"Entre dos luces" de Juan Manuel Blanes
Miguel Arregui

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Cuando el peso uruguayo era tan sólido como el dólar

Una historia del dinero en Uruguay (VI)
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15 de noviembre de 2017 a las 04:00

Por ley del 13 de mayo de 1862, durante la Presidencia de Bernardo Prudencio Berro, se adoptó el sistema métrico decimal, y por otra del 23 de junio de ese año se fijó como moneda de Uruguay, que aún no la tenía, el peso de plata y el doblón de oro. La introducción del nuevo sistema monetario sería gradual, a partir del 1º de enero de 1863, y el papel moneda sería emitido y respaldado en oro y plata por el incipiente sistema bancario.

La introducción conjunta en 1863 del peso uruguayo y el sistema métrico decimal, una cosa de "dotores", representó un cambio radical y una ola de desconcierto.

Los diarios e imprentas de la época ofrecían tablas y almanaques "de conversión" a unos ciudadanos habituados a pensar y cuantificar en onzas, patacones, réis, libras, arrobas, pulgadas, varas, yardas, millas, leguas o cuadras cuadradas.

bernardo berro
Bernardo P. Berro: durante su gobierno se creó el peso uruguayo
Bernardo P. Berro: durante su gobierno se creó el peso uruguayo

El doblón de oro uruguayo, compuesto por 16,970 gramos de oro fino, equivalía a 10 pesos de plata. El peso de plata se dividió en 100 centésimos, según el sistema métrico decimal, y sustituyó al antiguo peso español, que se dividía en 800 centésimos. Las fracciones menores serían monedas de bronce.

El peso de plata dio entonces el valor del peso uruguayo: 1,697 gramos de oro fino. Y los billetes de papel eran convertibles en metal precioso por el banco que los despachó, una garantía contra la emisión excesiva y el envilecimiento de la moneda.

Un peso uruguayo equivalía a 0,21276596 libras esterlinas inglesas, la moneda entonces dominante, a 0,967 dólares, a un peso de plata español, y a 2.000 réis (reales) brasileños. O, dicho de otra forma: la libra esterlina costaba 4,7 pesos, un dólar cotizaba a 1,034 pesos uruguayos y un real valía 0,0005 peso.

El patrón oro

La obligación de los bancos emisores de cambiar sus billetes por metales, en particular por oro, según el "patrón oro" que adoptaría Gran Bretaña, provocó en el mundo una confianza pública en la moneda sin precedentes en la historia. Fue otra herramienta decisiva que contribuyó a expandir la Revolución Industrial, el comercio internacional y el liberalismo económico y político.

En 1863 no había un banco oficial uruguayo, una autoridad monetaria, por lo que los billetes podrían ser emitidos por las instituciones financieras habilitadas por el gobierno, que estarían obligadas a convertirlos en oro y plata. Este patrón bimetálico perduró hasta el decreto de Lorenzo Latorre del 7 de junio de 1876, que formalizó la adhesión de Uruguay al patrón oro internacional.

En agosto de 1914, al iniciarse la Gran Guerra en Europa (Primera Guerra Mundial), el gobierno de José Batlle y Ordóñez eliminó la convertibilidad en oro de los billetes de pesos uruguayos, como habían hecho prácticamente todas los Estados.

La convertibilidad del papel moneda no se restauró después del fin de ese conflicto en 1918, como ocurrió en ciertos países centrales, por lo que Uruguay se despidió definitivamente del patrón oro. Los pesos uruguayos serían de curso forzoso y en adelante su valor dependería de la conducta de los gobiernos, harto veleidosa, y de la confianza del público.

La buena conducta de los gobiernos, sobre la que pasó a asentarse la moneda uruguaya, no duró mucho.

El peso, que hasta entrada la década de 1920 estaba casi a la par del dólar estadounidense, en agosto de 1931 ya se había depreciado un 65%. En octubre de 1931 se estableció un control de cambios, un sistema que se fue plagando de tipos múltiples y precios artificiosos y que duró hasta setiembre de 1974. Y luego, en 1935, el "revalúo" de las reservas de oro —una gran devaluación del peso encubierta con palabras— abrió la puerta a toda suerte de experimentos monetarios, que se extendieron hasta finalizar el siglo.

En octubre de 1931 se estableció un control de cambios, un sistema que se fue plagando de tipos múltiples y precios artificiosos y que duró hasta setiembre de 1974

La inflación crónica, que entre fines de la década de 1940 y la década de 1950 pasó a ser de dos dígitos anuales, se convirtió en una forma de recaudación a costa de salarios y pasividades. La emisión financió un crédito oficial fácil para privilegiados y cubrió parte de los déficits perpetuos del creciente aparato estatal.

En el resto de América Latina, incluyendo a Argentina y Brasil, las cosas fueron todavía peores. Vano consuelo para la pretendida "Suiza de América", que a partir de la década de 1930, como se verá en esta serie de notas, fue degradando su economía, su moneda y sus instituciones democráticas.

La Revolución Industrial y el Patrón Oro

El patrón oro sirvió de base al sistema financiero que predominó durante la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX. Fue impulsado fundamentalmente por Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Francia, países que lideraban un mundo en formidable expansión económica y social.

"En lugar del antiguo aislamiento de las naciones y regiones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones", tanto en la producción material como intelectual, resumió Karl Marx en 1848, en su "Manifiesto del Partido Comunista".

El valor de las unidades monetarias —libra, franco, dólar, peso o la que fuera— se fijaba según cierta cantidad de oro. Los bancos privados o públicos que emitían papel moneda estaban obligados a devolver en oro el valor que expresaban los billetes. El sistema generaba confianza en el tenedor de papeles y, a la vez, impedía el exceso de impresión.

Por primera vez se disponía de un sistema completo y sencillo, aplicable en cualquier parte del mundo, que facilitó el crecimiento explosivo del comercio.

El "patrón oro" lograba una estabilidad monetaria ejemplar dentro cada país que cumpliera las reglas, en tanto a nivel mundial operaba como si hubiera una sola moneda; o a lo sumo denominaciones diversas para el mismo sistema. Claro que exigía una disciplina monetaria muy rigurosa, pues una expansión monetaria excesiva provocaría casi de inmediato una pérdida de reservas en metal.

Rebelión de Venancio Flores y primera crisis monetaria

Desde fines de la década de 1850 los bancos comerciales uruguayos emitieron papel moneda que se podía canjear por oro o plata. Sin esa garantía, la "convertibilidad", difícilmente se hubiera convencido a alguien para que aceptara papel.

Rápidamente los gobiernos se transformaron en los principales tomadores de crédito. El Banco Mauá, instalado en 1857, sostuvo el gasto militar del gobierno del blanco Bernardo Prudencio Berro, que combatía la revolución que el caudillo colorado Venancio Flores inició en 1863 bajo el nombre de "Cruzada Libertadora".

Berro dejó la Presidencia en marzo de 1864 y fue sustituido por Atanasio Cruz Aguirre. La guerra civil, que incluyó la intervención de tropas brasileñas, continuó hasta febrero del año siguiente e incluyó el sangriento sitio de Paysandú.

Basílica de Paysandú destruida tras el sitio de 1864-1865
Basílica de Paysandú destruida tras el sitio de 1864-1865
Basílica de Paysandú destruida tras el sitio de 1864-1865

Arruinado por la guerra, el Estado dejó de pagar sus obligaciones en fecha y forma (default). El exceso de emisión de billetes provocó desconfianza. Empresas, bancos y personas corrieron a convertirlos en metal precioso. Por entonces los encajes (reservas) de los bancos apenas cubrían el 18% del papel moneda circulante, cuando por ley debían ser de al menos un tercio, narró el historiador Eduardo Acevedo Vásquez en su "Economía política y finanzas" (1903).

Arruinado por la guerra, en 1865 el Estado uruguayo dejó de pagar sus obligaciones en fecha y forma (default). El exceso de emisión de billetes provocó una corrida

Por fin el 7 de enero de 1865 el gobierno decretó la inconvertibilidad por seis meses del papel moneda emitido por el Banco Mauá y otros. Esos billetes serían de "curso fozoso" y deberían ser aceptados obligatoriamente como medio de pago. En el mismo acto, el gobierno obligó a los bancos a prestarle 500.000 pesos para comprar armas y equipos militares, aunque ello significara más emisión, desconfianza e inflación.

Paradójicamente, el gobierno no resolvió lo mismo respecto a los billetes de The London and River Plate Bank, o Banco de Londres, de capitales británicos, recién instalado para competir con Mauá.

El apoyo directo de Brasil inclinó la balanza a favor de la rebelión de Flores, quien ingresó a Montevideo como vencedor el 20 de febrero de 1865, después de la rendición del gobierno del presidente interino, Tomás Villalba.

Próxima nota: El primer reglamento de bancos y un debate ideológico sobre la moneda

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