Santiago Ostolaza habló con Referí de toda su vida futbolística

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El emblema de Nacional que descubrió Tito Goncalves: la vida del Vasco Ostolaza

El Vasco ganó cuatro títulos continentales y presenció cuando Bilardo y Ruggeri le pidieron disculpas a Ruben Sosa en su habitación
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24 de julio de 2021 a las 05:04

Hablar del Vasco Ostolaza es hacerlo sobre un símbolo de Nacional. Es de esa casta de jugadores que quedan imborrables en la memoria del hincha, por su entrega, por sus goles decisivos en finales, por su don de gentes, porque es de los pocos hombres del fútbol al que lo quiere todo el mundo.

Hace 44 años que se vino de Dolores y sigue manteniendo la tonadita que no se le fue y no se le va a ir. El Vasco es el mismo que en abril de 2016 quiso subirse a su auto para ir enseguida hacia sus pagos luego que habían sufrido un tornado. Quería reencontrarse con su gente, sus padres, el pueblo que estaba destruido como si hubiesen filmado una película de guerra. Esperó hasta las 4 de la mañana porque la lluvia y el viento también arreciaban en Montevideo y también porque no se sabía por dónde podía seguir el tornado y lo podía agarrar en medio de la noche en la carretera.

Santiago Ostolaza es de los doloreños más famosos de la historia junto a Juan Carlos “Cacho” Blanco -otro referente de Nacional, campeón de América y del mundo en 1971 y 1980- y, entre otros, de Tomás Gomensoro, quien fue presidente de la República. Ese debe ser el podio, al que también se les puede agregar Miguel Andreolo, campeón de América con Uruguay en 1935 y del mundo con Italia en 1938 y, casualmente, bicampeón uruguayo con los tricolores.

El desfile inaugural del torneo; el Vasco Ostolaza aparece con la camiseta de San Luis de Dolores, en sus pagos; es el que se encuentra de frente, a la derecha del abanderado

Aquel chiquilín ya nació alto en 1962. Cuando aún iba a la escuela, en el Barrio Sur de su ciudad, se anotó para jugar -ya como volante central- en el club San Luis.

“Era de la Capilla San Luis dirigida por el Tito Oroná, Santisteban y Juan Bava. Después, apareció Bella Vista en el baby y desapareció San Luis, y a los 12 años pasé a ese club de Dolores, que era del mismo barrio, aunque yo ya no estaba en baby. Mi sueño era jugar allí, porque mi padre y mi tío lo habían hecho”, cuenta con orgullo el Vasco a Referí.

Al mediodía llegaban los diarios desde Montevideo y Santiago los leía con fruición. Sobre todo, se fijaba “en los doloreños o gente de Soriano que jugaban al fútbol como Cacho (Blanco), Raúl Möller, Pablo Forlán e Ildo Maneiro. Quería estar en el lugar de ellos. Me fijaba qué puntaje le daban en el diario”.

El club de sus sueños: Bella Vista de Dolores; el Vasco aparece con menos de 15 años en el equipo

Cuando tenía 15 años jugaba en Bella Vista de Dolores, en la Divisional B. Entonces sucedió un hecho que comenzó a cambiar su vida. Wilfredo Ízaga era el técnico de la selección de Soriano y el hombre recorría todo el departamento en busca de talento. El destino quiso que el Vasco jugara un partido decisivo por el ascenso A contra San Salvador. En aquella final perdió el ascenso a la A contra San Salvador. "No tenía idea que estaba el DT de la selección. Me encontraba con una amargura bárbara cuando me llegó la citación”. Entonces se llevó al Vasco al combinado de Soriano cuando era un juvenil.

“Era el más chico de todos, jugué el Litoral 1978-79 y ahí (Sergio) Markarian junto con Sebastián Bauzá padre, fueron a ver a Eber Bueno (artiguense y padre de Carlos) en Soriano-Artigas. Cuando terminó el partido, los dirigentes de Soriano los invitaron con un asado y le preguntaron a Markarian si le había gustado algún muchacho. “Me gustó el flaco grandote que juega en el medio”, les dijo. “Ah, pero tiene 15 años”, le contestaron. El técnico abrió los ojos muy asombrado y gritó: “¿¡Cómo!?”. Entonces comenzó otra vida para el Vasco. Se vino a probar a Bella Vista en Montevideo.

La selección juvenil de Dolores, campeona en 1978 con el Vasco Ostolaza inconfundible

Sin embargo, hubo otro hecho destacable antes de que se jugara ese torneo del litoral. Cerro fue a jugar a Mercedes y a los de la Villa los dirigía Néstor “Tito” Goncalves, ídolo eterno de Peñarol.

Recuerda el Vasco: “Fue el primero que me vio y que le gustó mi desempeño. Soy muy amigo de Tito (hijo) ya que jugamos en Cruz Azul y su padre, cada vez que nos veíamos, siempre me decía: ‘Mirá que fui el primero que te vi y que destaqué tu juego”. Cuando dirigí a la selección uruguaya sub 17 iba mucho a Las Acacias para ver a los gurises, entre los que estaban Federico Valverde, Diego Rossi y Santiago Bueno, entre otros, y siempre compartía algún café con el Tito. Un tipo extraordinario”.

La selección de Soriano de 1978, con el inconfundible Vasco entre los parados

Tras el pedido de Markarian, vino por una semana a prueba a la capital con Gustavo Martínez, otro muchacho de Dolores. Vivían en una pensión por Colonia y Rondeau. “Yo estaba loco de la vida pero había que convencer a mamá. El Ruso Listur y Aníbal Tacón, dirigentes de Bella, Vista fueron en auto conmigo a convencer a mamá. Papá estaba más contento que yo y les hizo un asado para que almorzaran. Yo temblaba para que mi madre dijera que sí. Y por suerte, me dejó”. Allí se cambió de pensión y se instaló en una en la que vivían jugadores del interior como Eber Bueno, Juan Ferrari y Gerardo Satriano. Estaba ubicada en Rivera y Pablo de María.

“Fue una experiencia muy linda, la familia encargada nos cuidó mucho y después nos cambiaron a otra pensión en Francisco Gómez y Agraciada con la familia Acosta-Argerich. Aprendí a andar en ómnibus en Montevideo, lo que para mí fue toda una odisea”, cuenta.

En su casa de Dolores tenían teléfono, pero en aquella época, las comunicaciones eran muy complicadas. Con otros jugadores iban al bar La Picada y él pedía para hablar con su ciudad. Esperaba entre tres y cuatro horas de larga distancia para poder dialogar unos minutos con sus padres. Una de las tantas diferencias que existen hoy.

Bella Vista 1982; el Vasco Ostolaza estuvo siete años con los papales

Bella Vista fue su escuela en el fútbol. Tenía el mismo nombre que el equipo que quería jugar -y lo hizo- en Dolores y allí vivió siete años muy buenos.

Así lo resume: “En Bella Vista tuve al gran aprendizaje. Yo era una esponja con el Bocha Satriano, el Beto Acosta Navarro, Carussini, El Niño Sosa, Yeladian, el Guiso Rodríguez. Ellos fueron mis ídolos totales, ¡no sabés lo que eran! Todos los días aprendía algo de ellos”.

Claro que, como todo joven de 15 años, tuvo que pagar derecho de piso. “Si hacíamos un asado, el que iba a buscar el pan, el hielo, el tomate, era el más joven y me mandaban a mí, así pagué derecho de piso. Pero ellos fueron los que más me cuidaron, en el vestuario, dentro de la cancha, fuera de la cancha, fue algo inolvidable. Tengo un agradecimiento tremendo a ellos. Recuerdo que los formularios de los partidos para la prensa, se hacían a mano y la O y la S se confundían con una O y una R, y en la prensa escribían Ortolaza. Estuve tiempo para explicar que era Ostolaza, yo quería que mi apellido saliera bien. Con doble Z no me molestaba tanto, pero lo otro se prestaba para cualquier cosa”, dice sonriendo.

En 1985, el Vasco Ostolaza vistió la camiseta de Peñarol en un clásico que ganaron los aurinegros 1-0 sobre Nacional; es el primero de los de abajo

Luego de esos siete años en los papales, Roque Gastón Máspoli lo convocó a Peñarol en 1985 para un clásico de la Copa de Oro de los Grandes en los que se podía invitar a un futbolista del medio local y a otro internacional.

“Se habían ido a jugar al exterior todos los muchachos de Bella Vista y quedé yo con 23 años, y don Roque Gastón Máspoli me convocó y me mostró que iba por el buen camino. Yo estaba loco de contento. Fui a Los Aromos, me trataron de maravilla. Ganó Peñarol 1-0 con gol de Julio César Giménez -quien fue el invitado del exterior- y Roque me dijo que para el año siguiente me quería en Peñarol. Yo estaba refeliz porque había pasado un desafío y habían quedado conformes conmigo. A fin de año también se interesó Nacional e hicieron negociaciones con Ceferino Rodríguez y con Ramos. Ellos hablaron con los dirigentes de Bella Vista y el 24 de febrero de 1986 me llamaron para decirme que se hacía mi pase a Nacional. El técnico era el Cata Roque y habían contratado también a Revelez, Seré, el Bocha Cardaccio y Pinocho Vargas. Justo ese día me casaba. Tenía que firmar el contrato, ir de un lado para el otro y ¡de noche me casaba!”.

Ostolaza es un pedazo grande del fútbol uruguayo

¿Qué sucedió? Bella Vista debía seis meses de sueldo y no había un mango entre los Ostolaza. Entonces, Raúl Möller le consiguió el salón de la Mutual y allí hizo la fiesta. “Bauzá (dueño de la confitería Lion D’Or) nos mandó toda la comida incluyendo las tortas, y papá trajo dos lechones asados”, explica.

Como al otro día el plantel tricolor viajaba hacia México por tres semanas a una gira, se quedó sin la luna de miel y su viaje programado para ir a Bariloche. “Hasta el día de hoy sigo sin conocer Bariloche”, admitió.

Dos años después, su compañero en Nacional, el arquero Mario Alles, hizo los trámites para que se pudiera casar por iglesia y lo hizo en la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores (siempre aparece Dolores), Tierra Santa, cerca de la sede de Nacional, cuando ya tenía dos hijos.

La gloria eterna en Nacional

Ostolaza es un pedazo de Nacional. El club ganó la Copa Libertadores 1988 con un gol suyo, la Intercontinental del mismo año en Tokio y convirtió los dos tantos, la Recopa Sudamericana 1989 y la Copa Interamericana 1989. Se puso la camiseta que le calzó justo, la que estaba esperándolo.

Nacional posa antes de la final de la Libertadores 1988 ante Newell's

“Tengo un agradecimiento muy grande con la institución que nos hizo poner en los mejores lugares del mundo. Teníamos un grupo impresionante que nacía en Los Céspedes, que era nuestro laboratorio. Muy solidario, muy comprometido, muy responsable. Con el tiempo me fui dando cuenta que teníamos al Peta Ubiña como intendente de Los Céspedes con las copas que ganó, el utilero, el Pelado Walter Haines y el doctor Carlos Suero, campeones del mundo, el Quique Vázquez, el fisioterapeuta, también. Ellos nos contaban las historias de 1971 y de 1980, de aquellos monstruos, ¡y nosotros nos cambiábamos ahí! El Mudo Montero Castillo, Manga, Artime, el Pelado De la Peña, Rodolfo (Rodríguez), Cacho Blanco, y eso como que nos obligaba a esforzarnos más y tratar de estar a la misma altura que ellos”, cuenta con emoción.

Aquí se pueden ver los dos primeros goles de Nacional ante Newell's, el segundo, del Vasco de cabeza:

Y añade: “Tomar mate con el Peta Ubiña fue de los momentos más lindos que viví. Disfrutar con una persona tan humilde, que te cuente las historias que te contaba; con el Dr. Suero, también. Eso para nosotros fue muy importante. Cuando vino Hugo De León fue fundamental, Carreño venía de Europa, Pinocho (Vargas) había sido campeón de América y del mundo con Peñarol, teníamos un hambre impresionante. Entre todos unimos fuerza y energía para ser campeones”.

En su habitación en Los Céspedes dormía con Mario Alles, y los dos, por ser tan altos, tenían camas más largas. Alles había jugado en Argentinos Juniors con Diego Maradona y “la única manera de hacerlo enojar era hablarle mal de Maradona”. Cuando viajaban, compartía habitación con De León.

El equipo de Nacional que ganó la Copa Intercontinental 1988 en Tokio

Dice el Vasco: “Cuando hablaba Hugo, todo el mundo quedaba callado, no había chance. Te hablaba fuera y dentro de la cancha de lo que había que hacer, y nos dio la tranquilidad que necesitábamos para todo. Yo era capitán con Cardaccio y le pedimos a (Roberto) Fleitas que fuera el Hugo, porque nos daba otra tranquilidad y los jueces extranjeros lo respetaban mucho”.

Y empiezan los recuerdos más lindos, los de aquellas copas que fueron las últimas internacionales que ganó club alguno en el fútbol uruguayo, hace ya 32 años.

Hugo De León y el Vasco Ostolaza con la Copa Intercontinental 1988 y la Copa Toyota; el volante hizo los dos goles y fue elegido la figura de la cancha

“Para la final de la Libertadores ante Newell’s, con el tiempo, veo que manejamos las emociones y eso fue muy importante porque la previa y los nervios, la ansiedad, la incertidumbre, las dudas, los deseos y buscar esas concentración acorde a esos partidos, no era fácil. Pudimos vencer esas emociones para jugar tranquilos. Estábamos convencidos que a Newell’s lo pasábamos por arriba. Parecíamos una maquinita de jugar al fútbol por cómo nos entendíamos y no había caras malas. Yo sabía que al llegar al vestuario Mario López (suplente del equipo) me limpiaba los zapatos si tenía barro y le pasaba el cepillo de hierro, y Héctor Morán -quien era mi suplente- me traía agua o me hacía aire con la toalla. Éramos un grupo sin egos”, comenta.

Aquí se puede ver el primer gol de Ostolaza ante PSV Eindhoven por la Copa Intercontinental:

De la final dice que le quedó grabado entrar al estadio y no ver las tribunas por ver papeles blancos y bombas. “Me quedó guardado para toda la vida. Fue un recibimiento espectacular”.

En el gol, el transitorio 2-0, explica que “hay que sacarse el sombrero con Fleitas y Saúl Rivero porque entrenábamos mucho la pelota quieta. Teníamos dos jugadores fundamentales que eran el Pato Castro y Yubert (Lemos) -que fue nuestro goleador en la copa con cuatro goles-, porque sus córners eran casi perfectos. Tenían una perfección tremenda. Uno ve hoy córners en momentos decisivos que se van lejos y no podés creer. Pinocho, Revelez, Carlitos De Lima, cabeceaban muy bien. El Bocha (Cardaccio) y yo, íbamos al segundo palo, él me cortinaba a mí y en otras yo al Bocha. Él molestaba a quien me marcaba a mí para que pudiera hacer el doble ritmo justo para entrar a cabecear. Todo estaba trabajado”.

La revista argentina El Gráfico y Hugo De León y el Vasco Ostolaza en la tapa

En la final de la Intercontinental de Tokio convirtió los dos goles -ambos de cabeza y justamente de córner- y fue elegido el mejor jugador. Pero hubo algunas perlitas.

“En el gol en la hora del alargue, le pegué con la oreja, ya acalambrado. Vi a Revelez que levantaba los brazos, el línea que iba hacia la mitad de la cancha, y entonces me di cuenta de que había sido gol. Después pude ver el gol por televisión. Estábamos en el mismo hotel con PSV Eindhoven, nos cruzábamos en los ascensores. Tenían una selección impresionante con jugadores de combinados de Bélgica, Dinamarca, Holanda y, además, a Romário. Revelez se lo quería comer crudo en el entretiempo, lo paramos justo y ahí ellos lo sacaron de la escena. Teníamos la pareja de zagueros perfecta porque Revelez era el duro y Hugo era exquisito”, recuerda.

Aquí se puede ver el segundo gol de Ostolaza ante PSV Eindhoven por la Copa Intercontinental:

Pero el hecho de encontrarse acalambrado, entre otras cosas, lo llevó a no querer patear en la definición por penales.

“No quería patear el penal. Tenía mala experiencia ya que en giras en España e Italia, cada vez que pateaba, lo erraba. Me ponía muy nervioso cuando iba caminando desde la mitad de la cancha, no me tenía confianza. Me explotaba la cabeza, el arco se me hacía chiquitito, el golero gigante. Admiro a los que tienen la facilidad de patear y van con una tranquilidad tremenda”, agrega.

Así formó Nacional la noche en la que ante Racing de Avellaneda, ganó en 1989 la primera Recopa Sudamericana; el Vasco esa noche posó entre los de abajo

Pero además, admite que él no entrenó penales en las prácticas previas a la gran final: “Entrenaron los que iban a patear. ¡Nunca pensé que íbamos a llegar al décimo penal. Por suerte, me tocó el noveno y lo pude hacer. Yubert (Lemos) me daba ánimo antes de ir a patear: ‘Dale, hiciste dos goles, no jodas, lo hacés de taquito’”.

Con el Pichón Núñez ya como técnico, en 1989 consiguieron la primera Recopa Sudamericana tras vencer a Racing. En la vuelta en Buenos Aires, en una jugada fortuita en la mitad del primer tiempo, fracturó a Néstor Fabbri.

“Salimos campeones y yo quedé reamargado por la situación que se dio con Fabbri. Pichón Nüñez vio que no festejaba y me encaró. ‘¿Qué te pasa?’, me dijo. ‘Me pasó esto y quedé mal’, le contesté. Entonces, hizo los contactos y lo fuimos a ver al sanatorio. La familia me miraba con una cara tremenda, pero quedó una relación bárbara con él. Fue una jugada fortuita. Se fracturó el peroné. Lo llamé cuando volvió a las canchas”.

El Vasco y la selección

Con uno de sus principales rivales en los clásicos, el Chueco Perdomo, gestó una gran amistad.

“Hicimos una amistad bárbara hasta hoy. Nos enfrentábamos en los clásicos con una lucha terrible pero leal y el Maestro nos citó y jugábamos juntos como doble 5 con Ruben Paz y Francescoli más arriba, y Alzamendi y Sosa por afuera. Teníamos que hacernos amigos de cualquier manera, porque tendríamos que marcar juntos a Valderrama, Romerito, Bebeto, Maradona, el Diablo Etcheverry”.

Ostolaza explica que los trabajos tácticos defensivos los hacían con Gregorio Pérez y los ofensivos con el Maestro. “Y Gregorio era exigente, nos mataba, pero era para el bien del equipo. Me quedaron grandes recuerdos, y para tratar de controlar al monstruo (Maradona, en la Copa América de Brasil 1989), preparamos una estrategia. Gregorio nos explicaba: ‘Cuando vaya uno, el otro se tiene que ponerse atrás para cubrirle la espalda porque va a driblear o a tirar un caño al primero, y así lo trabajamos y nos salió bien. Los que lo conocían nos decían, ‘no lo hagan calentar porque juega mejor’. Entonces le hacíamos algún foul normal y le decíamos: ‘Dale, monstruo, sos el mejor’, para que no se calentara (se ríe). La llevaba siempre atada. En ese momento, era el mejor del mundo. Algunos hablan de Pelé, pero en ese momento, lo era Maradona como ahora Messi y Cristiano Ronaldo”.

Fue uno de los volantes con mejor presencia en la cancha en los años de 1980

Una de las frases más recordadas de ese partido fue el “¡Matalo!”, que le gritó el técnico argentino Carlos Bilardo al lateral Néstor Clausen, quien no pudo en toda la noche con un tremendo Ruben Sosa, autor de los dos goles.

El Vasco cuenta una anécdota imperdible. “Estábamos en el mismo hotel con Paraguay y Argentina. Había sido un partido reduro contra ellos y ganamos con un Ruben Sosa impresionante, quien estaba entre los mejores cinco jugadores del mundo entonces. Cuando Bilardo gritó ‘¡Matalo!’, se armó lio porque lo escuchamos todos. Cuando terminó el partido, pensamos ‘mañana va a ser un lío en el hotel’. Yo compartía la habitación con Ruben que tenía hielo en los tobillos. Como a la 1 de la mañana, golpearon la puerta. Me levanté para abrir y eran Ruggeri y Bilardo. Fui un espectador de lujo de ver a los dos pidiéndole disculpas a Ruben. Lo cuento porque el fútbol es un juego, pero se pueden enseñar muchas cosas y las personas tienen valores. Se equivocaron, recapacitaron y tuvieron la humildad de pedir disculpas. Ruggeri jugaba entonces en Real Madrid y le dijo a Ruben que lo querían de su club. Pero Ruben estaba intratable en Italia. El fútbol sirve para la formación del ser humano y para generar valores. Lo tildan de sucio y oscuro y hay muchas cosas en el futbol que están muy buenas”.

En la gira previa al Mundial de Italia 90, convirtió un gol en Wembley en la victoria contra Inglaterra.

La selección uruguaya comenzaba la gira previa para el Mundial de Italia 90 y el Vasco estaba pronto

“No lo valoré mucho entonces. Pero luego leí que fui el primer uruguayo en hacer un gol en Wembley. Previo al Mundial estábamos muy bien, el error que tuvimos fue ir con tanta antelación, influyó en contra, son aprendizajes que uno tiene. Con el tiempo te das cuenta. Con el paso del tiempo le di la trascendencia que tuvo ese gol en la Catedral del fútbol. Antonio (Alzamendi) me la puso en la cabeza con una visión muy grande, luego de una presión muy buena del flaco Francescoli”.

Aquí se pueden ver los goles de Ostolaza y Perdomo ante Inglaterra en Wembley con Peter Shilton como golero:

El Vasco habló también del Mundial Italia 90: “Todos hablan del penal que erró Ruben (Sosa) contra España. No había otra persona para patearlo. Paz, Perdomo, Pepe Herrera, Francescoli, le pegaban bien, pero Ruben era la persona indicada y le pasó eso, salió un balazo que se fue. Yo me desgarré 21 días antes y no pude estar como me hubiera gustado estar en un Mundial. Creo que fueron los nervios y la ansiedad que me impuse yo mismo; me desgarré en un entrenamiento. No me sentía con la confianza de siempre. Te dicen los desgarros llevan un tiempo de recuperación y a veces alguno no lo toma con seriedad. No estaba ni en un 80%. Teníamos un equipazo y merecíamos mejor suerte. En la siguiente fase nos encontramos con Italia que era muy difícil que quedara fuera del Mundial. Nos ganó bien, pero nos quedó la sensación que ante otra selección hubiera sido diferente”.

Santiago Ostolaza en el partido entre Uruguay y Ecuador en la Copa América de 1993 disputada en ese país

El Vasco se retiró de la celeste como capitán, pero tras un duro 5-0 ante Alemania. Ya eran otros tiempos y el recuerdo de ese encuentro es que llamaron de apuro a Jacinto Cabrera, quien estaba pintando su casa y se fue directo hacia el aeropuerto.

“Esa fue una época dura, la de los repatriados, la más dura y más triste de mi carrera como jugador de fútbol. Había jugadores que no venían y era muy triste. Fuimos a jugar a Alemania, yo estaba en Gimnasia de La Plata, subí al avión en Argentina y viajábamos con el Pistola Marsicano y algunos jugadores de acá. Apareció Jacinto Cabrera en el avión con las manos todas pintadas de blanco. Jugaba en Progreso y habíamos jugado juntos en Nacional. ‘Yo estaba pintando, me llamó el Pistola Marsicano que viajaba a Alemania de apuro’, me dijo y nos reíamos. Me dio tristeza que hubiera jugadores que no quisieran venir. Nos metieron cinco goles. Fue el debut de Paolo en la selección como lateral. La selección fue un rejuntado, ni me acuerdo si entrenamos”, sostiene.

El Vasco Ostolaza salta junto a Jurgen Klinsmann de Alemania; fue su último partido con la celeste y como capitán

Ostolaza fue el capitán de Uruguay campeón Panamericano 1983 con Tabárez.

Recuerda que era “un grupo increíble. Yo era suplente en Bella Vista porque me había fracturado la tibia contra Rampla y los equipos no prestaban a los titulares. El Maestro tenía que buscar jugadores suplentes. Armó un equipito con suplentes, Púa, Rudy Rodríguez, Yeladian, Picún, el Niño Sosa. Jugamos contra Brasil de Dunga y le ganamos 1-0 con gol de Miguel Peirano para ser campeones. Hicimos un grupazo, y fue una linda experiencia en la villa panamericana. Éramos todo garra y corazón”.

El grupo campeón de los Juegos Panamericanos de 1983; el primero desde la izquierda entre los parados es Ostolaza

También fue el capitán de Uruguay campeón juvenil en 1981.

“Teníamos un equipazo. Gutiérrez Ponce era el técnico y el Chino Salva su ayudante. Fuimos a jugar el torneo a Quito y se postergó, porque había guerra entre Perú y Ecuador y no nos volvimos. Escuchábamos pasar los aviones. Teníamos 18 años, en épocas de dictadura, era durísimo. Nos quedamos en el hotel con la protección de Gutiérrez Ponce que era nuestro padre, nos tranquilizaba, era psicólogo, preparador físico, nos aconsejaba, tengo una admiración total hacia él. Y esos días nos sirvieron para adaptarnos a la altura, y terminamos arrasando. Le ganamos a Brasil 2-0 y a Argentina le hicimos cinco goles. Carlitos Berrueta, López Báez, Pedrucci, el Fito Barán, Francescoli, Noble, el Polilla Da Silva, Villazán, el Negro Vázquez. Eran unos fenómenos y todos hicieron grandes carreras. Fue mi primera copa. El Tano (Gutiérrez), Francescoli y yo éramos los capitanes, pero en la entrega de premios me tocó a mí”.

La selección juvenil uruguaya campeona en Quito 1981

En su carrera de técnico, dirigió a las selecciones uruguayas sub 17 masculina y femenina.

“Fueron experiencias muy lindas. La etapa de entrenador es muy diferente a la de jugador. Me quedé con ganas de dirigir a equipos de Primera, pero los resultados no se dieron como esperaba. El femenino fue una experiencia increíble, muy linda.

El Vasco Ostolaza le muestra a un jovencísimo Polilla Da Silva y a Carlos Berrueta, la copa ganada en el Sudamericano juvenil de Ecuador 1981 tras golear 5-1 a Argentina

Con la sub 17 masculina teníamos muy buen equipo, pero no logramos clasificar al Mundial porque los ecuatorianos estaban pasados de edad, pero no es una excusa. Estaban Valverde, Schiappacasse, Diego Rossi, Saracchi, Ergas, Santiago Bueno, Renzo Rodríguez, Joaquín Varela. Fuimos campeones en un cuadrangular en Limoges, Francia, contra el local, Canadá y Ucrania. Ya ahí había muchos captadores y preguntaron por Schiappacasse, Valverde, Saracchi y Bueno. Trabajé con Adrián Sarkissian, Gonzalo Noguera como entrenador de arqueros y Guille Souto de preparador físico, que está ahora en Defensor”.

Santiago Ostolaza en el Parque Viera; es coordinador de las inferiores de Wanderers en la actualidad

Y añade sobre la sub 17 femenina: “Quiero felicitar a la gente que trabaja anónimamente y en forma amateur en el fútbol femenino. Las chicas tienen un potencial bárbaro, son muy receptivas, quieren aprender, absorben todo, aceptan los desafíos, se las ve motivadísimas. Estamos muy lejos en Uruguay, pero fue una experiencia muy buena”.

Ostolaza también fue elegido hace un par de años para integrar el Tribunal de Ética de la AUF. “Me llenó de orgullo que me tuvieran presente. Fue una linda oportunidad de conocer gente muy buena, con muchos valores. Traté de ser lo más honesto posible. Me llenó de orgullo que me hayan llamado”, dijo.

En su pasaje como técnico de Racing

Tuvo tres hijos con Laura, quien lamentablemente falleció muy joven: Laura, Santiago y Xochilt, y tiene un nieto que se llama Milo.

“Se me cae la baba, ya tiene cinco años y es fatal. Va a la escuelita de fútbol que tenemos con mi hijo y juego con él”.

El abuelo: Santiago Ostolaza en la actualidad con su nieto Milo, de cinco años

Sobre el presente, reveló que está contento de estar en Wanderers, donde se retiró como jugador “cuando ascendimos con Carreño como técnico, con Chapita Blanco, Bengua y Seba Eguren, y fui técnico”. Ahora es coordinador de divisiones inferiores con Carreño a la cabeza. “Me gusta mucho y estoy muy agradecido”, sentenció.

El Vasco Ostolaza es de esos personajes del fútbol con un tremendo perfil bajo, pero que se supo ganar un gran respeto dentro de las canchas. Un personaje ganador.

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