Opinión > EDITORIAL
El bisturí a fondo
Los hechos de corrupción que se han dado deberían ser un motivo para mayor control
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04 de agosto de 2018 a las 05:00
La reacción del presidente de Argentina, Mauricio Macri, al escándalo por el caso llamado "cuadernos K" -el reparto de coimas para la obra pública durante buena parte de los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015)– debería ser la vara con la que se investigue a toda la corrupción ocurrida en el ejercicio del poder.
El jueves 2, la justicia argentina comenzó a escuchar los testimonios de 12 arrestados por supuestos sobornos que involucran a exfuncionarios y empresarios y salpican a la expresidenta Kirchner y a una empresa vinculada a la familia del mandatario Macri.
La punta del iceberg es el contenido de ocho cuadernos escolares, en los cuales se supone que el chofer de un exfuncionario kirchnerista registró presuntos retiros y entregas de bolsos con dinero entre 2005 y 2015, años en que gobernaron los Kirchner, revelado por el diario La Nación esta semana.
Según la Fiscalía, se habrían movido "unos 160 millones de dólares en efectivo" en bolsos, provenientes de sobornos que empresarios entregaban a cambio de la adjudicación de obra pública. La expresidenta y actual senadora Kirchner fue citada a indagatoria el lunes 13 por el juez de la causa, aunque no se especificó si en calidad de testigo o de imputada.
La justicia investiga bajo la hipótesis de asociación ilícita en una causa donde se esperan más arrestos y las detenciones por la causa incluyen a ex funcionarios kirchneristas, empresarios y a un primo del presidente Macri que es titular de una empresa constructora.
Este viernes, el jefe de Estado argentino pidió a la Justicia que "demuestre que no hay impunidad" porque en un hecho muy negativo para consolidar la confianza en el país". Dijo que una Argentina distinta significa que "todos" los ciudadanos tienen que están "dentro de la ley".
El mensaje de Macri tiene sentido para todos los países que están envueltos en casos de corrupción, un gran lastre de América Latina y que golpea a la inversión imprescindible para el crecimiento económico.
Duele advertir cómo el flagelo de la corrupción sigue carcomiendo los cimientos del estado de Derecho y daña sobremanera el funcionamiento sano del sistema democrático-republicano de gobierno. La corrupción rompe la confianza entre electores y elegidos y también hiere el pacto que existe en la noción de representatividad en la política.
Los gobiernos "progresistas" de la región llegaron al poder con la noble tarea de terminar con la corrupción de los partidos o sectores políticos históricamente en el poder. Fue el discurso categórico de Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez y, por supuesto, también de los Kirchner. Todos ellos sedujeron a los votantes con la idea de que iban a cambiar paradigmas y la promesa de instaurar una forma sana de hacer política y un modo transparente en la gestión del Estado. Y nada de ello ocurrió.
Es muy importante que la Justicia introduzca el bisturí a fondo en el caso de Argentina y en las causas abiertas en tantos países de la región. Ya lo había dicho Néstor Kirchner, el 25 de mayo de 2003, en su primer discurso como jefe de Estado: "No habrá cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad. Una garantía de que la lucha contra la corrupción y la impunidad será implacable, fortalecerá las instituciones sobre la base de eliminar toda posible sospecha sobre ellas".
