Si en los primeros cien días del gobierno destacaron las desprolijidades que llevaron a la renuncia de varios jerarcas de la administración encabezada por el presidente Yamandú Orsi, la segunda centena de jornadas arranca con la confirmación de que, más allá de errores y aciertos, la gestión frenteamplista estará marcada por el signo de la moderación.
Embed - Orsi le da la derecha a Oddone y transita por el camino del centro | #PINCELADA
En asuntos diversos como las relaciones internacionales y la política salarial, la izquierda ha dado señales de que, como era previsible, no se pueden esperar cambios radicales para los próximos cinco años por más que desde la interna de FA muchas veces se promueven posturas un tanto más extremas.
Es así que las pautas salariales se enmarcan dentro de lo previsto, con Estados Unidos todo está en orden, y Orsi ha tomado distancia de su propia fuerza política en la postura sobre la guerra en Medio Oriente y acerca de lo que está sucediendo en Argentina con la prisión de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“El que piense que voy a empezar a gobernar pateando toda la estantería, que espere sentado. Si alguien espera que empecemos a gobernar rompiendo todo esto e inventar algo, se equivocó de película", había dicho el presidente Orsi el pasado 17 de junio para pesar de la izquierda más ortodoxa.
Y para repelús de los antiimperialistas más consecuentes, la ministra de Defensa, Sandra Lazo, dijo a El Observador que antes de fin de año cambiarán “vía decreto” la ley de derribos, una disposición impulsada por el gobierno de Luis Lacalle Pou para interceptar y neutralizar vuelos irregulares. Lazo dijo que así se lo manifestaron, junto al canciller Mario Lubetkin, al Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Alvin Holsey. El nuevo gobierno atendió de esa manera el pedido del gobierno de Donald Trump desde donde se advirtió que la ley no cumple con los estándares internacionales.
El exministro de Defensa de Lacalle Pou, el senador nacionalista Javier García, fue uno de los que vio la veta donde señalar lo que, consideró, resulta una incongruencia entre lo hecho en el presente y lo dicho en el pasado. “Una izquierda que habla de antiimperialismo y se arrodilla al imperio antes denunciado. Han perdido la dignidad. Que el Comando Sur denunciado de las peores cosas por la izquierda legisle y nos diga qué acepta y qué no de nuestras leyes, es permitir que EEUU tenga poder de veto sobre Uruguay”, escribió el legislador en su cuenta de X.
Por otro lado, el presidente Orsi volvió a marcar distancia de lo pensado por buena parte del Frente Amplio en otros dos asuntos que también tienen que ver con la política fuera de fronteras.
En cuanto al conflicto en el Medio Oriente, el secretariado Ejecutivo del Frente Amplio convocó a “acciones en la defensa de los derechos del pueblo palestino” y condenó lo que, consideran, es un “genocidio que está cometiendo el gobierno de Israel encabezado por Benjamín Netanyahu”. Sin embargo, el presidente Orsi se desmarcó de lo propalado por el FA. “Es la declaración de una fuerza política, y el gobierno es otra cosa”, dijo el mandatario aunque criticó la “escalada de violencia que está llevando adelante la autoridad máxima de Israel”.
Más cerca en el mapa, la prisión domiciliaria dispuesta por la Justicia argentina para la expresidenta Cristina Fernández mereció el rechazo de sectores frenteamplistas, como el Partido Comunista que se refirió a una “grave crisis institucional” generada por la utilización de la “justicia como arma política” y “el accionar del gobierno de ultraderecha de Milei y la clases dominantes”.
También algunos integrantes del MPP expresaron su disgusto por la prisión de Fernández. Pero, consultado sobre el punto, el presidente Orsi optó por no mirar para la orilla de enfrente. “No es buena cosa que nos metamos en asuntos de otros países y menos cuando se trata de asuntos judiciales”, zanjó.
Fronteras adentro, la política de aumento de salarios prometía un choque entre el Ministerio de Economía y la fuerza política.
Antes de las elecciones, y aún en los primeros días de gestión, el ministro de Economía, Gabriel Oddone, había insistido en que algunos salarios debían ser desindexados, es decir, que no necesariamente deberían estar atados al avance de la inflación. Esa idea fue descartada por integrantes del Frente Amplio y por el ministro de Trabajo, el comunista Juan Castillo.
Al final, en la pauta del gobierno hubo una muy “refinada” desindexación, al decir de Castillo, para los salarios superiores a $160 mil, y una recuperación módica para los sueldos más bajos (un 2,5% anual para el 64% de los trabajadores).
Los empresarios protestaron –se trata de un fórmula demasiado homogénea que no discrimina entre pequeñas y grandes empresas- y los sindicatos hicieron otro tanto- “existe alguna insuficiencia”, dijo el presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala. Lo de siempre. Pero en el tira y afloje salarial, parece haber primado la cauta postura de Oddone.
Además, ante la propuesta del Partido Socialista de crear un impuesto que grave a las personas más ricas, Orsi se sumó al rechazo del ministro de Economía y respondió: “No vamos a crear más impuestos”.
“En definitiva, aunque las ideologías se resisten a morir en el mundo, en Uruguay, por lo pronto, parece que habrá que preparar la lupa para encontrar las diferencias entre la derecha que se fue y la izquierda que retorna al gobierno sin ánimos refundacionales, dejando atrás las grandes utopías y aspirando, al decir de Orsi, a la doméstica ‘revolución de las cosas simples. Cuestión que no se sabe qué es, pero que suena bastante inofensiva’”. Así terminaba una Pincelada escrita el 31 de marzo pasado bajo el título “La izquierda ingenua espera cambios profundos pero el ‘cuco’ del Frente Amplio ya no asusta”. La película, esa que Orsi quiere exhibir, sigue siendo la misma.