Vive en San Carlos y desde chico estuvo vinculado a lo rural porque su familia tenía un tambo, pero fue de adulto cuando hizo del campo su lugar definitivo de trabajo, codo a codo con las abejas, desarrollando un emprendimiento típicamente familiar.
Se formó como carpintero y en eso trabajó hasta que a los 40 años realizó un curso sobre apicultura, dictado por la Intendencia de Maldonado. Lo empezó como un pasatiempo, pero después el gusto por las abejas lo atrapó y hoy vive exclusivamente de esa producción.
“La apicultura es un oficio que te va a atrapando y ya hace muchos años que se transformó en mi medio de vida”, indicó.
Al principio empezó “con un enjambre o dos”, mientras seguía trabajando a la par en su taller de carpintería. Fueron poco más de 10 años los que compartió su trabajo de carpintero y el hobby. Con el tiempo fue sumando colmenas, llegó primero a 50, luego a 100 y hoy posee 500 y está al frente del Apiario Aristeo.
“Crecimos a puro sacrificio”, resaltó.
El nombre del emprendimiento se eligió en honor a un apiario que tuvo su padre –un profesor de literatura de San Carlos– en la década de 1930 y que se llamaba como el dios protector de las abejas –según la mitología griega–, Aristeo.
El emprendimiento familiar de José se llama Apiario Aristeo. Miel de sierras y de costa
José tiene sus colmenas divididas en las sierras del norte de Maldonado –Garzón, Los Caracoles, Las Cañas y Paso de la Cantera–, en lugares en los que abunda la flora autóctona y no hay riesgo de presencia de agroquímicos. En cada uno de los lugares tiene apiarios de 20 colmenas.
Durante el verano y la primavera las colmenas están en las sierras, pero cuando entra el otoño José lleva 100 o 200 colmenas a las costas de José Ignacio, donde las abejas pueden producir miel de eucaliptus y de acacia.
La miel de monte, sacada de las sierras –principalmente de árboles de coronilla– tiene un sabor más fuerte y un color más oscuro. Por su parte, la miel de eucaliptus o acacia es más clara y tiene un sabor más suave, explicó.
“La zona de las sierras del norte del departamento es muy limpia, no hay fertilizantes ni agroquímicos. La producción no es muy voluminosa, pero es limpia”, insistió, y explicó que anualmente produce entre 6.000 y 7.000 kilos de miel.
Dejó de exportar a Alemania
Hace cinco años que la producción de José queda en el mercado interno. Antes exportaba miel orgánica al mercado alemán, certificado por una empresa de ese país, pero cuando los precios cayeron decidió junto a su familia dedicarse al mercado local.
Cuando comenzó con el emprendimiento, 20 años atrás, vendía su miel en la Cooperativa Agraria Limitada de Maldonado (Calima), a comercios de la zona “y al vecino que pasaba por la puerta de casa”, detalló.
Actualmente la producción de Apiario Aristeo se vende a mayoristas que distribuyen en Maldonado y departamentos próximos, a Calima, a comercios del departamento, en la feria de San Carlos y en la Feria de los Artesanos en Punta del Este.
Dentro de los productos que comercializa hay miel orgánica, miel convencional, propóleo, polen y velas. Según indicó, el consumo de sus productos aumentó últimamente: mucha gente compra propóleo para reforzar su sistema inmunológico “porque es un antibacteriano fabuloso” o polen, un energético natural que tiene aminoácidos y “es un alimento natural”.
En verano las colmenas están en las sierras y en invierno se llevan para la costa. Oficio de herencia familiar
Hoy José trabaja junto a su esposa, su hijo y su nieta de 19 años. “Es un emprendimiento familiar, empezamos a trabajar para ayudarnos uno al otro y al final terminamos todos enganchados. Esta es una cuestión que te engancha. Al que no le gusta la apicultura va un día y no vuelve más, pero al que le gusta no abandona con nada”, sostuvo, y agregó que junto a su familia ha pasado tiempos difíciles con esta producción “y hemos seguido peleando”.
Varios integrantes de su familia practicaron la apicultura muchos años antes de que él naciera y él se crío escuchando las historias, aunque el gusto por este trabajo le nació de grande.
“Yo veía esos bichitos todos los días y fue una cosa que nació sola. Uno ve que adentro de un tronco hay abejas y tienen miel o ve que un vecino tiene un cajón con abejas adentro y uno empieza a curiosear. Fue algo que se dio paulatinamente”, admitió.
José Pérez junto a su esposa y nieta. Comunidad apicultora
El oficio del apicultor, indicó, es muy cambiante, principalmente por el clima y cómo eso le afecta a las diferentes floraciones y eso hace que deba estar constantemente en contacto con otros productores de la zona.
La comunidad fernandina de apicultores se nuclea en la Sociedad Fomento Rural Apícola de Maldonado (Soframa), que trabaja en conjunto con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) en temas de análisis, enfermedades de las plantas y cambios en el clima y en el suelo.
“Uno tiene que ir acompañando todos los cambios del oficio y una de las formas es estar en contacto con el resto de los apicultores. Esto es una cadena permanente de aprendizajes y experiencias”, señaló.
Y una de las cosas a las que más se le debe prestar atención en este trabajo, subrayó, es al manejo de las colmenas, ya que la mortandad viene dada muchas veces por un manejo incorrecto.
Una de las herramientas que destacó fue la Dirección de Laboratorios Veterinarios (Dilave) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), que tiene una sección especializada en apicultura. “Cuando tengo un problema en una de las colmenas mando una muestra a Montevideo y en 24 horas tengo respuesta, es una herramienta gratis para todos los productores”, valoró.
Un oficio envolvente
José definió a la apicultura como un trabajo “envolvente”. Según contó, conoce personas de 90 años que mantienen apiarios en el departamento “porque no pueden vivir sin las colmenas, este es un trabajo que te va envolviendo”.
Entre risas y convencido, sobre eso concluyó: “Yo tengo 65 años y hace más de 20 que ando entre las colmenas y todavía no pienso jubilarme”.
Distintas mieles
En las sierras del norte de Maldonado se produce miel de árboles de coronilla, tala y otras especies autóctonas que hay en la zona, además de yuyos como el mio mio o la carqueja.
La floración en las sierras comienza en setiembre, informó Pérez. El árbol que más produce miel en ese contexto es la coronilla.
Por otro lado, en la costa de José Ignacio la miel que se produce es de eucaliptus criollo, un árbol que tiene una floración más larga a la del eucaliptus del monte –por el microclima de la playa– explicó el productor. Allí también se produce miel de acacia, que comienza la floración en julio.