Slash, Axl Rose y Duff McKagan en el Centenario
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÓNICA DEL SHOW

"¡Buena, gordo!": Guns N' Roses volvió a Uruguay y dio una paliza de rock de tres horas

La banda volvió a Uruguay después de 12 años con Slash y Duff McKagan, y se redimió del polémico show de 2010 ante el público que llenó el Centenario
Tiempo de lectura: -'
03 de octubre de 2022 a las 12:18

Ya se sabía que iba a ser diferente. Pero podía quedar alguna duda en la cabeza de quienes iban entrando en la cada vez más fría noche del domingo 2 de octubre al Estadio Centenario. La primera visita de Guns N' Roses a Uruguay, en 2010, había quedado marcada en la historia, pero no precisamente por buenas razones: horas de demora, Axl Rose lejos de su mejor versión y el único miembro original aún en pie sobre el escenario. Pero esta vez sería distinta. Además del cantante, la banda vino a Montevideo con el guitarrista Slash y el bajista Duff McKagan. El mítico tridente que, tras décadas de alejamiento, se reconcilió en 2016 y desde entonces se ha dedicado a hacer lo que hacen los roqueros viejos: girar por el mundo sin parar para capitalizar la nostalgia y el hecho de tener un repertorio que atraviesa generaciones y continentes.

Guns N' Roses volvió a Uruguay después de doce años

Y fue distinto nomás. Aunque hubo algunas miradas nerviosas cuando los relojes marcaban las 21.30, ya hacía más de una hora que la banda 4 Cuervos, capitaneada por el conductor televisivo Kairo Herrera, había calentado al público, y no había novedades sobre el escenario. La tribuna Olímpica y la cancha del Centenario estaban cerca de llenarse, tapizadas de roqueros veteranos, grupos de amigos, duplas de adolescentes y parejas de distintas edades, unos cuantos munidos de remeras oficiales ($ 1200 en los puestos dispersos por el Estadio), otros cuantos con bandanas rojas emulando el look de Axl Rose en 1989, y hasta algunos que siguieron de largo con el homenaje y parecían salidos de un concurso de imitadores.

Hasta que, entonces, el logo de la banda salió de las pantallas gigantes del escenario, empezó una animación protagonizada por el robot de la portada original del disco Appetite for destruction (censurada y reemplazada por la célebre gráfica de la cruz con las calaveras de los músicos), se escuchó el "FRRRROM HOOOOLYWOOOD: GUNS N' ROSES" y cualquier retazo de duda que pudiera quedar en el aire terminó empujado por el pogo.

Escoltada por unas visuales que de tan dudoso gusto eran buenas y hasta hipnóticas, la banda se ciñó al setlist que viene realizando en este tramo sudamericano de su gira, que cubre todos los clásicos esperados, incluye las novedades lanzadas en los últimos dos años –las canciones Absurd y Hard Skool– y se redondea con algunas versiones, tanto las conocidas como Live and Let die de Paul McCartney y Knockin' on Heaven's Door de Bob Dylan, que a esta altura también son parte del repertorio de los Guns N' Roses. También hubo otras, como Wichita Lineman, del músico country Glen Campbell, y hasta una encantadora interpretación de Blackbird de los Beatles a cargo de Slash, McKagan y el guitarrista Richard Fortus, que tuvo algunas entradas en falso y reinicios antes de que el trío lograra tocarla de corrido.

Esos fueron los únicos fallos en una noche que fue una paliza de rock. La banda ofreció un show de tres horas sin pausas, con apenas unos segundos entre canción y canción, sin largas interacciones con el público, que de todas formas tuvo lo que fue a buscar, con la dosis de virtuosismo y potencia necesaria. El tiempo pasa para todos, por supuesto, pero el trío principal mostró vigencia y calmó cualquier duda que pudiera quedar.

Axl Rose durante el show de Guns N' Roses en el Centenario

Claro, los instrumentistas lo tienen más fácil para disimular la edad, pero Rose mostró que más allá del desgaste natural que impone el reloj vital, y que la voz baje algunos tonos naturalmente, todavía puede hacer lo que hizo siempre, salvo en un par de canciones al comienzo del espectáculo. Pero aunque la cadera ya no le permita hacer su movimiento serpenteante frente al micrófono que fue marca de la casa desde los inicios de la banda, a nivel musical está relativamente intacto y se llevó un montón de ovaciones. Los "¡Vamo, Axl!" y los "¡Buena, gordo!" estuvieron repartidos a lo largo de las tres horas. Y cuando fallaba o necesitaba un descanso, allá iba Slash con sus guitarras a cubrir sus espaldas.

Welcome to the jungle fue el primer pico de la noche, como luego lo fueron Sweet Child O' Mine, Civil War (con visuales referidas al actual conflicto en Ucrania y dedicada a la gente de ese país; el escenario tenía en ambos laterales dos banderas ucranianas), November Rain con Rose al piano, y el cierre del show con la trilogía Patience, Don't Cry y Paradise City, un cierre a toda máquina para una noche en la que fue imposible estarse quieto, que puso a prueba la resistencia del público pero que cubrió las expectativas y fue un muestrario de actitud rock, de un repertorio infalible y del poder magnético de los íconos musicales.

Axl Rose con su campera con las banderas de los países visitados por la banda

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...