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Apoyo familiar es clave para que jóvenes permanezcan en sistema educativo

Según un estudio para América Latina, el 47% de los adolescentes uruguayos de entre 16 y 24 años estudia
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06 de febrero de 2019 a las 05:00

Un trabajo académico realizado por profesionales uruguayos en el marco de un estudio para América Latina y el Caribe de los millenials analizó la relación existente entre la educación y la inserción laboral de los jóvenes uruguayos. El estudio mostró que cerca de la mitad de los adolescentes de entre 16 y 24 años estudian (47%), mientras que un 17% solo trabaja, un 9% combina estudio y trabajo y uno de cada cuatro (25%) no estudia ni trabaja.

Basado en las tres ediciones del Estudio longitudinal del bienestar en Uruguay (ELBU), el informe señala que al margen del grupo al que pertenecen, los jóvenes valoran en gran medida la educación y que consideran que terminar la secundaria es un aspecto central para lograr una mejor inserción laboral.  

En momentos en que jóvenes tanto en Uruguay como en América Latina presentan mayores problemas en la inserción laboral que la población adulta -además de que se manifiestan elevados problemas de informalidad-, los que han abandonado su trayectoria educativa en Uruguay son conscientes, sin embargo, de que los retornos en el ámbito laboral son superiores cuanto mayores años de estudio se poseen. 

En relación a los que solo estudian, Uruguay se encuentra por debajo del promedio de América Latina. 

De todas formas un buen porcentaje se plantea que no pueden seguir estudiando. Ante el planteo, se explica, se suele responder de dos formas. En primera instancia, existe mea culpa, a la vez que aquellos que abandonan sienten que el estudio no es para ellos y presentan baja autoestima. Pero también juega otro factor, que es encontrar en el sistema educativo fallas y causas expulsoras.

En este sentido, la socióloga Laura Rivero comentó en el programa Fácil Desviarse que se identifican “contenidos académicos con rigidez curricular, o sistemas pedagógicos perimidos”, tanto por parte de los que abandonaron como de los que se mantienen en el sistema educativo. De todas formas, aclaró, “el apoyo familiar implica un fuerte papel en el estímulo a seguir estudiando”.   

"Quienes continúan en el sistema educativo relatan que su permanencia está ligada a motivos tales como presión o motivación familiar y al deseo de realizar estudios terciarios. Se constata que la familia opera como apoyo de enorme trascendencia a estas edades y la falta de contención se asocia a un mayor abandono. En especial, para las jóvenes con hijos a cargo, la inclusión en el mercado laboral o la reinserción educativa se ve muy comprometida al no tener apoyos suficientes en el cuidado de sus hijos", señala el informe. 

Las causas 

Los resultados también identificaron que las determinantes tanto de la inserción laboral y la desvinculación educativa varían según el momento en que esta última se concreta. “La desvinculación temprana, entre los 12 y los 14 años, se asocia con fuertes privaciones de la niñez, tales como problemas nutricionales o falta de estímulos, coincidiendo con la crisis económica que vivieron en su infancia (2002) los jóvenes que participaron en el ELBU”, se concluye.

En relación al 47% que solo estudia, se destaca que hay un incremento de 10 puntos porcentuales si se lo compara con el año 1991, a la vez que se refleja estabilidad en los que solo trabajan o que ni estudian ni tienen empleo.

Sobre estos últimos, Martín Leites -uno de los cinco profesionales que trabajó en el informe-, señaló a El Observador que en general se trata de jóvenes que o “están buscando empleo o realizan trabajo no remunerado en el hogar con responsabilidades de cuidado”.

“Aunque esas actividades no se visualicen en el mercado, igual son actividades productivas que agregan valor. Si se deja de lado este punto, en realidad los que no estudian ni trabajan y no realizan ninguna de estas actividades se ubican en el entorno del 3%”, apuntó Leites.  

El 52% de los jóvenes que nunca trabajaron manifestó que no lo habían hecho porque prefieren dedicarse a estudiar y, en un 10% de los casos, porque su familia prefiere que no trabaje para que se dedique al estudio.

Otro 10% indicó que había buscado trabajo, pero que no encontró, mientras que un 22% más declaró que estaba buscando trabajo en la actualidad, y el 6% restante no especificó el motivo. Por tanto, la decisión de no trabajar guarda una fuerte vinculación con los estudios entre los jóvenes. Existen, además, otros factores que resultan determinantes en las decisiones sobre estudio y trabajo, como la conformación de un nuevo hogar y la edad al tener el primer hijo, en especial para el caso de las mujeres.

El 74% de quienes tuvieron hijos abandonó los estudios. Dentro de este grupo, la mitad lo hizo antes del embarazo, el 11% el mismo año y el 9% luego del nacimiento del niño.

Tener hijos también está relacionado con las decisiones laborales de los jóvenes, ya que el 60% de quienes tuvieron hijos trabaja; y en su mayoría, se insertaron al mercado laboral después de haberlos tenido. Sin embargo, el escaso número de casos y el fuerte predominio entre las mujeres (75%) no permite diferenciar por sexo.

Percepciones de jóvenes que no estudian ni trabajan 

Se identificó como un sector altamente vulnerable al grupo de jóvenes varones de 16 a 19 años alejados del sistema educativo y que no tiene ni busca trabajo. "La sociedad los percibe por fuera de los sistemas tradicionales de integración social, dedicados al ocio, y los ven como ‘improductivos’, en un círculo que alimenta la desmotivación y la baja autoestima", se señala.

Las aspiraciones de este segmento están muy conectadas con actividades ajenas al mercado laboral tradicional y con altas expectativas de ingreso como, por ejemplo, el fútbol.  Debido al bajo nivel educativo, no encuentran oportunidades adecuadas dentro del mercado laboral, lo que los empuja a evaluar alternativas para ganar un sustento a través del desarrollo de actividades fuera de la legalidad. Parte de este segmento logra encontrar un trabajo en edades posteriores, pasando a ser jóvenes de trayectoria no esperada pero integrados.

Sin embargo, una fracción de ellos continúa con una integración muy precaria al mercado de trabajo: entre los jóvenes de 20 a 23 años, son muchos los que declaran trabajar
de manera intermitente. Muy diferente es el caso de las mujeres con la misma trayectoria educativa. Si bien ambos segmentos abandonan los estudios, las mujeres se vuelcan
al cuidado de niños (propios o del núcleo familiar) y a las tareas domésticas.

Pese a que muestran aspiraciones de retomar los estudios e integrarse al mercado laboral en un futuro cercano, enfatizan las grandes dificultades que enfrentan sin un apoyo real y continuado en el cuidado de los niños. 

 

La aspiración de los padres
En un encuesta realizada en 2011-2012 más de la mitad de los padres (54%) señaló que esperaban que sus hijos completaran, a lo sumo, el ciclo obligatorio de 12 años; el 28% aspiraba a que sus hijos asistieran a la universidad; y el 17% no respondió, principalmente, debido a que los jóvenes ya no estudiaban. A su vez, Leites mencionó que los uruguayos son bastantes optimistas en cuanto a los objetivos que se plantean y las oportunidades que perciben. Así como en el resto de América Latina, tanto hijos como padres sobrestiman el desempeño que pueden tener sus hijos 

 

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