hay que apagar y cerrar. Y alguien la tiene que llevar hasta allá. Y cada vez pagan más. Y acá pasa lo mismo. A mí un pibito en Minas, cuando se armó uno de los primeros rock and rolles ahí, me dijo “acá nadie le pone un chumbo en la cabeza a nadie para que compre. Vienen todos, incluso los que después te denuncian. Ellos o los hijos”. Entonces hay un circuito mentiroso. Si hay droga y hay narcotráfico es porque hay mercado. Y el narcotráfico tiene mucho dinero, toca botones, y uno a veces se sorprende, pero es porque hay plata.
_LCM8725
Leonardo Carreño/FocoUy
¿Te queda algo pendiente en los medios?
Estoy muy contento, no tengo nada que me falte. Todo lo que me hubiera gustado hacer lo hice.
¿Por eso te jubilás?
Sí, tengo 45 años de laburo, ya está. Que venga otro peludo. Uno tiene que saber salir. Me han pedido que me quede un poco más, me quedé, muy bien, pero ya está, me voy. Porque me tengo que ir. Tengo una edad, hay un momento donde viene la curva. Podría hacer un programa, pero capaz que no presentar un noticiero, que venga otro.
¿Qué vas a hacer después de dejar la televisión?
No tengo un plan. Voy a escribir. Me gusta mucho la hoja en blanco, el desafío, y tengo muchas cosas para contar. Quiero viajar. Cuidar el jardín, que ya le dedico tiempo. Hay muchas cosas ahí. Además lo hago descalzo, entonces la electricidad se descarga en la tierra.
¿Es una forma de alejar la oscuridad?
La oscuridad es necesaria. Porque si no la tenés no podés captar lo bueno. Hay que entender un poco qué es la oscuridad, no tenerle miedo, porque sino el día que te llega la muerte, te llega la oscuridad toda junta y te da vuelta. Una de las cosas que me permitió entender la crónica policial fue el haber estado ante situaciones de dolor tremendo de chico, como para aprender un poco qué es esa cosa que te traspasa. Y por ejemplo, cuando entrás en una cárcel, pasas un portal y realmente ingresas en el mundo de la oscuridad. Ahí está el mal, ahí vive y hace de ti lo que puede hacer contigo. Yo a veces me peleo con la academia, con los técnicos, con los ministros del Interior, que dicen “sube el delito, baja el delito, ponemos esto, hacemos aquello”. Y no es tan numérico. Y lo muchachos se dan cuenta de todo eso. Hay una sensación de qué lejos están de lo que me pasa a mí.
¿La oscuridad te sobrepasó alguna vez, o se te acercó demasiado?
La oscuridad es el miedo. Y un día entendés que el miedo es irreal, igual que la oscuridad. Esencialmente, la vida es luz. Cuando entendés esa regla de tres simple, no hay miedo. Pero hay que crecer un poco, pisar la oscuridad, haber tenido miedo y haber podido salir.
¿Ahora le tenés miedo a algo?
No, no. Estuve en dos instancias cerca de la muerte. Subí al ring dos veces con el cáncer. Lo cagué a trompadas y bajé. Capaz la tercera es la vencida.
¿Te hizo dejar de fumar el cáncer?
Había dejado de fumar antes varias veces, pero después de operado del cáncer de pulmón volví a fumar. Ahora hace un año y medio que no fumo.
_LCM8605
Leonardo Carreño/FocoUy
¿Alguna vez te tocó ser víctima?
Muchas veces. Me robaron todo en mi casa. Todo. Hasta la cadena del perro y el champú. Estuve tres días con un amigo, él con una navaja y yo con un hachita, porque habían dejado un bolso con cosas. Estuve tres noches en un sillón, así, como un pelotudo, esperando que volvieran. Por suerte no volvieron. Cuando la gente queda muy alterada por un robo, les digo que cuando sucede una cosa así, un ataque violento, es como que te inocularan veneno. Quedas con ganas de matar, ganas de llorar. Eso lo tenés que hacer circular por el torrente, lo tenés que eliminar, porque eso no es tuyo, es lo que te dejaron. Es el contacto con el mal. Ahí, en ese odio que sentís, lo tenés personificado. Es lo que sienten ellos, que están poseídos. Y hay que eliminarlo porque no es saludable, es miedo puro. El miedo te hace cometer la peor barbaridad, te convierte en un ser violento, en una persona que puede llegar a atacar a otra por detrás. Te convierte en el peor cobarde o en el peor de los violentos. Hay que aprender a liberar el torrente, sacar eso del alma.
¿Vos pudiste sacarlo?
Fue el ejercicio que tuve que hacer.
¿O sea que la vida es una constante pelea contra el miedo?
Y sí. Cuando me operaron la primera vez, me abrieron entero y me sacaron una comadreja de dos kilos de adentro. Me armé un banco de tres patas para sobrellevarlo. Me fui a ver a un curita, psicólogo, español, ya fallecido, el padre Lucas; un médico holístico, Bernardo Fernando; y a una psiquiatra. Durante tres o cuatro meses iba un día con cada uno, para tratar de subir al ring con todo, porque iba a pelear contra Mike Tyson. Y un día llorando le dije al curita, “¿entonces morir es nada más que esto?”. Y me dijo “chaval, es tan simple como estar vivo. Todos los demás siguen. Tus hijos siguen, mañana van a venir todos tus compañeros a trabajar, y vos no vas a estar”. Es como sacarle esa cosa wagneriana a la muerte. A partir de ahí la cosa cambió. Y después vino otra, y otra, y acá estoy. Capaz que tengo que hacer algunas cosas más todavía.