Domingo Pérez

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De repartir ropa a saludar a la reina de Inglaterra: la vida de Domingo Pérez, el que jugaba con boina

Jugaba con boina, tras una gira con Rampla se pudo comprar la casa, fue bicampeón uruguayo con Nacional y ganó dos veces la Copa América
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30 de septiembre de 2022 a las 05:03

Las calles de tierra, los sulkys a caballo y un Uruguay totalmente diferente.

En 1936, cuando nació, Casablanca era un pueblito pequeño de Paysandú, que quedaba “a tres leguas”, según comenta a Referí, el protagonista de esta historia.

En España estaba por comenzar una guerra civil que duraría tres años con consecuencias espantosas y con miles de muertos. 

Siete años después, nacería en ese mismo pueblo otro jugador que hizo historia –también como técnico– en el fútbol uruguayo: Juan Martín Mugica.

Los dos fueron grandes con Nacional y con la selección uruguaya. En los tricolores, casualmente jugaron juntos en 1966 con Roberto Scarone como técnico y fueron campeones uruguayos, y lo hicieron hasta 1968 cuando cambió de equipo.

La celeste también los unió ya que ambos fueron campeones de la Copa América jugada en Uruguay en 1967.

Domingo Pérez

Domingo Pérez es un pedazo grande del fútbol uruguayo que sigue siempre en el Cerro de Montevideo. Con 86 años no deja de hacer ejercicio y de amar a Rampla –una tercera coincidencia con Mugica–, el club que lo trajo desde su ciudad natal a Montevideo, para proyectarlo al mundo entero.

Jugaba de puntero derecho o izquierdo porque era ambidiestro y también fue campeón uruguayo con Nacional en 1963, y de la Copa América de Guayaquil con Uruguay en 1959.

“Nací a las costas del Río Uruguay. Fue el lugar que llegaron los que escapaban de la guerra en aquella época cuando yo era chico. Era un pueblo en el que había mucha carne, porque teníamos el Frigorífico Casablanca que existe hasta hoy”, recuerda.

María Rosa, su mamá, era lavandera. “Lavaba la ropa de la gente que gobernaba esa zona. Mi papá, Rudecindo, trabajaba en el frigorífico como muchos hombres por aquellos tiempos”.

Todos ayudaban en una casa en la que había ocho criaturas. Y Domingo, pese a ser un niño, no se quedaba atrás.

Sus inicios en Rampla Juniors: parados, Juan Leiva, Washington Peña, Julio Bruzzese, Ruben Filomeno, Alberto Kulys, Walter Davoine y agachados Félix Pérez, Héctor Farías, Vladas Douksas, Ruben Gil y Domingo Pérez, con su boina.

“Repartía ropa limpia y me ganaba algún pesito para ayudar en casa. Iba a la escuela con las famosas alpargatas y ya empezaba a gustarme el fútbol que terminó siendo mi vida”, recuerda.

Con el paso de los años, y antes de viajar a Montevideo para jugar al fútbol, trabajó en otros lugares.

Así lo explica: “Trabajé de ayudante de carnicero, iba a buscar la carne al frigorífico para venderla al pueblo y yo repartía, andaba a caballo y teníamos un carrito chico con el que repartíamos. Una especie de sulky”.

“Fui asmático hasta los 20 años y tenía que tomar una medicación. Me curaban las curanderas de la campaña”, recuerda entre risas.

Comenzó a jugar al fútbol en el club Casablanca de su pueblo y tenía que ir a Paysandú para jugar algunos partidos. “Hacíamos de todo para jugar al fútbol. No había pelota de cuero y usábamos la vejiga de los animales para jugar porque se inflaba. Así se formó el famoso fútbol de campaña. Otras veces, jugábamos con pelotas de trapo o de medias”.

Dos grandes hinchas de Rampla Juniors juntos: Domingo Pérez y el presidente de la AUF, Ignacio Alonso

Pero también se entretenía con otras cosas. “Iba a pescar, a jugar a las bochas. Teníamos para entretenernos en Casablanca”.

Desde pequeño siempre jugó “de delantero, porque era muy veloz. Me ponían adelante porque no me agarraba nadie y era goleador. Jugué en la selección juvenil de Paysandú y fuimos campeones. Y después lo hice en la mayor”, explica.

Cuenta que tenía solo 14 años cuando lo citaron a la selección departamental. “Me ponían porque hacía goles y también en la selección mayor. Un día me fueron a ver de Rampla y me contrataron”.

El equipo rojiverde tenía planeada una gira de más de dos meses por Brasil, España, Francia, Alemania, Inglaterra, Israel y Turquía. Comenzaba en marzo de 1956 y como hubo acuerdo con Domingo, le pidieron que viajara hacia Montevideo.

Comenzaba en marzo de 1956 y como hubo acuerdo con Domingo, le pidieron que viajara hacia Montevideo.

Estaba por cumplir los 20 años, pero en aquella época, los padres se imponían y su papá no quería que viajara ni siquiera a la capital. “Era muy laburador, pero no entendía el fútbol”, dice.

Domingo Pérez

Viajó igual, pero en medio del trayecto, la Policía paró al ómnibus en el que viajaba. Ni él ni la gente entendía nada de lo que sucedía. Empezaron a preguntar por los asientos. “¿El señor Domingo Pérez?”, y por allá levantó la mano sin entender nada. “Soy yo”, contestó.

La respuesta de un policía lo dejó casi sin palabras. “Nos tiene que acompañar a la comisaría”, le dijeron. Cuando les preguntó por qué, y le explicaron que su padre no lo dejaba viajar, le mostró la cédula y que ya era mayor de edad. Entonces lo dejaron seguir camino. Si no hubiera sucedido eso, quizás el fútbol uruguayo se habría perdido a una de sus figuras.

Domingo Pérez, en su presentación en Rampla, fue el goleador del equipo en la gira con 12 goles. Además, le convirtió dos tantos a Portsmouth en lo que fue la primera victoria de un equipo uruguayo jugando en Inglaterra. Ganaron 3-1. 

Tan productiva fue la gira, que con el dinero que pudo recaudar, compró una casa que es la misma en la que vive desde hace años en el Cerro de Montevideo.

“Compré un rancho para mi familia. Fue una alegría enorme poder darme ese gusto con los primeros pesitos que conseguía en el fútbol. Al poco tiempo que regresé de la gira, cumplí 20 años. Era como un sueño”, cuenta.

En aquella época, jugaba con una boina blanca. Era algo que se estilaba desde los años de 1920 cuando el propio José Nasazzi la utilizaba y muchos jugadores más que vinieron después como Roberto Porta o Severino Varela, por citar algunos casos.

“Me gustaba jugar con boina y andaba con sombrero de paja por la calle”. 

Domingo Pérez

Con los años se casó con Emilia y tuvo cuatro hijos. Tiene un hijo que se llama Domingo y es preparador físico y Carol es profesora de educación física. A su vez, Verónica atiende un merendero para 85 niños en el Cerro, porque cuando comenzó la pandemia mundial por coronavirus, una escuela pública tuvo que cerrar. Ahora hace tres años que está en eso.

Así define a Rampla: “Me dio la oportunidad de demostrar que aun siendo de la campaña, podía competir con otros que tenían los mismos deseos de jugar al fútbol, no con la de trapo que jugábamos nosotros en el barrio, y así llegué a ser campeón con la celeste”.

Su carrera era tan ascendente como inesperada. En 1961, lo contrató River Plate de Argentina.

River Plate argentino en 1961; arriba aparece entre otros, el arquero Amadeo Carrizo y abajo, una delantera toda extranjera: Domingo Pérez, Délem, Moacyr, Pepillo y Roberto

Llegó a formar una delantera de los millonarios que era toda extranjera junto con el brasileño Moacyr -quien luego vendría a Peñarol- el español Pepillo, y dos brasileños más: Délem y Roberto.

Allí tuvo de técnico al húngaro Emérico Hirsch, quien había dirigido a La Máquina de Peñarol en 1949.

“Un intermediario me llevó a River. Iba a cumplir 25 años. Era un paso muy importante entre el fútbol uruguayo y el argentino, y, además, ir a un equipo grande. Yo quería mucho mi trabajo”, explica.

En enero, jugó algunos amistosos junto al peruano Juan Joya, quien enseguida pidió pase para Peñarol, y también con Amadeo Carrizo como arquero.

“Tuve suerte de jugar con Joya, un gran jugador. El fútbol fue mi vida. Tengo buena vitalidad y salud. Estuve poco tiempo en Argentina y vine a Nacional”.

Nacional 1964 perdió la final de la Libertadores con Independiente, pero antes, perdió a Sanfilippo por lesión; aquí formó con Héctor Cincunegui, Mario Méndez, Emilio "Cococho" Álvarez, Milton Viera, Jorge Manicera y Roberto Sosa y agachados Ronald Langón, Luis Ramos, Pedro Prospitti, José "Nene" Sanfilippo y Domingo Pérez.

Un año jugó en la vecina orilla y lo contrataron los tricolores que comenzarían aquel 1962 en lo que sería su primer partido en la historia de la Copa Libertadores de América. 

Hugo Bagnulo era el técnico y lo puso como titular ante Sporting Cristal en la victoria 3-2.

Así habla del entrenador: “Era un profesional muy recto y exigente. Tenía cábalas, pero en el mundo del fútbol, muchos teníamos. Yo también”.

Un año después llegó Zezé Moreira como entrenador y logró con él su primer título de campeón uruguayo. “El brasileño era una buena persona, buen técnico y exigente, como tenía que ser, porque nosotros no llegábamos ahí sabiendo todo, sino que ellos nos ensañaban y nos inculcaban cosas”.

Tuvo compañeros notables en sus seis años en el club, pero dice que no hubo una sociedad especial dentro de la cancha con alguno: “Siempre me llevé bien con todos mis compañeros. Vlayo (Vladas Douksas, quien ya había sido compañero suyo en Rampla) jugaba muy bien, el Chongo Escalada que le pegaba con un fierro. ¡Fueron tantos y tan buenos! Cuando entrenábamos y le pegaba el Chongo en algún tiro libre gritábamos: ‘¡Cuidado que tira!’ y rezábamos para que no nos pegara.

En 1964, Nacional jugaba muy bien y se acercaba a su primera final de la Copa Libertadores contra Independiente. Pero dos semanas antes, en un amistoso contra Vasco Da Gama, el zaguero Fontana fracturó a José Sanfilippo, el crack y goleador argentino que tenían los tricolores aquel año.

Domingo Pérez

Domingo Pérez jugó el primer tiempo de aquel partido y ya no estaba en la cancha cuando sucedió ese hecho que conmocionó al país futbolero.

“Recuerdo que fracturaron a Sanfilippo y después perdimos la copa con Independiente. Fue una lástima”, dice. 

Dos años después, volvería a ser campeón uruguayo, ahora con Roberto Scarone como entrenador.

El equipo de Nacional de 1968; parados, Juan Martín Mugica, Luis Ubiña, Emilio Álvarez, Rogelio Domínguez, Darci Pereira "Ica", Julio Montero Castillo y agachados Domingo Pérez, Ignacio Prieto, Célio Taveira, José "Pepe" Sasía y Julio César Morales

“Ese año le pude hacer un gol a Peñarol cuando debutamos por la Copa Libertadores y los goleamos 4-0. ¡Había que ganarle a Peñarol 4-0 en aquel tiempo con el cuadro que tenía! A velocidad no me paraba nadie, era mi fuerte. Entrenaba como el mejor, siempre fui muy disciplinado. Siempre fui aliado de la raya. Era ambidiestro y eso me ayudaba mucho”.

Su buen desempeño lo había llevado a la selección uruguaya con la que debutó con gol ante Bolivia en un 7-0 por Copa América 1959 de Argentina, con el Manco Castro como técnico.

“Fue una gloria de Nacional y de la selección. Tenerlo de técnico era un lujo”, expresa.

La selección uruguaya ganadora de la Copa América de 1959 en Guayaquil; Domingo Pérez aparece como el primer jugador de los agachados desde la izquierda

Ese mismo año se jugó otra Copa América, pero en Guayaquil con Juan Carlos Corazo como entrenador y en esa ocasión, Uruguay logró el título: “Es hermoso jugar por la selección, y mucho más si se logra una copa”.

El 9 de julio de 1960 Uruguay le ganó 1-0 a Brasil –por entonces, campeón del mundo– por la Copa del Atlántico con un gol suyo. Enfrente jugaba la delantera de Santos compuesta por Coutinho, Pelé y Pepe.

Luego llegaría su primer Mundial en Chile 1962 con un equipo al que no le fue bien. Eliseo Álvarez jugó fracturado el segundo tiempo ante Unión Soviética porque no había cambios.

“Era compañero mío en Nacional y la verdad, no podía más con su pierna. Son de esas cosas inexplicables que tiene a veces el fútbol uruguayo”, subraya.

 

Uruguay espera por Inglaterra en el debut del Mundial de 1966 en Wembley; el capitán celeste, Horacio Troche, presenta a la reina Isabel y Domingo Pérez, con el número 11, espera por inclinarse y darle la mano

En Inglaterra 1966 jugaría su segunda Copa del Mundo y como titular. El debut era ante los dueños de casa y tuvo que darle la mano a la reina Isabel, quien acaba de morir hace algunas semanas.

“Nos habían dicho antes del partido: ‘Cuando venga la reina, ustedes inclínense en señal de reverencia’. Y eso hicimos”, recuerda.

Ondino Viera era el entrenador y dice que era “muy exigente y muy bueno. Era correcto y sabía de fútbol porque lo había jugado. Fueron los que marcaron el camino hacia las estrellas, fue uno de los principales”.

Un partido de Uruguay previo al Mundial de Inglaterra 66; arriba aparecen Omar Caetano, Horacio Troche, Ladislao Mazurkiewicz, Néstor Goncalves, Nelson Díaz, Pablo Forlán; abajo, Julio César Cortés, Julio César Abbadie, Héctor Silva, Pedro Rocha y Domingo Pérez

Luego de clasificar a la siguiente fase, llegaría el partido ante Alemania en el que el árbitro inglés James Finney tuvo un desempeño lamentable, así como sucedió lo mismo con el alemán Rudolf Kreitlein en Inglaterra-Argentina. Resultado: los dos seleccionados del Río de la Plata fueron despojados y se tuvieron que volver.

Así lo vivió Domingo: “Estaba visto que podía darse y se dio. No nos quieren porque los sudamericanos somos mejores que ellos”. 

Seis meses después, ganaría su segunda Copa América, en 1967 en el Estadio Centenario y otra vez con Corazo como DT.

Uruguay campeón de la Copa América de 1967; Domingo Pérez es el primero de los agachados desde la izquierda

“Corazo era un gran técnico y logramos dar la vuelta olímpica. Salir de Casablanca a la cumbre del fútbol mundial era mi destino. Dar la vuelta olímpica en el Estadio Centenario queda para siempre”, dice.

Jugó posteriormente en Universidad Católica de Chile junto a Ignacio Prieto, con quien lo había hecho en Nacional. También lo hizo en Necaxa de México y en Defensor.

En su pasaje por Universidad Católica de Chile, aparece abajo a la derecha de la foto, Domingo Pérez; el segundo de abajo desde la izquierda, es el chileno Ignacio Prieto, quien había jugó con él en Nacional

Alternó con Pepe Sasía y así lo define: “Era un hombre muy leal y exigente con el compañero, pero metía pata como el mejor”.

Cuando se retiró del fútbol, se recibió de técnico, pero nunca abandonó el deporte. Corrió con más de 60 años los 100, 200 y 400 metros y lo recuerda con orgullo.

“Si bien dejé el fútbol profesional, hasta los 70 prácticamente seguía metiéndome en algún picado. Hice atletismo y fui campeón en la pista de atletismo. Siempre me gustó hacer ejercicio”, explica.

Y tiene un párrafo aparte para lo que significa la selección y el actual equipo que jugará el Mundial de Qatar 2022.

Domingo Pérez aparece último abajo a la derecha; es la formación de Necaxa de México de 1970

“La selección siempre fue mi preferida. No la puedo dejar de lado bajo ningún punto de vista. Me gustan todos los futbolistas porque demuestran que tienen talento para ese juego. El jugador entra convencido que va a ser el mejor. Eso lo llevábamos desde gurises y no se puede perder. El que lo pierde, queda por el camino, se pierde, porque no tiene la suficiente fuerza de voluntad para continuar”, afirma claramente.

Y añade: “Sé el esfuerzo que tienen que hacer para mantenerse vigentes, para que la gente los aplauda, para que la gente se dé cuenta cómo hacemos para sobreponernos a los momentos difíciles que es la carrera de futbolista”.

La AUF le realizó un homenaje a los campeones de la Copa América con Uruguay en 1959; el neutral Fernando Sosa le entrega una plaqueta a Domingo Pérez

“Tenemos que sentirnos los mejores en todos lados con nuestra selección, porque el adversario también tiene sus deseos de triunfo”, advierte.

Domingo Pérez habla y parece que siguiera jugando. Fue y es un referente futbolístico y dejó un surco en cada cancha. No había cómo pararlo por su velocidad. Y el fútbol uruguayo se lo agradece. 

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