Un juez tiró sobre la mesa esta semana la idea de aumentar las penas por los delitos de narcotráfico e igualarlas a la de la pasta base. El tráfico de drogas tiene una pena mínima de 20 meses de prisión (y 18 de penitenciaria) con lo cual es excarcelable, mientras el de la pasta base sube el mínimo a dos años y lo hace inexcarcelable.
La ley, que tenía la buena intención de sancionar a quienes se enriquecen vendiendo drogas, vuelve a golpear sobre un flanco que se ha revelado inexpugnable: el aumento de penas. Las penas no han dejado de aumentar en casi todos los delitos, y casi todos los delitos no han dejado de aumentar.
Por un lado, no es que quienes trafican pasta base sean niños de pecho, pero en el tramo final de la a veces larga cadena de las redes de tráfico, termina en personas que viven en la marginalidad, incluso se han registrado casos de madres y abuelas que pasan droga como una forma de vida.
O sea que se está siendo más duro con estos (y también con ciertos barones de la droga que vieron en la pasta base una mercadería de rápida circulación), que con quienes introducen al país marihuana, cocaína, heroína, éxtasis, peyote, metanfetaminas y todas las sustancias ilegales que se le ocurra.
En el terreno de las drogas, teníamos una carta con dos platos, una de drogas legales (mientras paguen impuestos pueden entrar miles de contenedores de tabaco, alcohol y anfetaminas de todo tipo y color), y otra de drogas ilegales (la lista que ya conocemos).Inicio de sesión
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