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26 de octubre 2024 - 5:00hs

El ambiente del fútbol lo conoce por Lucho. Los amigos le dicen Beto. Sigue siendo el mismo que estudió Electricidad en la UTU, el que se metió en el bolsillo a los seguidores de Peñarol cuando ganó el segundo quinquenio –pese a ser hincha de Nacional– y el que finalmente jugó en los tricolores. Luis Romero es el ganador de los clásicos imposibles con las dos camisetas, el elegido para amargar a la hinchada ajena.

Nacido en un hospital de Montevideo, vivió toda su infancia en Barros Blancos, Canelones. “Vivíamos en el kilómetro 24,700 de la Ruta 8, pasando Los Aromos. Con mis hermanos íbamos a la escuela de Villa García. Mis viejos, Juan Bautista, que lo conocen por Tito, y Amelia, nunca nos hicieron sentir que faltaba algo en casa. Teníamos un millón de necesidades, pero éramos felices”, cuenta Romero a Referí.

“Mi viejo limpiaba pescado de sol a sol y mi mamá trabajaba en diferentes casas. Después, papá trabajó en la empresa Saman y me llevó a laburar. Estuve seis meses y por suerte me echaron (se ríe). Me ponía a juntar el arroz malo que salía de la máquina, hasta que un día me pusieron a hombrear bolsas. Fijate que yo no llegaba a 70 kilos y las bolsas pesaban 80 kilos. Me escondía para no laburar. Mis faltas al trabajo me echaron (se ríe)”. Entre tanto, Luis estudiaba Electricidad en la UTU de Pando.

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Luis Romero de niño

Luis Romero de niño

Pero Tito se puso firme y volvió a trabajar. “Mi viejo me obligó” –dice–. “Yo estudiaba y era bueno en el fútbol, jugaba y era hincha de chico de Juventud Unida, el club del barrio. Para que yo me quedara en el club, el presidente me puso en una fábrica de papel higiénico y de chapas de cartón. Hacía que trabajaba, hacía mandados”.

El Capitán Artigas fue su primer club en el baby fútbol y ya jugaba como delantero. A los 13 lo hacía en los juveniles del barrio en la Liga del Este. “¡Qué hermosa época! Poníamos unas chancletas de arco y se formaba un picado. Si no, en el barrio había muchas cañas y hacíamos dos arcos de cañas –con travesaño y todo–, y jugábamos a cabeza durante horas. Así íbamos aprendiendo”.

Con el paso de los años, su tío lo llevó a jugar a Huracán Siré que era el rival de su club, Juventud Unida, y jugó solo un año, hasta que lo hizo en la institución de la que era hincha en el barrio. “Con Juventud Unida fui campeón. Con 15 años, jugaba en Primera, y le ganamos el clásico a Huracán Siré 1-0 con gol mío, y dejé tirados a mis tíos (se ríe). Éramos una familia muy unida”.

Luis recuerda que no tenía ídolos. “La tele no era común y en nuestra infancia, tener una tele no era para gente de clase media baja, era complicado. Hablo de la tele porque te podía acercar algún nombre para que lo pudieras idolatrar. Al Estadio empecé a ir de grande con un amigo enfermo de Nacional. Mi viejo es hincha de Nacional de toda la vida, mi hermana y mi hermano con mi vieja, de Peñarol. Con mi viejo éramos anti Peñarol. No queríamos que siquiera empatara, éramos así. No íbamos al Estadio porque éramos de clase humilde. Era un lujo ir, porque si íbamos, teníamos que ir todos”.

20241022 Luis Romero, ex jugador de fútbol.
Luis Romero, un ícono del Peñarol del segundo quinquenio

Luis Romero, un ícono del Peñarol del segundo quinquenio

Su buen rendimiento en la cancha, llevó a que ya, con algunos años, fuera contratado por el primer club profesional: Sud América.

“Gualberto Díaz me contó una vez que habían ido a buscar al delantero Álvaro Presa, y ese día, jugué en la selección de la Liga del Este, lo hice bien, y me terminaron llevando a mí. Era el séptimo delantero, pero por suerte se fueron lesionando y quedé de titular en un partido. Tenía 18 años. (se ríe). El Lolo (Eduardo) Favaro era el centrodelantero y yo jugaba como punta por derecha. Me decían Pichón de Alzamendi porque era rápido. Me fue muy bien, y ahí me compró Julio Rodríguez que tenía un puesto vendiendo bananas en el Mercado. Era el presidente de Basáñez y me llevó”, explica.

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Sud América 1989: arriba, Edison Machín, Aldo Langone, Richard Acuña, Fabián González, Juan Acosta y Guillermo Sanguinetti; abajo, Alejandro Larrea, Jorge Píriz, Eduardo Favaro, Ignacio Saavedra y Luis Romero

Sud América 1989: arriba, Edison Machín, Aldo Langone, Richard Acuña, Fabián González, Juan Acosta y Guillermo Sanguinetti; abajo, Alejandro Larrea, Jorge Píriz, Eduardo Favaro, Ignacio Saavedra y Luis Romero

El club dueño de La Bombonera, había ascendido de la C a la B en 1989, ganándole la final a Villa Teresa en el Parque Capurro. De allí quedó una rivalidad muy grande entre ambos clubes.

Tres años después, con los dos en la B, se enfrentaron en esa cancha, y al finalizar, comenzó una gresca general entre las hinchadas que derivó en la muerte de un parcial aplastado por un caballo de la Guardia Republicana.

Luis habla de cómo vivió ese momento. “Recuerdo que terminé agarrando un arma que había caído por ahí. Estaba trepadito en el muro mirando lo que pasaba. Ya se sabía que se iba a armar lío, pero ni pasó por la cabeza de nadie que iba a pasar eso. Estaba Julio Penino –quien era técnico y siempre andaba por ahí– y me dijo: ‘Lucho, tirá eso que vas a ir en cana’. La tiré arriba de un parrillero. Con Basáñez íbamos primeros para ser campeones y nos sacaron 10 puntos –en épocas que al ganador de un partido aún se le daban dos unidades–, y estuvimos a 2 puntos de subir", explica.

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Basáñez en 1992: arriba, Sergio Navarro, Nelson Quevedo, Osvaldo Streccia, José Enrique De los Santos, Jacinto Cabrera, Luis Romero y Ariel Krasouski; abajo, Luis Cardozo, Juan González, Alejandro Aguerre y Washington Méndez

Basáñez en 1992: arriba, Sergio Navarro, Nelson Quevedo, Osvaldo Streccia, José Enrique De los Santos, Jacinto Cabrera, Luis Romero y Ariel Krasouski; abajo, Luis Cardozo, Juan González, Alejandro Aguerre y Washington Méndez

Y continúa: "Al año siguiente subimos como campeones con el Cuchillo (Nelson) Quevedo, el Indio (Héctor) Molina, (Ariel) Krasouski, el Caballo (José Enrique) De los Santos. Al año siguiente en Primera, casi ganamos el Apertura, terminamos segundos a 1 punto de Defensor. Perdimos en la última fecha con Danubio, un partido que empezamos ganando con un gol mío. Pero ahí empezaba el Chino (Álvaro) Recoba –que era un animal– y él solo nos ganó el partido”. Miguel Puppo era el técnico que los ascendió y del que tiene un gratísimo recuerdo. “Quien tuvo a Miguel, bueno o malo como entrenador, en la parte humana era impresionante. Tengo un gran recuerdo de él”.

El salto a Peñarol que le cambió la vida

Su rendimiento en Basáñez era muy bueno. Ya se destacaba con sus goles por vía aérea, sacándole dos cabezas en los saltos a sus rivales. Entonces los dos grandes quisieron contratarlo.

“Andaba muy bien y casi estuve a punto de ir a Nacional en 1994, pero se llevaron a Juan González. Y en Peñarol estaban Marujo Otero y Darío Silva en la delantera, pero Gregorio (Pérez) se caracterizaba siempre por mechar a uno para ir aprontándolo en caso de que se fuera uno de ellos. Y me buscaron a mí y Paco Casal me vendió a Peñarol. Para mí era algo buenísimo en lo económico”, recuerda.

Y añade: “Ahora la gurisada quiere jugar en Peñarol o Nacional. Yo tenía 27 años y no se me pasaba por la cabeza ir a un club grande. Nunca soñé con pensar de ir a jugar a otro lado, disfrutaba en donde estaba. Era un abismo lo que había de diferencia. Vivías para jugar. En los otros equipos estabas pendiente de otras cosas”.

Llegó a un grande por primera vez en su carrera, pero las cosas no le salían nada bien. “Estuve como seis meses sin hacer un gol y la gente te lo hacía sentir con la silbatina y para el jugador, si no estás bien preparado psicológicamente, te consume”.

Entonces recuerda su primer gol con una sonrisa: “De hecho, el primer gol que hice en Peñarol fue contra Liverpool y entré caminando con la pelota al arco. ¿Por qué? Del cagazo que tenía. ‘Mirá si lo erro’, pensaba (se ríe)”.

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Uno de los primeros clásicos de Luis Romero en Peñarol: este es el del Torneo Clausura de 1995 que ganaron los aurinegros 1-0; arriba, Claudio Flores, Luis Romero, José Enrique De los Santos, Nicolás Rotundo y Washington Tais; abajo, Diego Dorta, Danilo Baltierra, Antonio Pacheco, Federico Magallanes, Pablo Bengoechea y Óscar Aguirregaray

Uno de los primeros clásicos de Luis Romero en Peñarol: este es el del Torneo Clausura de 1995 que ganaron los aurinegros 1-0; arriba, Claudio Flores, Luis Romero, José Enrique De los Santos, Nicolás Rotundo y Washington Tais; abajo, Diego Dorta, Danilo Baltierra, Antonio Pacheco, Federico Magallanes, Pablo Bengoechea y Óscar Aguirregaray

Y comienza a hablar de un personaje fundamental en su carrera, quien sigue siendo amigo hasta hoy. “Gregorio jugó un papel fundamental. Yo también brindaba otras cosas como el hecho de ser solidario en la marca, hacía trabajo sucio para que otros anotaran goles. Gregorio no me aguantó una, me aguantó 10. Tenía una paciencia bárbara. ‘Tranquilo, Lucho. Hoy tampoco pudiste hacer un gol. Ya van a llegar’. Peñarol había pagado US$ 450.000 para llevarme. ¡Era un platal! Junto con Miguel Puppo lo que te marca de por vida de Gregorio es la parte humana y eso nos pasa a la mayoría. Esa era su gran virtud, de ser consecuente y mantener un grupo unido, sano, y todos con ganas de jugar. Lo veías como un padre más que como un entrenador y por eso conseguimos el quinquenio de una manera casi imposible”.

A principios de 1996, Gregorio se fue a dirigir a Cagliari de Italia en donde estaban los uruguayos Fabián O’Neill y Darío Silva. Dejó que Luis jugara el primer semestre en Peñarol, pero luego lo llamó.

“Lucho, te preciso en Cagliari. ¿Querés venir?”, le preguntó por teléfono desde Italia.

Así explica Romero cómo siguió esta historia: “Terminé yendo a Cagliari por él. No lo pensé dos veces. Así como en enero de 1997 volví a Peñarol producto de que él volvió. No es que estuviera mal con Jorge Fossati, –quien estuvo en 1996– en Peñarol. Pero por todo lo que me dio y me bancó, no podía hacer otra cosa. Cuando me fui para Italia, me ofrecía más dinero Peñarol que Cagliari, pero quería ser consecuente con él. En aquella época hablaban de centro de Bengoehcea y gol de Romero y que ya ganábamos. Recuerdo que cuando pasé a Nacional, años después, La Perra, quien era el equipier, lo primero que me dijo fue: ‘Pah, Lucho. ¡Qué bueno que estés con nosotros! Cada vez que veíamos al enano (Bengoechea) en un córner, que empezaba a levantarse la parte delantera del short –porque era como un toc que tenía, pese a que algunos rivales a veces pensaban que era una seña por una jugada preparada– y vos en el área, temblábamos. Decíamos: ‘Chau, fuimos’”.

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Luis Romero cuando defendió a Cagliari de Italia

Luis Romero cuando defendió a Cagliari de Italia

En Italia, si bien ya conocía a Darío Silva, se hizo más amigo de Fabián O’Neill, “El Chiquilín”, como él le decía.

“El Chiquilín, lo que tenía te lo daba. ‘Viejo, tenés que venir a comer a casa’, me dijo un día. Y fui a su casa. Iba mal dormido y era el mejor en los entrenamientos. Era una bestia. Gregorio se fue prácticamente al mes de haberse hecho cargo del equipo, y ya no estaba. Estaba Carleto Mazzone (quien descubrió a Francesco Totti en Roma y dirigió a Pep Guardiola en Brescia y me quedé solo cuatro meses. Me habían multado una vez porque jugaba en la selección y quedó una relación tirante con el manager del club”, explica.

Entonces se dio una charla justamente al revés de la de algunos meses atrás. Gregorio lo volvió a llamar y le preguntó, en esa ocasión, si quería volver a Peñarol.

Y su respuesta fue exactamente igual: “Ni lo pensé. El Chiquilín (Fabián O’Neill) metió mano y averiguó un poco antes para que pudiera ir a Nacional. Pero al final, volví a Peñarol”.

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Luis Romero y su pareja Ximena

Luis Romero y su pareja Ximena

Aquel año 1997 fue impresionante para los aurinegros. Tenían que ganar ocho partidos y además, depender de otros resultado para llegar con chance a pelear su segundo quinquenio.

“Fue un año tremendo –dice Luis–. Y agrega: “A veces las cosas se dan porque se tienen que dar. Nacional me había ofrecido tres años de contrato y US$ 600.000. ¡Era una locura!, y ni la evalué. Fui toda la vida hincha de Nacional, menos cuando jugué en Peñarol. Del tema de quién era hincha cada uno, no se hablaba en el plantel. Recuerdo que solo a Tucu Tucu (Marcelo Zalayeta) le pregunté si era de Nacional, porque en aquella época se decía eso, y hasta ahora estoy esperando la respuesta, porque viste que no habla (se ríe)”.

Entonces habla de lo que fueron aquellos dos clásicos que remontaron y ganaron 4-3 y 3-2. Luis, quien en su historial con esa camiseta, le anotó 10 goles a Nacional, convirtió esos dos partidos.

Aquí se puede ver el clásico que Peñarol dio vuelta sobre Nacional en 1997 y lo ganó 4-3; el segundo aurinegro fue de Luis Romero de cabeza:

Embed - Peñarol 4 - Nacional 3 - Clausura 1997

“Esos clásicos fueron letales. Estuvo bueno todo el recorrido (del equipo durante esos meses). Muchas veces (Óscar) Tabárez rompe las pelotas que el camino es la recompensa y aquel año 1997, hicimos todo para ganarlo durante ese camino. Teníamos que ganar siete u ocho partidos y aun así, dependíamos de otros y se dio el triunfo de Nacional contra Defensor. Había una convicción que no encontré en ningún otro de los equipos que jugué. Pasamos tres meses concentrados en Los Aromos y no había uno que se quisiera ir para la casa de tan compenetrados en lo que hacíamos. Las familias nos venían a ver. La hinchada de Peñarol también estaba convencida de que íbamos a ser campeones. Fue factor fundamental en varios partidos”, recuerda.

Por la semifinal del Campeonato Uruguayo ante Nacional, ganaban los tricolores 2-0 al minuto del segundo tiempo con dos golazos de Ruben Sosa y de José Luis Zalazar. Pero Peñarol logró empatarlo primero, y luego poner el 3-2 para la victoria y poder jugar las finales ante Defensor Sporting que había ganado la Tabla Anual.

Aquí se pueden ver los goles de aquel clásico que ganó Peñarol 3-2 de atrás:

Embed - Peñarol 3 - Nacional 2. Otra remontada histórica 1997

Luis había anotado el transitorio 2-2. Quedó solo para definir ante Álvaro Escames, pero pifió la pelota. Entonces la fue a pelear con todo y Óscar Suárez le dejó los tapones lesionándolo. Pero pudo convertir igualmente un empate que luego derivaría en una victoria trascendente.

“(Óscar Suárez) jugaba con unos tapones intercambiables gigantes y me dejó los tapones en el tercer gol. Con Carlitos De Lima hablábamos mucho y yo había jugado con El Loco Escames en Basáñez y cuando entrenábamos y quedaba mano a mano, se acostaba, no como ahora los arqueros que se quedan parados o hincados tapándote todo el arco. Yo le decía, ‘si lo tenés que encarar, pinchásela que es gol’. Yo la quise pinchar con la lluvia y la pifié, y ahí Suárez me metió el planchazo en el culo, aunque pude anotar el 2-2 transitorio. Me intervinieron, estuve dos días. Fue una lesión complicada porque me dieron siete puntos al lado del esfínter y estuvo a milímetros de agujerearme el recto. Ahí hubiera sido mucho más complicado. No me podía ni sentar y estuve con las dos piernas abiertas, con el aire de un ventilador. Pero a los tres días jugamos con Defensor la primera final, la jugué igual y se me reventaron todos los puntos. Para la otra final estaba dolorido como loco, pero también jugué y fuimos campeones del quinquenio”, cuenta.

Aquí se pude ver la jugada del choque entre Óscar Suárez y Luis Romero en el transitorio 2-2, que sacó al delantero de Peñarol de la semifinal:

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Además dice que el clásico que ganaron “con más luz, fue el de la Liguilla. Fue el partido más sencillo. Le ganamos 3-1. Y a principios de 1998, los goleamos 4-1 por Copa Libertadores”.

Pese a que estuvieron tres meses sin poder salir de Los Aromos concentrados, quisieron festejar juntos y de forma íntima. Se juntaron en el campo del Vasco Óscar Aguirregaray, pero a la vuelta a Montevideo, casi lo llevan preso.

Así lo cuenta: “Salimos campeones y lo primero que quisimos hacer fue una reunión todos juntos y nos fuimos al campo del Vasco durante una semana. Nos comieron los mosquitos. Con algunos, fuimos en mi camioneta. Había llevado rifles para cazar, pero no los usé. Cuando volvíamos para Montevideo, nos paró la Policía Caminera por Florida. ‘Baje el vidrio’, me dijo el agente. Y siguió: ‘Ahora baje el vidrio de atrás’, y venían el Negro (Marcelo) De Souza y el Bola (Robert) Lima, de lentes, todos mugrientos, con dos rifles cruzados. Era para que nos llevaran en cana, literal. Me bajé, me saqué los lentes y el gorro, y el compañero del agente le comentó: ‘¿No te das cuenta quién es?’ El tipo dijo que no y seguía serio por lo que había visto. Por suerte, al final no pasó nada y quedó en una linda anécdota”.

20240927 Peñarol en pleno quinquenio: arriba, Claudio Flores, Ruben Pereira, Nelson Olveira, José Enrique De los Santos y Edgardo Adinolfi; abajo, Nicolás Rotundo, Luis Romero, Pablo Bengoechea, Serafín García, Carlos Aguilera y Antonio Pacheco
Peñarol en pleno quinquenio: arriba, Claudio Flores, Ruben Pereira, Nelson Olveira, José Enrique De los Santos y Edgardo Adinolfi; abajo, Nicolás Rotundo, Luis Romero, Pablo Bengoechea, Serafín García, Carlos Aguilera y Antonio Pacheco

Peñarol en pleno quinquenio: arriba, Claudio Flores, Ruben Pereira, Nelson Olveira, José Enrique De los Santos y Edgardo Adinolfi; abajo, Nicolás Rotundo, Luis Romero, Pablo Bengoechea, Serafín García, Carlos Aguilera y Antonio Pacheco

Pero pocos meses después, en 1998, le pasó lo inesperado en Peñarol. Luis cuenta su versión: “Me estafaron, me robaron la plata. Estuve dolido mucho tiempo con gente que pensé que podía haber hecho algo y no hizo, pero bueno. Peñarol me ofreció US$ 200.000 cuando Nacional me había ofrecido US$ 600.000. Me mandaron el contrato y en Peñarol la palabra valía más. Había una parte por la que firmábamos, pero nos pagaban una parte importante por fuera. Finalmente no me la pagaron y ese fue mi dolor. Y no me quisieron más en Peñarol”.

Y añade: “Mi error más grande fue haber vuelto después en 2000. Terminé en 2001 porque me quisieron hacer lo mismo. Allí me llamó un dirigente y me dijo: ‘Mirá Lucho, te lo voy a decir directamente: andá y hacele el reclamo a Peñarol ya, porque te van a querer hacer lo mismo que en 1998. El Contador (José Pedro Damiani) no te va a pagar’. Ahí entonces pensé en ir por alguna vía para poder reclamarle. Hice un juicio, se lo gané en primera y segunda instancia. Le embargué varias cosas al club para que me pagaran. La mesa del consejo directivo, era de presidencia de la República porque (Julio María) Sanguinetti es presidente honorario. La mesa no era de Peñarol. Las 16 sillas del consejo y el tablero electrónico del Palacio, también los embargué. Terminaron pagándome lo de 2001. Por suerte, no me pasó lo mismo dos veces”.

Sobre lo que había pasado en 1998, sucedió un hecho que lo recuerda con cierta bronca, pero más con dolor.

Así lo cuenta: “Lo único que me dolió y fue como una puñalada, fue que Pablo (Bengoechea) salió a decir que todo lo que yo sufrí, había sido por un tema de interpretación del contrato de 1997 y 1998. Que saliera a hablar con una propiedad que no tiene, no me gustó. Para mentir, no abras la boca”.

Después de ser campeón en China, le pasó algo especial para volver una vez más a Peñarol.

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Luis Romero y Antonio Pacheco
Luis Romero y Antonio Pacheco

“Salí campeón en China, el técnico no me quería mucho. Yo me había comprado una lanchita divina y le había puesto el nombre del perfume que usaba. Llegaron Tony Pacheco, Gaby (Cedrés) y el Vasco (Aguirregaray). Venían de ser campeones uruguayos, y me pidieron que volviera a Peñarol. No me arrepiento de haber hecho lo que hice, sí de haber vuelto a Peñarol por lo que me había pasado”, resume.

El pase menos esperado de Luis Romero: ser jugador de Nacional

Era y es hasta el día de hoy, ídolo de Peñarol. Sin embargo, luego de tres períodos diferentes en el club, con éxitos, títulos y 10 goles clásicos, algunos espectaculares, se dieron distintas circunstancias para que pudiera jugar en Nacional.

En 2004, el Vasco Santiago Ostolaza era el técnico y Eduardo Ache el presidente. A Luis le comentó del interés tricolor su flamante representante de entonces, Gabriel Morales.

“Yo tenía una casa en El Pinar y era la soledad misma en aquella época. Y Gabriel Morales tenía farmacias en Salinas y Solymar. Le interesó empezar como empresario futbolístico y fue quien me llevó a jugar en China. Luego jugué en Alianza Lima de Perú y volví a Uruguay. Le ganamos a Nacional con Alianza con un penal que cometió (Gustavo) Munúa, y en Montevideo, Nacional nos ganó con lo justo. Al otro año, Gabriel me dijo: ‘Vamos para Nacional’. ‘¿Estás loco? ¡Me matan si voy!’, le contesté. No tenía ganas; decía ‘para qué, con qué necesidad’. El Memo, mi hijo que es enfermo de Peñarol, no quería que fuera. Y al final fue él quien me terminó convenciendo para que fuera. ‘Es tu trabajo y si es lo mejor para vos, dale para adelante’, me dijo. Pero, aun así, no quería”, cuenta.

20241022 Luis Romero, ex jugador de fútbol.
Luis Romero en la actualidad

Luis Romero en la actualidad

Y agrega: “Gabriel me dijo: ‘¿Querés que te convenza?’. Peñarol jugaba en el Campus de Maldonado y llamó a Víctor Cabrera (entonces, dirigente de Peñarol) con su móvil y puso el manos libres para que yo escuchara. ‘Víctor, el Lucho se va para Nacional’, le comentó de entrada. Y él respondió: ‘¡No! ¿Cómo va a hacer eso?’. Gabriel le contrapropuso: ‘Bueno, llevalo a Peñarol’. Y yo no sé si habló con Diego Aguirre –técnico del club entonces– en ese lapso de espera, y dijo que no podía hacer nada, porque el viejo (Damiani) no me quería. Cuando terminó la llamada, Gabriel me miró y me dijo: ‘¿Viste? Esto es Peñarol’, y ahí me fui a Nacional”.

Ya había jugado un clásico que terminó 0-0 y poco después llegó Hugo De León como entrenador.

Pero llegó el gran día. El que ni él esperaba. Fue el 5 de diciembre de 2004 cuando entró en un clásico que Peñarol de Diego Aguirre, ganaba 2-0 con dos goles de Carlos Bueno. Iban 67 minutos e ingresó por el Cacique Alexander Medina.

“En mi mente no estaba el hecho de ir a Nacional para ganarle a Peñarol, era para poder seguir jugando, ya que las puertas de Peñarol estaban cerradas. Era un reto para mí y aparte el club del que siempre fui hincha. Esto es como la relación de pareja, te divorciaste y entendés que el amor no es para siempre. Y el fútbol es tal cual”, comienza explicando.

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Luis Romero celebrando para Nacional uno de sus dos goles en el clásico ante Peñarol

Luis Romero celebrando para Nacional uno de sus dos goles en el clásico ante Peñarol

Entonces sí habla de aquel clásico: “Entré y nunca pensé que iba a hacer dos goles. Ese partido lo disfruté porque estaba el profe (Alfredo) Jarodich y yo venía de estar rengo de un pie por haberme lesionado ante Táchira. En realidad, entré rengo. Me faltó abrazarme con él, pero yo lo señalé en el festejo de uno de aquellos dos goles. Después, le di una asistencia al Loco Abreu en la hora y ganamos 3-2, dándolo vuelta. Lo disfruté con algunos compañeros que me habían recibido muy bien y me hice amigo, como el Nando Machado y el Cabeza (Fabián) Coelho”.

Acá se pueden ver algunos goles de Luis Romero con Nacional, y los dos recordados que le anotó a Peñarol en el clásico que dieron vuelta en 2004 (desde los 39 segundos del video, la acción de ese clásico):

Embed - Luis Romero

Sobre Hugo De León, dice: “No me ponía, pero me daba para adelante. Tenía a Gaby Álvez, al Loco Abreu, al Cacique Medina y a mí. Cuatro delanteros del carajo. Hugo no era exigente. Era serio, recto, de pocas palabras y es lo que precisás de un entrenador, que sea leal, porque lo era. Le importaba lo que hiciera el jugador dentro de la cancha. Al que más cuidaba era al Gaby Álvez y no levantaba las patas. Entonces un día le dijo: ‘Salí de noche y hacé lo que quieras’, y empezó a salir y después volaba en la cancha (se ríe). Estoy agradecido con él porque me diera esa posibilidad que me abrió las puertas para otro año más en Nacional”.

En su segundo año, compartió equipo y hasta delantera con Luis Suárez, quien recién comenzaba en Primera división.

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Luis Romero cuando jugaba en Nacional y compartió equipo con Luis Suárez, quien recién comenzaba en Primera división

Luis Romero cuando jugaba en Nacional y compartió equipo con Luis Suárez, quien recién comenzaba en Primera división

Así cuenta cómo lo recuerda: “Le erraba al arco, pero tenía eso que tiene hasta ahora, la voracidad de querer, de ir, de no dar una pelota por perdida. En aquel entonces tenía cuatro delanteros delante suyo o hasta cinco, porque había entrado con todo el Chory Castro. No tenía cómo llegar a Primera, no porque no tuviera condiciones, pero tenía a esos cinco delante suyo Esa fue una apuesta de los dirigentes de aquel entonces: tenía que jugar, y les salió bien”.

Sobre su pasaje por la selección de Uruguay, dice que cuando llegó a Peñarol, “no tenía esa ambición. Tampoco con la selección. Obviamente lo disfruté. Cuando estuve en mi mejor momento, no tuve la chance, creo que jugaba Daniel Fonseca. Lo que me dio más satisfacción fue cuando me citó Juan (Ramón Carrasco) aunque no jugué, porque era un reconocimiento pese a mi edad. Esas cosas que tiene Juan”.

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Luis Romero en la selección de Uruguay en un partido ante Venezuela

Luis Romero en la selección de Uruguay en un partido ante Venezuela

Sobre su presente, cuenta que le gusta hacer. “No soy de delegar. Antes era así. Hoy hago todo lo que sea necesario en mi casa”.

Y habla de cómo se hizo hincha de Aguada. “El Fonsi (Hebert) Núñez era enfermo de Peñarol y me regaló una camiseta de Cordón. En un partido, festejé un gol con la camiseta y todos pensaron que era hincha, pero no es así. Me hice de Aguada porque cuando tuve en Peñarol como técnico a (Jorge) Fossati, me enteré que es hincha de Goes. Lo hice para joderlo. Pero después me entró a gustar y me hincha de Aguada”.

Además, explica que le gusta otro deporte. “Me encanta ver a la Fórmula 1 y soy hincha de Ferrari de siempre. No sé por qué, porque en casa había pobreza, y ahora me encanta esto (se ríe). Mi esposa Ximena a veces ve que estoy viendo en vivo una carrera a las 6 de la mañana y me dice: ‘¿Es necesario levantarse a esta hora de la mañana para ver eso pudiendo verlo después tranquilo por streaming? (se ríe)’”.

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Luis Romero con parte de su familia: su señora Ximena, su mamá Amelia, su hija Camila, su yerno Christian y su cuñado Fefo

Luis Romero con parte de su familia: su señora Ximena, su mamá Amelia, su hija Camila, su yerno Christian y su cuñado Fefo

Sofía, Carolina, Luis Alberto (el Memo), Catalina, Dahiana y Felipe, quien lamentablemente falleció, son sus hijos, junto a Camila, la hija de su pareja. Además, es abuelo de Lautaro, Ayelén y Bianca. “Mi padre es más abuelo porque vive con ellos”, cuenta.

Lucho Romero para los amantes del fútbol. Beto Romero para sus amigos. Como sea, un jugador que brilló en su momento y que dejó atrás aquellas bolsas de arroz enormes que tuvo que cargar, para entrar en el corazón de los hinchas de Peñarol y de Nacional.

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