El día que Luis Lacalle Pou se puso la banda presidencial, el mandatario dijo con cierto tinte de emoción que al día siguiente arrancaría “un gobierno que no va a descansar”. La frase se convirtió en profecía a tal punto que a los pocos días se confirmaron los primeros casos de coronavirus y la hoja de ruta cambió drásticamente. Cuando la emergencia sanitaria quedó atrás, el oficialismo quedó frente a un nuevo estorbo: la creciente presión inflacionaria.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá