Cuando un papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene, en algunas circunstancias, el derecho y hasta el deber de dimitir”, dijo Benedicto XVI, en 2010, al periodista alemán Peter Seewald en una entrevista que se publicaría en el libro La luz del mundo. Ayer lunes, el papa alemán cumplió con lo que había anunciado y que creía que era lo mejor para la Iglesia Católica. Sin embargo, una decisión de este tenor no se tomaba desde hacía más de 600 años.
La escena fue transmitida en vivo por la televisión. “Normalmente no transmiten estas cosas en directo, creo que mis compañeros y yo éramos de los pocos que escuchábamos lo que decía el papa, porque ni siquiera estaba en un evento importantísimo”, contó a El Observador desde Roma André Beltramo, corresponsal de Notimex y colaborador de Vatican Insider, portal especializado en noticias vaticanas. “Nadie creía lo que escuchábamos, era una conmoción total. Algunos periodistas se pusieron a llorar, no se entendía nada. Posteriormente salió el vocero a confirmar, pero igualmente es algo inaudito, una noticia shock que nadie se esperaba”, repitió.
Como tantas personas de 85 años (Joseph Ratzinger cumplirá 86 en abril), el papa tiene hipertensión y artrosis en su cadera. Además, padeció dos accidentes cerebrovasculares que, aunque no le dejaron secuelas, recomendarían una vida tranquila.
Más allá de estos achaques, no parece haber ninguna enfermedad que haya precipitado la renuncia y así lo aseguró el vocero de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, en la conferencia de prensa de cerca de una hora que brindó ayer en el Vaticano. También el padre Georg, hermano del papa, confirmó que “la edad oprime”.
Tampoco se elevaron voces firmes e identificadas que alegaran motivos políticos, algo de lo que se habló hace un año cuando se ventilaron unos documentos privados que supuestamente revelaban tensiones internas en el Vaticano.
“Me parece que buscar otras razones a la decisión anunciada por el papa es superfluo. Dirigir la Iglesia universal requiere hoy un gasto de energía muy distinto al que hacía falta años atrás. El papa está bien de salud y sigue teniendo una mente prodigiosa, pero considera que ‘no llega’ en la acción de gobierno”, escribió Diego Contreras, profesor de la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma.
El experto respondió, en su blog La Iglesia en la prensa, a los que comparan la situación con la del pontífice anterior, que resistió hasta el final: “Se dirá que Juan Pablo II estaba mucho peor y no dimitió: en aquel caso, sin embargo, el papa consideró que su misión era precisamente dar testimonio del sufrimiento como sucesor de Pedro. Y así fue percibido”.
El director de L’Osservatore Romano, Gian María Vían, comentó que la decisión había sido tomada en 2012, después del viaje papal a México y Cuba.
Actuar así está previsto en el Código de Derecho Canónico, que en el canon 332, parágrafo 2, establece que “en el caso de que el romano pontífice renuncie a su oficio, se requiere para la validez, que la renuncia sea hecha libremente y que sea debidamente manifestada. No se requiere, en cambio, que alguien la acepte”.
Pero por más que la letra lo estipule, la noticia no dejó de sorprender hasta al propio Lombardi, quien dijo con sinceridad que “el papa nos ha tomado un poco de sorpresa”.
Los tiempos que vienen serán distintos y poco comunes: el 28 de febrero, a las 8 de la noche, Benedicto XVI se irá a pasar un tiempo a Castelgandolfo, la residencia de descanso papal, y después se instalará en un convento que queda en el Vaticano.
En el tiempo que le quede de vida, Joseph Ratzinger podrá ciertamente influir en las decisiones que tome el futuro papa e incluso incidir en su elección. Pero no parece que sea esta la voluntad de un teólogo de casi 86 años que, cansado, que decidió renunciar a su cargo. “Sin ninguna duda, él se retirará completamente de la escena pública. Siguiendo su tónica, la tónica de toda una vida, no querrá robar el más mínimo protagonismo a su sucesor”, consideró en su blog el padre José Antonio Fortea Cucurull, vaticanista. El tiempo lo dirá.