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16 de octubre 2025 - 5:00hs

En 1942 el birllante Joseph Schumpeter describió el proceso mediante el cual la innovación y el progreso tecnológico destruyen estructuras económicas obsoletas mientras crean nuevas oportunidades. Nacía el concepto de “destrucción creativa”, aunque parezca un oximoron no lo es. Para Schumpeter, este proceso no era un efecto secundario del capitalismo sino su motor fundamental: las empresas innovadoras desplazan a las antiguas, los nuevos productos reemplazan a los viejos, y la economía se reinventa constantemente en una "tormenta perenne de destrucción creativa".

Esta semana, la Real Academia Sueca de Ciencias otorgó el Premio Nobel de Economía 2025 —distinción que curiosamente nunca recibió Schumpeter en vida— a tres economistas que profundizaron y formalizaron estas ideas para el siglo XXI. Una mitad del premio fue para Joel Mokyr de Northwestern University "por haber identificado los prerrequisitos para el crecimiento sostenido a través del progreso tecnológico". La otra mitad se otorgó conjuntamente a Philippe Aghion del Collège de France, INSEAD y la London School of Economics, y a Peter Howitt de Brown University "por la teoría del crecimiento sostenido mediante la destrucción creativa".

¿Por qué es tan relevante y vigente este reconocimiento? Porque empatiza con lo que viene sucediendo en nuestra era. La creación de mayor valor en las economías la encontramos hoy en el conocimiento, en la capacidad de desarrollar e innovar, de adoptar tecnologías. Es clave en ese proceso cuán preparada y abierta esté la sociedad a una transición inexorable.

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Esta vigencia cobra especial importancia por estos días en los que llegan mensajes y políticas anacrónicas, negacionistas de esta orientación. La visión de Donald Trump sobre la economía, su obsesión por la conservación de procesos de manufactura, es simplemente no entender la evolución económica. Si algo puede hacerlo de buena forma una máquina, ya no es digno que lo haga un ser humano. Porque el ser humano no debe estar en pie de igualdad con un aparato: debe estar para procesos superiores de creación.

https://www.bbc.com/mundo/articles/ce32rxqlwgzo

Los datos estadounidenses son contundentes. El empleo manufacturero alcanzó su pico en 1979 con 19,6 millones de trabajadores, representando el 22% del empleo total. Para 2025, solo quedaban 12,7 millones de empleos industriales. Pero el declive relativo es aún más dramático: la manufactura representaba el 32% del empleo total en 1953 y apenas el 9% en 2019, según el Bureau of Labor Statistics. Mientras tanto, los servicios profesionales y empresariales añadieron 13,9 millones de empleos, educación y salud sumaron 17,4 millones, y ocio y hospitalidad incorporaron 9,9 millones de trabajadores entre 1979 y 2019.

Si cambiamos de frente, encontramos a la economía china liderando el registro de patentes a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO), China registró 1.68 millones de solicitudes de patentes en 2023, representando el 47,2% del total mundial. Esto es casi tres veces más que Estados Unidos, que quedó segundo con 598.085 solicitudes. China lidera ininterrumpidamente desde 2011 y actualmente tiene 5 millones de patentes vigentes. En inteligencia artificial específicamente, China presentó 29.853 patentes en 2022, más del 40% del total global, un 80% más que Estados Unidos. El gigante asiático apuesta decisivamente al desarrollo tecnológico e industrial a gran escala. Innovación, investigación y el desarrollo como el engranaje central del crecimiento.

¿En Uruguay cómo vamos? Días pasados los colegas de la consultora Exante daban cuenta de la mediocre evolución de los empleos en la industria local. El núcleo industrial duro creció apenas 0,7% anual entre 2010 y 2025, comparado con 4,2% en la década anterior. La ocupación de personal cayó 27% y las horas trabajadas se desplomaron 30% en estos 15 años. De 45 ramas industriales analizadas, solo 5 aumentaron el empleo. Todos datos esperables. El avance tecnológico ha dado la posibilidad de producir a gran escala, lejos de nuestras dimensiones. Además, los procesos de automatización sustituyen horas de "manufactura" por horas de "tecnofactura", desplazando trabajadores hacia otras tareas demandadas.

Pero aquí está la otra cara de la destrucción creativa uruguaya. La industria del software y servicios globales facturó 3.381 millones de dólares en 2023, representando el 4,4% del PIB, un crecimiento del 115% en apenas dos años. Las exportaciones tecnológicas alcanzaron 2.168 millones de dólares en 2023, un aumento del 19% interanual. El empleo directo en empresas de software alcanzó 20.375 trabajadores en 2023, con salarios promedios de 2.300 dólares mensuales, el doble del promedio nacional. Uruguay es uno de los principales exportadores de software per cápita , con el 76% de las empresas exportando a mercados internacionales, principalmente Estados Unidos que absorbe el 82% de nuestras exportaciones tecnológicas.

En matereia de empleo, según la consultora Advice, la demanda de especialistas en ciencia de datos e inteligencia artificial aumentó 192% desde el lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022. Actualmente, 250 oportunidades laborales por mes requieren algún conocimiento de IA, representando el 3,7% de la demanda laboral total. De 53 actividades económicas estudiadas, 27 (51%) ahora requieren algún conocimiento de IA.

2022.ChatGPT
ChatGPT

ChatGPT

Es una transición inevitable. Cuanto antes logremos decodificarla, antes lograremos capitalizar sus potenciales frutos. ¿Cómo hacerlo? La decidida inversión en conocimiento e innovación, apertura cultural para superar la nostalgia de no poder dedicarnos ya a determinadas actividades, preparación para el cambio en los términos de relaciones laborales, contención social en proceso de transición, harán que incrementemos nuestra capacidad para posicionarnos de miras a un mayor crecimiento, no como una obsesión per sé, sino como el genuino camino al desarrollo y bienestar.

El Nobel de Economía 2025 llega para recordarnos que esta destrucción creativa no es una anomalía a resistir, sino la dinámica central del progreso económico moderno. En este Escenario2, el dilema no es si sucederá en Uruguay, sino si tendremos la visión y coraje para acompañarla con políticas que la hagan inclusiva y sostenible.

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