Fútbol > EL TAPADO DE LA FECHA

De la fortaleza a La Cuchilla

El volante de Liverpool vivió siempre en Cerro Norte, sueña con jugar en Europa y con comprarle una casa a sus padres
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28 de noviembre de 2017 a las 05:00

No le gusta que estigmaticen su barrio. Vive desde que nació en Cerro Norte y le da bronca que "por culpa de uno o dos, metan a todos en la misma bolsa. Acá hay gente que labura todo el día; así que no es justo".

Con esa personalidad habla Federico Martínez, el volante de Liverpool que la rompió en la goleada histórica de 5-0 ante Danubio, una diferencia que no se había dado nunca.

Tiene actualmente un representante inglés. Se llama Nick Matium y es quien se encarga de su contrato y lo ayuda con los botines en todo lo que sea potenciarlo deportivamente.

Cuando era un niño era simpatizante de Nacional, pero no era fanático.

"Eso se me fue cuando empecé a jugar profesionalmente", le comenta a Referí.

Ahí, a unos pasos de la fortaleza del Cerro, Federico dio sus primeros pasos en una canchita llena de tierra y piedritas. El césped aparecía en las puntas. Pero él se siente muy orgulloso de haber defendido primero a Las Flores en baby fútbol, y luego a El Zorzal.

Casi siempre jugó de volante, su puesto habitual, pero hubo veces que lo ponían de zaguero.

"No me gustaba, pero trataba de darle una mano al equipo", recuerda.

Federico se fue a practicar a Defensor Sporting. Le pareció una buena idea. Llegó a jugar algún amistoso para la viola, pero en dos meses, se dio cuenta que la distancia lo complicaba mucho. "Los lugares de entrenamiento me quedaban muy lejos y entonces dejé de ir".

El tema era que no solo entrenaba, sino que además estudiaba y esas horas entre ida y vuelta, lo complicaban.

Di Cono, un captador negriazul una tarde viéndolo en El Zorzal, le entregó una tarjetita para que se presentara si quería practicar con Liverpool. Y allí fue luego de hablarlo con sus padres.

Cuando llegó a Preséptima con 12 años, el técnico era Nil Chagas, aquel recio zaguero de Danubio y la selección de la década de 1970.

Lo vio y el botija del Cerro Norte se quedó para siempre. Ya hace nueve años que está ahí, casi la mitad de su vida.

Fue a la Escuela 356 del Cerro y luego de completarla, se enlistó en la UTU. "Me gustaba mucho la informática, pero con el paso del tiempo, me di cuenta que no era para mí", explica.

Entonces se metió en el liceo 63 para hacer cuarto y luego en el 61 del barrio para quinto y sexto de los cuales aún debe materias.

"A la UTU iba de mañana y a las prácticas de tarde. Cuando empecé el liceo, fue al revés. Fueron años en los que llegaba muy cansado a casa", dice.

Yamandú, su padre, tenía un taller de camperas de cuero. Trabajaba con curtiembres, pero como empezaron a desaparecer, se quedó sin trabajo. Su hermano lo contrató y hoy trabaja de albañil en una obra. Es incondicional suyo: "En toda mi carrera de futbolista, puede haberse perdido cuatro partidos, pero no más".

Neris es su madre y es ama de casa. No es tanto de ir a verlo a la cancha porque sufre. Prefiere escucharlo por radio o verlo por TV cuando lo pasan.

Uno de los mayores orgullos de Federico fue el hecho de haber ayudado económicamente a su familia cuando comenzó a cobrar como profesional.

"A mí me gusta aportar con un surtido o con otras cosas. Es necesario. Desde chico, mi padre me dijo que estudiara, que no trabajara, que eso lo tenía que hacer él. Siempre me apoyó, igual que mi mamá", indicó.

Con el paso del tiempo, ahorró unos pesos y se compró un Volkswagen Gol. Se lo llevó en cómodas cuotas a pagar en tres años y aún debe seguir abonando porque le faltan dos años.

En la familia nunca habían tenido un auto, por lo que cuando lo llevó a casa, fue una fiesta.

Le gusta ir a pescar, pero sobre todo, a cazar al campo de su tío en El Arbolito, en Tacuarembó.

"Me encanta cabalgar y cazar mulitas con los perros. Cada vez que voy, lo paso bárbaro", explica.

Y recuerda una anécdota de cuando fue a pescar con su padre a la escollera Sarandí.

"Le dije a mi papá que no podía recoger la tanza del reel y me contestó: '¡Ya lo trancaste!'. Entonces empezó a recogerla y ¡había pescado flor de corvina! Ahí lo gasté a mi viejo", dice entre risas.

Se compró el libro de la historia de Luis Suárez y es lo que lee en la actualidad.

Está de novio hace cuatro años con Valentina, pero por ahora "nada de vivir juntos".

Tiene varios sueños a futuro. Desde el punto de vista deportivo, como todos los futbolistas uruguayos, quiere "jugar en Europa. Una vez que se dé, después veré cuál es el otro sueño".

Pero no solo en eso se queda. Quiere devolver todo el cariño que recibió desde su infancia y la tiene muy clara.

"Me encantaría sacar a mi familia adelante. Comprarle una casa a mis viejos, algo que ellos nunca pudieron hacer. Pagarles algún viaje para que disfruten por todo lo que me dieron". Un crack no solo en la cancha.

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